Observa, mide, afina la vista y vuelve a cortar en cuestión de segundos

El peluquero de Mérida que vino de Cuba

El joven Kendrys Pelayo dejó su país hace varios años y, tras un duro camino, ahora regenta su propio negocio en la calle Calderón de la Barca. Las tijeras son su oficio y su pasión

Kendrys Pelayo, , en su establecimiento, situado en la calle Calderón de la Barca.

Kendrys Pelayo, , en su establecimiento, situado en la calle Calderón de la Barca. / JORGE ARMESTAR

«Hola, Kendrys Pelayo, ¿sales a tomarte un café?». Numerosos clientes y vecinos del entorno de la calle Calderón de la Barca, en pleno centro de Mérida, entreabren la puerta de la peluquería de este cubano afincado en la capital extremeña a lo largo del día con esta frase como saludo. «Más que asiduos del negocio son amigos», asegura el joven peluquero a este periódico sin darle más importancia mientras finaliza un corte de pelo. Lograr que el buen rollo se traslade a miles de kilómetros de distancia, desde Matanzas (Cuba) hasta Emérita Augusta, es un don que atesora este amante de la buena música. Y sabe manejarlo con mucha gracia y carisma. Pelayo ha conseguido transportar esa esencia al trabajo.

Cuatro años lleva instalado cerca del Colegio Suárez Somonte. «Mi país presenta grandes contrastes económicos donde las clases bajas y medias lo tienen complicado para encontrar salidas profesionales», lamenta. Su establecimiento lo conocen desde sus colegas latinos y chavales de media ciudad, personas de 93 años... Pero, ¿cuál es su secreto? Él mismo explica que no esperaba «crecer tanto en tan poco tiempo», pero si tiene que buscar un por qué a todo esto, sería el «dar un buen servicio. Me encanta que el corte quede muy bien. Cada corte de pelo es diferente, empiezo de una manera o de otra dependiendo del cliente», manifiesta con una sonrisa. Aunque en esta conjunción de factores no solamente entra la técnica y la creatividad. La amabilidad al cuidar al cliente es, sin duda alguna, el otro porqué del éxito de Kendrys Pelayo.

Pero para llegar hasta ese estado de serenidad en el que se encuentra actualmente, este hombre alegre tuvo que recorrer antes un duro camino. «Empecé cortando el pelo a mis amigos del barrio porque siempre me gustó... La vida no es un camino de rosas, pero yo pienso que los obstáculos te ayudan a crecer», finaliza el joven. Observa, mide, afina la vista y vuelve a cortar el pelo en cuestión de segundos.

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