Opinión | Desde el norte

La polvareda del tabaco

A pesar del bien común, el Ministerio debería sentarse con las organizaciones productoras de tabaco porque las medidas podrían terminar con el sector

Este mes, se ha aprobado el Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo, que el Ministerio de Sanidad quiere implantar en los próximos tres años y, como siempre que se habla de tabaco, la polémica está servida.

Porque son muchos los consumidores, más aún en Extremadura, la región de España con más fumadores, y además, la que produce el 98% del tabaco del país, con lo que el peso económico tiene también un papel importante.

En este caso, como en otros muchos, hay dos aspectos en la balanza, la salud y la economía. Pocos rechazarán que el consumo de tabaco es perjudicial para el organismo, de hecho, según ha señalado la ministra de Sanidad, está detrás de 16 tipos de cáncer. Los neumólogos lo saben bien, al igual que las asociaciones contra el cáncer o de enfermos oncológicos.

De hecho, la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), que reúne a 36 organizaciones de ámbito estatal, con más de 1.746 organizaciones asociadas, se ha sumado a sociedades científicas y colectivos de salud pública y considera «urgente» la puesta en marcha del plan promovido por el Ministerio de Sanidad.

En este sentido, como ejemplo, la Asociación Española Contra el Cáncer promueve desde hace años la implantación de espacios sin humo en las ciudades, zonas donde está recomendado, que no prohibido, fumar. Extremadura ha planteado que no se prohíba fumar en las terrazas, que sea solo una recomendación y el Ministerio ha dicho que ya es voluntario y no funciona.

Sin embargo, al final ha cedido a la presión de varias comunidades y este aspecto del plan no entrará en vigor hasta que no se desarrolle una ley que lo regule y que deberá pasar por el Congreso de los Diputados.

El conflicto por las terrazas recuerda al que ya hubo antaño cuando se planteó la prohibición de fumar dentro de los bares, pubs, restaurantes o discotecas. El clamor del sector hostelero y de fumadores fue unánime, parecía que los negocios estaban abocados a la ruina. Sin embargo, no ocurrió. Unos y otros se adaptaron y todos lo agradecimos, estoy segura de que la mayoría de los fumadores, también, a pesar de la incomodidad de tener que salir a la calle a fumar de cuando en cuando.

No obstante, así se acabaron los fumadores pasivos dentro de los establecimientos y los malos olores en ropa, pelo… No hay duda de que, echando la vista atrás, fue una buena decisión.

Ahora bien, lo que cualquiera puede comprobar es que, cuando algo se recomienda, pocas veces sirve. No hay más que acercarse a un colegio o un parque infantil, espacios en los que los fumadores pasivos son menores de edad, para constatar que, como no está prohibido, hay personas fumando. Es una pena, pero el ser humano solo se ‘conciencia’ a base de imposiciones.

Es cierto que en una terraza el humo se dispersa mucho más que en un espacio cerrado, pero también lo es que, cuando tienes a un fumador al lado, es difícil que algo del humo que desprende su cigarrillo no te llegue a ti. Así pues, todo lo que llegue para reducir el consumo pasivo, bienvenido sea.

Ahora bien, a pesar del bien común, el Ministerio debería sentarse con las organizaciones productoras de tabaco porque las medidas, según han advertido ya las extremeñas, podrían terminar con el sector y, como consecuencia, con numerosos puestos de trabajo en la región. Es una pata de la mesa que Sanidad no debería obviar y sí escuchar para intentar consensuar y no imponer acciones sin más.

Sobre todo, se han quejado del empaquetado genérico de las cajetillas. «Las multinacionales van a comprar un tabaco que carece de la certificación que tiene el tabaco extremeño y vamos a traer mierda del tercer mundo», ha dicho el presidente de Asaja Extremadura, Ángel García.

Las formas, como suele suceder en política, han sido las más criticadas por las comunidades y el signo político de sus gobernantes, como también es habitual, ha marcado posturas. Al final, ha ganado el consenso. ¿Ganará también nuestra salud o serán medidas poco efectivas? Está por ver.

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