Hacen de psicólogos tras la barra. Escuchan diariamente los problemas laborales, de pareja, de soledad… las tres grandes preocupaciones por este orden de la sociedad cacereña. Pero ellos tienen la clave para hacer la vida más agradable a sus ‘pacientes’: una sonrisa, un chiste, cercanía, educación, corrección, alegría y discreción. «No es un oficio sencillo, es un título que se obtiene pateando la universidad de la vida», aseguran durante este recorrido por diez bares de la ciudad, en cuyas ‘consultas’ siempre suele haber lista de espera. Los camareros saben que dentro de una caña y un pincho está la receta de la felicidad.

Mesón la dehesa (Aldea Moret)

1. José Pablo Parra: «Debemos transmitir cercanía»

Lleva mes y medio en Aldea Moret. Asegura que los camareros «deben transmitir amabilidad, felicidad y cercanía. El trato al cliente es la base fundamental», sostiene. Le gusta la hostelería y la vocación es lo que, a su juicio, debe guiar este trabajo porque «es una profesión muy sacrificada». A José Pablo Parra, 29 años, lo que más le preocupa es el cliente: «Cada uno es un mundo y siempre lo respetamos». La gente acude al bar con sus problemas, especialmente laborales, y aquí son escuchados entre una buena cerveza, morros fritos y arroz caldoso, que son las especialidades de la casa.

Zalacaín (Nuevo Cáceres)

2. Ricardo Rodríguez: «Al cliente hay que darle los buenos días»

Ricardo Rodríguez tiene 27 años y se dedica a este oficio desde bien pequeñito porque sus padres siempre han formado parte del gremio. Abrió Zalacaín, en Nuevo Cáceres. «Al público le damos los buenos días y se siente arropado. Hay que tratarlo con agrado, preguntarle qué necesita, cómo se encuentra, con educación, saber estar y cercanía pero manteniendo la corrección». Admite que en alguna ocasión les toca hacer de psicólogos. «La gente viene con sus problemas, especialmente laborales, y hay que intentar animarla. Somos los encargados de sacarles una sonrisa». El pincho es su mejor carta de presentación y en ella destacan la carrillera, rejos de la abuela y la hamburguesa Wagyu.

Avenida, 18 (Las trescientas)

3. Juan Flores: «La gente viene con problemas y los escuchas»

Juan Flores lleva más de 25 años trabajando en esto. «Hay muchos asiduos que vienen con preocupaciones, les escuchas… Eres camarero, pero haces de psicólogo. La familia, el trabajo, son los principales contratiempos», cuenta detrás de la barra de Avenida, 18, uno de los bares más tradicionales de Las 300. El local conserva todavía la ‘Pinball Adveture’, una máquina de bolas que apenas se ven ya y que es un homenaje a Indiana Jones, la franquicia concebida por el director George Lucas, con películas como ‘Indiana Jones y la última cruzada’, todas ellas dirigidas por Steven Spielberg y protagonizadas por Harrison Ford. «Conoces a más buenas personas que malas. Tratamos de transmitir alegría y educación», explica Juan. Considera que Cáceres «ha pegado un bajón impresionante en materia de ocio si la comparamos a cómo yo la conocí en la época de la movida, que trabajaba en un bar de General Ezponda». Justifica que la situación económica también ha influido: «Al cacereño le gusta salir y alternar, pero no siempre se puede». Crítico con las casas de apuestas por el perjuicio que están ocasionando a los bares, como a la sociedad en general en su casa todo es artesanal: morro, morcilla, prueba, callos, huevos fritos, raciones, platos combinados, calamares, chipirones…

Sal y pimienta (Moctezuma)

4. Ana Isabel Gómez: «Paciencia y empatía es nuestro secreto»

Su receta no falla: «Transmito alegría. Tengo mucha paciencia, me encanta mi trabajo y si la gente ve que la atiendes bien es agradecida». Cuenta que los camareros «siempre estamos escuchando. Muchos te explican su situación, sobre todo si son conocidos, y empatizas con ellos. Te hablan del trabajo, de que están hartos del curro, cansados, que hacen horas de más… Y los entiendes, tratas de comprenderlos, de darles un consejo». Ana Isabel Gómez nació en 1990 y forma parte de Sal y Pimienta, una tapería en la que trabajan 11 personas los días fuertes y que cuenta con 30 años de trayectoria en Moctezuma, barriada a la que llegó su abuelo, siguió su tío y ahora su padre. «Este es un barrio muy vivo y trabajamos muy bien. A la gente le gusta salir, el cliente suele ser conocido. Nosotros no notamos que el sector haya pegado un bajón, al contrario. Es que hoy llueve y los bares están hasta arriba». En el local, a rebosar, se tira Amstel pero lo que más, Estrella Galicia, «porque ahora es una moda». Las patas de calamares son típicas: «Están basadas en la receta de mi abuelo», recuerda.

Bar Tellez (Llopis Ivorra)

5. Rafael Fernández: «Hay personas que sufren de soledad»

«Con la edad me pasa que es el secreto mejor guardado, como el de la Coca Cola». Es lo primero que responde con sentido del humor, Rafael Fernández, del Bar Tellez, en Llopis. «Este es un distrito de mucha gente mayor, que vive sola. Necesitan a camareros que les animen el día y los escuchen. Quieren que les hables o les consueles. Les puedes aconsejar. La amabilidad y la cercanía son fundamentales. Les gusta que les pregunte qué les ha dicho el médico». Rafael insiste en que la situación más común que se encuentra tras la barra es la soledad. También la economía: «A las personas mayores las oyes repetir que en Cáceres no hay la alegría de antes. Pero es que cuando uno no tiene dinero en los bolsillos, los problemas florecen, sale el mal genio, el mal humor, la intolerancia». Igualmente reacio a las casas de apuestas, sentencia que deberían estar prohibidas «porque están haciendo mucho daño». En su bar no faltan San Miguel ni Alhambra, raciones con litros, rejos, lagrimitas de pollo y huevos estrellados.

