Desde el norte

Abusos que claman al cielo

Mientras no haya mano dura contra los abusadores; mientras la Iglesia no castigue consecuentemente a los victimarios, no habrá perdón

Raquel Rodríguez Muñoz

Raquel Rodríguez Muñoz

Como se suele decir, si Jesucristo levantara la cabeza, sin duda se escandalizaría por los abusos cometidos por sus representantes hacia menores de edad. Sin duda es para avergonzarse y no dudo de que la mayoría de la Iglesia lo hace, pero un problema añadido es que, además de tener manzanas podridas, como en todas partes, en muchos casos y, lo dice el Defensor del Pueblo, se intentan ocultar o minimizar.

Las víctimas lo han denunciado, que, en lugar de encontrar comprensión y mano dura por parte de los superiores religiosos, lo que han recibido han sido presiones y acusaciones de haber sido ellos los culpables de la actitud deleznable de los representantes de Dios.

Ha pasado en Extremadura, en el resto de España y en numerosos países del mundo y, por muy denostados que estén los medios de comunicación, han sido ellos casi siempre los que han sacado a la luz los casos y la Iglesia la que se ha visto obligada a responder después.

De hecho, lo ha tenido que volver a hacer. El mismo informe del Defensor del Pueblo afirma que no todas las diócesis han sido igual de transparentes, hay incluso algún obispo que les ha reñido por preguntar y en algunos casos han tenido que reiterar la petición de información. En el otro lado, ha habido diócesis muy colaboradoras y el informe destaca una extremeña, la de Plasencia, por ofrecer además datos de los encubridores.

Porque efectivamente, hay un abusador, pero también una red alrededor que lo conoce y lo tapa, o simplemente calla y, por lo tanto, es culpable.

¿Por qué clama al cielo que haya abusos en la Iglesia? ¿Por qué tanto interés en ellos, como se queja la institución religiosa? Porque si hay alguien que debe dar ejemplo es el que predica justamente lo contrario. Millones de personas confían en los religiosos y aprovecharse de eso para abusar de niños debe de ser uno de los mayores pecados que existen.

Mientras no haya mano dura contra los abusadores; mientras la Iglesia no demuestre su repulsa, con hechos, no solo con palabras, y castigue consecuentemente a los victimarios, no habrá perdón, ni de las víctimas, ni de su entorno, ni del resto de personas, creyentes o no creyentes.

El anuncio de una revisión de los protocolos por parte de las diócesis extremeñas es una buena noticia, pero la Iglesia solo recuperará su credibilidad en este asunto cuando cesen los casos.

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