Han pasado ya unas dos semanas desde aquello, pero merece la pena contarlo porque ninguna historia de sufrimiento de estos días debe olvidarse. La de las dos jugadoras balcánicas del Nissan Al-Qázeres Extremadura, Bozica Mujovic y Dragana Domuzin, para regresar a sus respectivos países, Montenegro y Bosnia, es para nota.

El 14 de marzo, justo antes de que se decretase el estado de alarma por el covid-19, iniciaron el viaje de vuelta con permiso de su club, que les dio máximas facilidades en todos los sentidos. Ambas tenían billete desde Barajas el 15 con destino a Belgrado, pero, cuando ya estaban incluso montadas en el avión, las desalojaron de allí primero alegando «motivos técnicos» y después las dejaron en tierra por no ser serbias. Domuzin sí posee esa segunda nacionalidad, pero no llevaba el pasaporte encima.

‘Tiradas’ en la terminal y con un disgusto considerable, sin opción de volar ni mínimamente cerca de sus hogares, la embajada montenegrina les echó una mano a ambas, algo lógico con Mujovic, internacional con su país, y un acto de generosidad con Domuzin. Ambas durmieron en Madrid durante unos días en un apartamento cedido por Montenegro. Mujovic voló a su capital, Podgorica, en un avión fletado especialmente para funcionarios y deportistas residentes en España, mientras que Domuzin consiguió un salvoconducto para aterrizar el 18 en Zagreb (Croacia), desde donde fue a Bosnia.

Mujovic fue llevada inmediatamente a un instituto sanitario donde pasa una cuarentena de 15 días junto a otros compatriotas. Y después deberá estar otros 15 sin salir de casa. Una odisea.