Bar El Lago (El Vivero)

6. Francisco Cortés: «Si hay que contar un chiste, lo cuentas»

A sus 64 años, Francisco Cortés sigue al pie del cañón en el Bar El Lago, de El Vivero. «Al cliente tienes que tratarlo lo mejor posible. Algunos a veces te vienen con disgustos. Les puedes dar una recomendación, tratar de apoyarlos anímicamente si vienen un poco desfondados. Si hay que contar un chiste para tratar de hacerlo más ameno, lo cuentas». La cercanía es el quid del camarero. Lleva 35 años en el oficio, siempre comprando El Periódico Extremadura. Reflexiona que Cáceres está bien catalogada en cuanto a los bares y se declara del Real Madrid. «Mi hijo es del Atletic», aclara con una sonrisa. Y añade: «Hoy un bar no tendría sentido sin el aperitivo». En este establecimiento tampoco faltan exquisitas carnes con patatas y siempre hay una palabra agradable para el público.

Restaurante Vilches (La Mejostilla)

7. Fernando Sánchez: «El trato cercano está en nuestro decálogo»

Lleva 34 años en la hostelería. Estuvo 25 años en la estación de autobuses, dos en el Centro de Transporte y siete en el Vilches, en La Mejostilla. «El trato cercano, amable, alegre y la psicología son nuestro decálogo». Asegura que los clientes se quejan de la falta de industria. Lamenta que la proliferación de aparatos ilegales ha repercutido negativamente en la captación de público durante los partidos de fútbol. Dispone de una amplia variedad de menús desde 16 a 32 euros. Cocina tradicional, entremeses ibéricos y cochinillo son su especialidad. «El cacereño no concibe una cerveza sin un pincho».

Dulce Sabor (El Junquillo)

8. Jorge Rosado Valadés: «El camarero es un amigo, es tu familia»

«Somos personas antes que camareros y nos ponemos en la piel del cliente. El respeto va con la persona y cada uno lo lleva aprendido de casa, no tiene nada que ver con la escuela», narra Jorge Rosado, del bar propiedad de Dulce Rivas. «El Junquillo es una barriada alucinante, son muy acogedores y familiares. Es como un pueblo, todos hablan con todos», explica Dulce, nacida en Cuacos de Yuste, localidad donde aprendió desde muy niña los secretos de la cocina. Habla con alegría mientras sirve una Estrella Galicia. Aquí es todo casero: la pluma, el solomillo, la carne con patatas... Jorge también nos detalla la receta ideal para dar felicidad a quien acude a su establecimiento: «Estamos para intentar alegrar a la gente. Llego al bar sabiendo que vienen a contarme sus problemas; y escuchar es importante. El camarero siempre es un amigo, es tu familia. Y si tengo que dar un consejo lo hago tal como lo haría conmigo mismo o con alguien muy cercano. Eso nunca falla».

Bar Estación (Renfe)

9. Antonio Corchero: «Cuentan sus preocupaciones laborales»

«Viene mucha gente contando sus historias de casa, del trabajo...», dice Antonio Corchero, que lleva 22 años en el bar de Renfe. «El 70% de nuestra clientela es de Cáceres, el resto son viajeros». Tras la barra uno de los temas recurrentes es la situación que atraviesa Extremadura con el ferrocarril. «No es cuestión tanto de trenes sino de arreglo de vías. Ya nos pueden traer los convoys más modernos que quieran que sin una red nueva, no hay solución». Son tantos los retrasos que no le faltan anécdotas: «Ayer por la mañana, a un señor le dio un pequeño amago de infarto, y tuvo que salir del tren. A mediodía, cuando llegó la hora de irse, a las 14.30, el maquinista que tenía que estar de servicio no se presentó. No sé cuándo llegaría ese pobre viajero a su destino». En el bar: una amplia carta de platos combinados, con terraza en verano, y entre seis y siete trabajadores. «Antes, cuando el personal terminaba en La Madrila, venían a desayunar», una costumbre que se ha perdido.

La Lola (Obispo Segura Sáez)

10. Youssef y África: «Hay que atender con una sonrisa»

Youssef Babadakhti nació en Casablanca, pero llegó a Cáceres hace 17 años, después de haber vivido en Serradilla y estudiar en Salamanca. Su primer negocio fue Más Cachito en San Juan de Dios. Desde hace tres años lleva La Lola, nombre en homenaje a su ahijada. Tres años en Obispo Segura Sáez le han dado para observar que la hostelería necesita más apoyo público. «Antes los lunes, martes y miércoles eran un sábado más». Lo tiene claro: «Somos psicólogos: la cercanía es muy importante. Todos los que entran por la puerta de mi casa me dan de comer y por eso les ofrecemos mucho cariño». A su lado, África Muñoz, camarera de 29 años, que opina que la paciencia es la virtud principal de este oficio. «Nos demandan un buen servicio. Que les trates con una sonrisa. La tapa y el pincho es una cultura de Cáceres y de ahí no vamos a salir». En el barril, Estrella Galicia; en la cocina, la carne huele que alimenta.