El Periódico Extremadura

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ESTANCIA TEMPORAL HASTA QUE ENCUENTREN ACOGIDA O TRABAJO Y CASA

De Ucrania a Plasencia, nueva vida en un albergue

23 ucranianos han llegado a San Gil huyendo de las bombas; mientras los niños juegan, los adultos agradecen la ayuda municipal y de oenegés e intentan transmitir sus necesidades pese a la barrera del idioma

Menores ucranianos, en una habitación del albergue.

Ludmila, de 34 años y su madre de 59 vivían en una ciudad ucraniana donde había una unidad militar y un aeropuerto que «fueron alcanzados por cohetes dos veces». Confiesa que, por las noches, «casi no dormía, tenía miedo de perderme la alerta de ataque aéreo y mi madre comenzó a tener problemas cardiacos, estaba constantemente en tensión nerviosa». Por eso huyeron de Ucrania y ahora han iniciado una nueva vida en el albergue que Placeat tiene en San Gil, entidad local menor de Plasencia.

Ludmila y su madre son dos de las 23 personas que llegaron la noche del lunes al recinto, «con una gran desconfianza», según apreció el presidente de Placeat, Paco Valverde. Tras recibirles y reunirse con ellos tanto por parte del ayuntamiento, con el alcalde a la cabeza, como de oenegés, les dieron la cena, pudieron asearse y les repartieron en las habitaciones. Este martes, sus caras habían cambiado.

«Los españoles tienen un gran corazón», afirma Vika en inglés. Su gran barrera ahora es el idioma y, mientras llega una intérprete, el traductor de Google es el que está permitiendo que los servicios sociales municipales y la concejala de Familia, Mayte Díaz, puedan entenderse con las familias.

Utilizando el traductor de Google. TONI GUDIEL

Las necesidades de alimentación las tienen cubiertas. Cáritas se encargará de las comidas y cenas y también cuentan con la colaboración del Banco de Alimentos y empresas de alimentación.

Pero este martes, las trabajadoras sociales intentaban descifrar otras necesidades para poder hacerles frente, desde medicamentos, hasta calzado o ropa. «Placeat se compromete a colaborar con los productos que puedan necesitar», apuntaba Valverde.

Mientras unos intentaban hacerse entender con ayuda del traductor, otros mantenían conversaciones vía móvil con aquellos que han dejado en Ucrania, hermanos, cuñados, sobrinos, padres y madres.

Hablando por el móvil con sus familiares. TONI GUDIEL

Olena, Irina y Vika tienen entre 31 y 41 años y han llegado con una familia numerosa de cuatro menores, de 3, 4, 13 y 17 años. No tienen problemas en abrir las puertas del que, de momento, va a ser su nuevo hogar, lejos de sus amigos y familiares, pero también de las bombas.

Vivían en la región de Kiev y confiesan que tienen «miedo» por los que se han quedado allí, pero «todos los días les llamamos y rezamos por ellos y por Ucrania», señalan.

Del recibimiento, solo tienen palabras de agradecimiento y, mientras sus hijos se entretienen con el móvil, los mayores y los más pequeños, con juguetes que les han llevado, ellas lo que piden es trabajo y una casa porque a Ucrania no volverán «hasta que acabe la guerra».

Los más pequeños, jugando en el albergue. TONI GUDIEL

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