Opinión | Jueves sociales

Ética y estética

Gestación subrogada suena mejor que vientre de alquiler o útero en venta o te pago para que durante nueve meses me fabriques un hijo y luego me lo des, como si fuera mío.

Suena mejor, pero sigue siendo lo mismo, una compraventa del cuerpo de la mujer, tan parecida a la prostitución y a la cosificación que provoca náuseas, sobre todo porque no queremos ver que no existe altruismo ni generosidad en una práctica así. 

"De adopciones no se habla, o de los millones de niños que esperan una familia en países a los que no llega nunca el glamur ni se le espera. A lo mejor porque estamos hablando de perpetuar los genes y no de cuidar hijos, de egoísmo y no de generosidad

Todo lo relacionado con la maternidad está teñido de bondad, pero en este caso, alguien paga a una mujer a cambio de un hijo, alquila su útero y luego se va a casa con menos dinero, pero con un niño que te hará compañía para siempre, como acaba de decir Ana Obregón. Ahora las redes y los medios hablan de su caso, pero no ha sido la primera, ni la única. Otros famosos han recurrido a esta práctica, y se ha pasado de puntillas sobre el tema, o se les ha linchado menos. 

También, aquí en Extremadura, ha coincidido la noticia con otra en la que una mujer muy joven iba a entregar a su hijo a otra pareja presuntamente a cambio de una prestación económica. El glamur no era el mismo, y aquí todo se ha hecho de otra manera, no saliendo de un hospital en silla de ruedas perseguida por las cámaras. 

Pero, a fin de cuentas, la fama es lo que tiene, que Ana Obregón ha pagado por una nieta y se la llevará a su casa, pero el otro caso no tendrá final feliz, aunque las circunstancias sean más o menos las mismas. 

La moraleja asusta, y mucho, aunque la conozcamos de antemano. El dinero puede comprarlo todo, y de aquí a nada, la memoria frágil olvidará las circunstancias de la compraventa de la nieta de la actriz, y hasta el castigo impuesto a las otras personas, que nunca hubieran querido alcanzar la fama. 

Mientras, algunos partidos hablan de legalizar esta práctica, incluso de sus bondades, y la ensalzan como una forma de luchar contra la esterilidad que afecta ya a muchas mujeres. 

De adopciones no se habla, o de los millones de niños que esperan una familia en países a los que no llega nunca el glamur ni se le espera. A lo mejor porque estamos hablando de perpetuar los genes y no de cuidar hijos, de egoísmo y no de generosidad, por eso el vientre de una mujer se puede comprar y no interesa un niño ajeno, que no se parecerá a la abuela o sacará los ojos del marido. De la mujer que cobija nueve meses a un niño que siempre llevará algo suyo, por más que se nos quiera presentar de otro modo, no se habla. De su dolor, de su desgaste físico, de sus hormonas. 

Todo lo ha comprado un contrato, como si fuera un coche o un apartamento de playa. Y nosotros preocupándonos de la inteligencia artificial, como si no necesitáramos con urgencia implantar la natural, la que tendría que venir de serie, la que perdemos cada día que aceptamos prácticas así, en un mundo lleno de niños sin familia que no serán adoptados por estética, mientras la ética brilla por su ausencia. 

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