Rafael Cerro, aquel novillero que tan fundadas esperanzas despertó cuando se iniciaba en la Escuela Taurina de Badajoz, tomó ayer la alternativa en Navalmoral, la localidad cacereña que le vio nacer. Lo hizo dando fe de que está preparado para metas mayores, por su oficio pero también por su ambición, también por su forma de sentir el toreo y por su manera de expresarse, con un toreo asentado, serio y además, con un concepto clásico de su arte.

Fueron sus dos faenas, y especialmente sus dos estocadas, lo mejor de la tarde, pues los toros de Alcurrucén dejaron mucho que desear. Primero por su presentación, pues aunque Navalmoral es plaza de tercera categoría, el encierro lucía en su totalidad esos pitones que son los de los toros que se lidian a puerta cerrada: acapachados, brochos, bizcos casi todos.

Después, que fueran terciados, ya era lo de menos porque lo de más fue su acusada mansedumbre, algo no extraño cuando las camadas son tan largas, y por tanto desiguales, como las de la familia Lozano.

Decíamos que la tarde de Rafael Cerro fue lo mejor. El toro de la alternativa se llamaba Fogonero. Era un castaño que tuvo bondad. Tenía fijeza y repetía las embestidas. Por abajo lo llevó Cerro en series ligadas y limpias por ambos pitones, asentado en el albero moralo, componiendo la figura y haciendo ir al animal hacia delante. Soberbia fue la estocada, señal de que este torero ha mejorado con la espada, que siempre ha sido su cruz.

Al sexto lo recibió a la verónica en lances de rodilla genuflexa. No lo atacó en el comienzo de faena pero ese astado tenía muy poco motor: blandeaba y se quedaba corto, además de no repetir. Cerro estuvo firme con él y le sacó algunos naturales de buena factura aunque de uno en uno, porque el alcurrucén no daba para más. También mató con solvencia y redondeó su tarde.

El padrino de la alternativa fue Sebastían Castella, diestro frío donde los haya. Tuvo genio su primero y le hizo una faena que poco dijo pues el animal iba con la cara alta y no se desplazaba. Al cuarto también le costaba ir hacia delante y los enganchones se prodigaron.

Miguel Angel Perera ejerció de testigo. Sorteó un primer astado que comenzó a la defensiva pero que terminó medio embistiendo gracias a lo que le consintió el torero, que logró algunos meritísimos muletazos largos y profundos.

También hizo un esfuerzo el pacense Perera ante el quinto, un toro noble pero que se vino a menos cuando se sintió podido. Antes el diestro cuajó cuatro series, tres por el pitón derecho y otra al natural, de ese toreo tan rotundo y tan personal suyo, con muletazos kilométricos arrastrando la tela por al arena, y hasta más allá.

Rafael Cerro es nuevo matador de toros. Cualidades tiene para funcionar en esta bella pero dificilísima profesión que es la de matador de toros.