Ocurrió en el Viejo Vivero de Badajoz, en una tarde en la que las crónicas hablan de una complicidad absoluta entre las aficiones cacereña y pacense, en el ya lejano día 10 de diciembre del año 1978. Ahí se produjo el único enfrentamiento del Cacereño como local en la historia ante el Girona, su rival entre el 20 y el 22 de diciembre en la segunda eliminatoria de la Copa del Rey. Ganó el equipo extremeño (2-1). El cuadro verde estaba entonces entrenado por José María Asenjo, una leyenda del club. Era la primera vez también que el CPC jugaba fuera de casa un partido como local.
Fue en la entonces recién creada Segunda División B. La razón del sorprendente escenario es que el club verde había sido sancionado dos semanas antes tras los graves incidentes acaecidos en el Príncipe Felipe en el partido liguero ante el Levante, cuando hubo invasión de campo e intento de agresión al entrenador visitante, José Antonio Naya, que tuvo que salir del estadio Príncipe Felipe escondido debajo de los asientos del autobús del cuadro levantino.
La crónica de El Periódico Extremadura, firmada por Andrés Sierra, incidía en que el equipo catalán mereció al final al menos el empate, ya que el Cacereño «terminó hundiéndose». El equipo verde había hecho un muy buen primer tiempo, con goles de dos jugadores sobresalientes de aquella época: Emilio y el malogrado extremo Fernando Riesgo. En el ecuador del segundo tiempo puso la emoción el tanto de Amador.
En aquel partido la alineación del Cacereño fue Redondo, Adriano, Mateos, Adolfo, Oñi, Salvatierra, Riesgo, De Arriba, Monescillo, Emilio y Munárriz. “La gripe hizo mella», dijo José María Asenjo para justificar que su equipo terminara pidiendo la hora y muy bajo en el tono estrictamente físico.
