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La inflación, sí; la hipoteca, no

La inflación, sí; la hipoteca, no.

La inflación, sí; la hipoteca, no. / El Periódico

No ocurre tanto como uno espera, así que perdonarán el «subrayado»: ya en verano se avisaba en esta columna que las presiones sobre los precios eran temporales. Es decir, que podíamos vivir en el corto plazo un ajuste en la inflación. Aunque técnicamente no podemos hablar aún de una «caída» en la tasa de inflación, el dato de noviembre sí nos confirma una moderación, un freno en el crecimiento.

Los motivos de este cambio de tendencia son fundamentalmente dos. Por un lado, los costes energéticos. La reducción de la demanda y la garantía en el abastecimiento en Europa (especialmente, del gas) han propiciado una contención en el precio de la energía. Por otro, la progresiva resolución de los cuellos de botella logísticos. Aunque los cortes en la cadena de suministros siguen siendo una potencial amenaza (que se lo digan a Apple, que no puede asegurar el ensamblaje de su nuevo dispositivo IPhone en Asia), muchos sectores han visto, si no normalizado, al menos «canalizado» su flujo de importación. Con unos costes de transporte que empiezan a asemejarse a los niveles prepandemia. 

La combinación de estos factores (energía y suministros) repercuten directamente en el coste de la cesta básica, elementos de consumo imprescindibles, pero también indirectamente en la producción. Podemos entender que, de nuevo, un menor coste de producción influirá en una reducción de la inflación. No está garantizada, y conviene ser cautos: la inflación subyacente (que no comprende ni la energía ni los alimentos elaborados) sigue en un nivel alto, por encima del 4%, y no da signos de ajuste en el corto plazo. Incluso si España mantiene buenos números con relación al resto de Europa, costará tiempo ver niveles de inflación controlados. Pero, en 2023, la inflación ya no será un problema central.

Porque la espiral de la inflación no se debía sólo a las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania (como el gobierno insistía en remarcar al inicio de este ejercicio). La inflación ya afectaba a las economías a finales del 2021, espoleada por el shock de oferta y la ultra laxa política monetaria de los bancos centrales. Ambas variables siguen sin resolver. Aún con estas incógnitas en el camino, no hay duda de que la detención en el alza de precios representa una buena noticia. Supondrá, desde luego, un respiro para las economías familiares. Como derivado del anterior, puede conducir a una mejora en la confianza del consumidor.

Puede que ahí terminen las buenas noticias para nuestras economías. Para reforzar la tendencia de la inflación, los bancos centrales deben usar el arsenal a su disposición. En concreto, un arma específica: la fijación del tipo de interés. Hasta ahora, han seguido una lógica económica: en tiempos de inflación, hay que elevar tipos. Este incremento del precio del dinero supone el endurecimiento de las condiciones financieras. Es decir, los bancos prestan a un mayor precio y disminuye la demanda de crédito. Lo que motiva inevitablemente un declive en el gasto de consumidores y empresas. Los precios, claro, tienden a la baja.

La consolidación de una menor tasa inflacionaria hará que los mercados presionen a los bancos centrales para revertir las subidas de tipos. O, al menos, evitar nuevas subidas. Sin embargo, teniendo en cuenta que el mandato de los bancos centrales es el control de los precios, todavía no se ha puede afirmar que se haya alcanzado el objetivo.

Esa es la encrucijada de los banqueros centrales: si prosiguen las escaladas de tipos, frenan la inflación pero también crean las condiciones para un enfriamiento de la economía. Si deciden no subir o incluso bajar tipos, pueden romper la trayectoria y volver a un escenario de inflación alta. Con mucha probabilidad, el final de este ejercicio y el siguiente servirán para que los bancos centrales sigan con una política monetaria restrictiva. 

Donde podemos contemplar rápidamente el efecto de esta política es en aquellos créditos que cuentan con interés variables. Este esquema es mayoritario en España. En un país de hipotecas (la concesión, ralentizada, sigue a buen ritmo en 2022) implica un encarecimiento sustancial en el pago de estos préstamos. Y seguirá creciente en el próximo año, ya que la reacción sobre el Euribor (índice de referencia en España para el mercado hipotecaria) tiene un decalaje de semanas, incluso un mes. 

Sin entrar o no en la proximidad de una recesión, queda tiempo para comprobar un verdadero alivio sostenido para las economías privadas, particulares y pequeñas y medianas empresas.

*Abogado, experto en finanzas

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