A lo largo de mi vida discente y docente he tenido que sobrevivir a más de una decena de ministros de educación, docenas de directores generales, cientos de órdenes ministeriales, decretos y circulares que me han saturado de ocurrencias y veleidades.

La última sinrazón por ahora se la debemos a la ministra Celá. Su ocurrencia dice: «Hay que flexibilizar los criterios para pasar de curso». El mensaje que envía a la sociedad es que los alumnos no acuden a los centros escolares para adquirir valores, aptitudes y contenidos, sino para pasar curso. No son educandos, son saltimbanquis.

Ese es el nuevo objetivo de la enseñanza, de manera que olvidemos los proyectos de centro, las programaciones y el currículo. A partir de ahora el currículo consta de unas frases: «Niño, a mi no me la das. Por mucho que te empeñes vas a pasar de curso». La dura tarea de los profesores será «levantar la mano». En las facultades de Formación del Profesorado habrá una nueva asignatura: Sicopedagogía de la ‘manumellevatiología’.

Señora Ministra, ¿piensa usted que aún hay margen para levantar la mano? ¿Hasta qué altura? Supongamos que debemos calificar la ortografía. ¿Cuántas faltas de ortografía en un párrafo de tres líneas (no creo que haya muchos alumnos capaces de escribir más de tres líneas) deben admitirse para pasar curso? ¿Seis, ocho? Pocas son, mejor todas las posibles ¿Y qué hacemos con los que milagrosamente no ponen ninguna? Pues que pasan a la condición de esquiroles y deben ser considerados un mal ejemplo para sus compañeros.

Muchos de estos saltimbanquis llegarán a la universidad ayudados por la pértiga que les ha proporcionado la ministra, y naturalmente el profesorado se verá obligado a aplicar la misma doctrina a no ser que el sucesor de Celá en el ministerio considere que se debe pasar de curso de dos en dos. Como se ve es muy difícil encontrar un ministro de Educación sensato, eficiente y conocedor de la materia, y como ahora hay uno en cada autonomía, la cosa se ha complicado mucho más.