Han estado 14 meses bajo la espada de Damocles y aunque el cielo aún no está del todo despejado para ellos, comienzan a ver la luz. La pandemia ha vuelto a repuntar pero el turismo rural mantiene la «esperanza» en un mes de agosto con muy buenas previsiones gracias al tirón del viajero nacional y las reservas de última hora. «El verano es la temporada más importante para nosotros y se presenta extraordinaria», afirma Victoria Bazaga, presidenta de la Federación de Turismo Rural de Extremadura. Tras perder la Semana Santa, la fiesta del Cerezo en Flor o el Womad por segundo año consecutivo, Bazaga mira al verano con ilusión y cifra en un 70% la previsión de ocupación media para todo el mes de agosto. 

Aún así, con una incidencia acumulada de casi 600 casos por cien mil habitantes Extremadura vuelve a estar en la cresta de la ola y aunque las cancelaciones a día de hoy no superan el 8%, las restricciones de movilidad y aforo siguen lastrando a un sector clave y muy machacado por la pandemia. Tanto, que con las buenas perspectivas de este verano solo empezarían a remontar. «Hemos tenido muchas pérdidas, hemos sido los más perjudicados por la crisis sanitaria y consideramos que se nos debe indemnizar», reivindica Victoria Bazaga. 

A estas alturas es difícil encontrar casas rurales libres en La Vera, el Jerte o la Sierra de Gata. Sin embargo, otros puntos como el Valle del Ambroz o Campo Arañuelo han visto «destrozado» su verano por los cierres perimetrales: Malpartida de Plasencia, Hervás, Moraleja… Son los más perjudicados junto a las casas de gran capacidad, ya que mientras la región se mantenga en nivel de alerta 2 los grupos no pueden superar las 10 personas en este tipo de alojamientos. 

Respecto a los cierres perimetrales, Ignacio Lozano, presidente de la Asociación Turismo Norte de Extremadura (Aturnex), explica que «las reservas no solo se cancelan para ese periodo (los 14 días del cierre), después se tarda en recuperar la confianza del cliente». En estos casos se puede cancelar hasta el día antes (lo que impide ganar tiempo para alojar a un nuevo turista) y al tratarse de una causa de fuerza mayor, hay que devolver el importe íntegro abonado por el cliente.

Tras el avance de la vacunación, la Junta suavizó las limitaciones de movilidad y sí se permite acceder a zonas perimetradas a las personas que ya tienen la pauta completa de vacunación, pero el problema es el miedo y la falta de confianza. Además, en el caso de las parejas y familias jóvenes, no todos tienen ya inoculadas las dos dosis. 

Al igual que Victoria Bazaga, el presidente de Aturnex considera que este verano pinta mejor que el de 2020, como demuestra la demanda creciente de actividades deportivas y al aire libre ligadas a la llegada de un turista nacional con mayor poder adquisitivo. Pero a su juicio aún «se podría tener más», y en ese sentido recuerda la polémica petición que su plataforma lanzó hace un mes: el cierre del ocio nocturno para salvar la temporada turística.

«Los brotes ocasionados en locales de ocio nocturno son de una gravedad extrema y ello ocasiona el cierre perimetral de algunos municipios, lo que conlleva a su vez el cierre del ocio diurno», dijo entonces. Ahora entiende que el tiempo le ha dado la razón y sostiene que con la limitación a los grupos de más de 10 personas, el sector ha vuelto a pagar las consecuencias de esta terrible pandemia. Especialmente las casas rurales destinadas a grupos, que han sido las ahora grandes damnificadas. 

«El futuro es incierto. Nadie pensaba en 2020 que este año seguiría la pandemia y que la gente aún no estaría vacunada. Nos cuesta creer que todo va a ir a mejor, pero las complicaciones se van atajando y nuestros pueblos se llenan nuevamente de gente», concluye. Bazaga.

El secreto de la exclusividad

Un buen ejemplo de que la recuperación es posible son Marta Rodríguez y Seve Moreno. Son los propietarios de ‘U Penafrol’, un espacio que crearon para ellos pero que después convirtieron en apartamento turístico en Eljas. Dos estrellas y solo una habitación: alojamiento para un máximo de cuatro personas (incluyendo también un sofá) que se ha convertido en el secreto de su éxito. 

No sabían lo que se avecinaba cuando decidieron poner en marcha su negocio en febrero de 2020. Entonces el covid solo era una realidad lejana en China, pero un año y medio después y en plena pandemia están pensando ya en abrir su segunda casa rural.

«Ofrecemos la exclusividad de la casa y la verdad es que la situación a nosotros nos ayuda. De hecho, lo primero que nos preguntan es si la piscina se comparte», explica Seve. «Tenemos también barbacoa, huerto ecológico, wifi y teléfono gratuito, posibilidad de traer mascotas, aparcamiento privado y por supuesto, vistas espectaculares y buena ubicación», continúa.

U Penafrol se encuentra en plena naturaleza, a 50 metros de las piscinas naturales del río de Eljas y a un kilómetro del centro del pueblo, cerca también de la frontera con Portugal y Salamanca. 

Este año han perdido la Semana Santa debido a los cierres perimetrales, pero desde el mes de junio que la ocupación llegó al 70% la actividad de la casa ha sido frenética. Para agosto el alojamiento está al cien por cien de ocupación, al igual que ha pasado el mes de julio. Reciben a parejas y familias que no quieren compartir cocina, piscina o salón. Este año han venido del País Vasco (Bilbao sobre todo), Zaragoza, Valencia o Almería.

"Los grandes también tenemos que comer"

No tanta suerte está teniendo Ana Celia Pérez. Regenta la casa rural ‘El Abuelo Marciano’ en Garganta la Olla, una espectacular finca con capacidad para 28 personas repartidas en nueve habitaciones. En pleno corazón de la comarca de La Vera y a solo 10 minutos del Monasterio de Yuste, antes era un punto habitual para las quedadas de grupos de amigos y viejos compañeros que llevaban tiempo sin verse porque vivían dispersados por España. 

El negocio funcionaba muy bien, tanto que Ana dejó su trabajo como profesora en Madrid y se mudó al pueblo para hacerse cargo de la casa tras la jubilación de sus padres. Pero llegó el covid, con él las restricciones y la limitación de aforos, y ahora lamenta que los políticos se olvidaron de que «los grandes también tenemos que comer». 

Ana a la entrada de su casa rural en Garganta la Olla. EL PERIÓDICO

Ubicada en una finca a pie de carretera, la casa dispone de buenos aparcamientos y zonas comunes para paseo y recreo. También con su propia zona de baño, aislada de la población, en la Garganta Mayor. El año pasado Ana pasó el mes de agosto contando los días del calendario y si en este no hará lo mismo tras un julio «flojo» es porque ha optado «por ser previsora».

«Solo he cogido grupos pequeños, de ocho o 10 personas, porque me lo esperaba», dice una semana después de que el nivel de alerta sanitaria 2 haya limitado a una decena el máximo de personas no convivientes que pueden coincidir en una casa rural. «Entiendo la pandemia, ¿pero cómo se nos puede pedir más paciencia?», dice indignada. Considera esta última decisión tremendamente injusta: «yo no puedo coger grupos de más de 10 personas, pero esas mismas personas sí pueden irse a apartamentos y relacionarse o cenar y comer juntos en el mismo salón social», lamenta la propietaria. 

Asegura que ha rechazado reservas de hasta 25 personas para tratar de asegurarse ingresos con los grupos más pequeños. Obviamente esto tiene sus repercusiones en el precio y por ello ha sido una de las últimas de la zona en coger reservas para este verano. Aún así, tiene ocupados todos los fines de semana del mes de agosto y está recibiendo las primeras llamadas para septiembre. 

También ha comenzado a alquilar la casa por habitaciones: entonces se convierte en un hotel, sin derecho a la cocina, por ejemplo, y las zonas comunes las controla ella. Asegura además que ese año ha sido mucho más selectiva con los inquilinos, tras las malas experiencias del año pasado con las fiestas privadas y los botellones. 

En este escenario, Ana reclama medidas específicas para que los alojamientos como el suyo también puedan funcionar y trabajar como lo hacen los pequeños. «Que se hagan PCR o lo que sea, pero que no nos cierren nuestras casas y se nos tenga en cuenta», pide.

El "mazazo" del cierre perimetral

«Todo iba muy bien hasta el cierre perimetral». Lo dice Marta Bastos, gerente del albergue Vía de la Plata y de la empresa de bicicletas eléctricas ‘E-Bikes’, en Hervás. La localidad del Valle del Ambroz se cerró hace una semana por el aumento de contagios y si bien se permite el desplazamiento a todos los vacunados con pauta completa, desde entonces las reservas empezaron a caer en picado. «Les da miedo venir. Los que ya conocían Hervás no vienen nos dicen que para otro día y el resto optan por otro destino», explica Marta. Entonces, tratan de explicar a gente que estaba deseando llegar al pueblo que la incidencia no es «tan bestial» o que los casos están localizados, pero se pierde la oportunidad en un momento en el que se estaba afianzando la confianza. 

Marta con sus bicicletas a las puertas del albergue de Hervás. EL PERIÓDICO

Para su negocio el cierre ha sido «un golpe duro, un mazazo en las tres semanas clave que nos permiten vivir en invierno». El albergue, levantado en la antigua estación de ferrocarril y en plena Vía Verde de la Plata, cuenta con 20 plazas y se alquila por grupos, pero como ahora no pueden coincidir más de 10 personas han perdido una reserva de 16. El año pasado no funcionó y este año había esperanza, tras el pasado mes de julio que sí ha sido «muy bueno».  

Lo que no ha parado en su caso, tampoco ahora, son las actividades. Las personas que llegan en autocaravana sí contratan servicios y también los visitantes de los pueblos cercanos con poder adquisitivo medio-alto, dado que se cumplen todas las medidas de seguridad: alquiler de bicicletas y rutas guiadas al aire libre por pistas, senderos, bosques de castaños, ríos y arroyos que generan confianza. «Ya estaban funcionando bien antes de la pandemia y parece que ahora se les está dando un empujón», reconoce Marta en tono más positivo.