El Periódico Extremadura

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ESTE MES OFICIARÁN LA PRIMERA BODA DEL AÑO, ANTES DEL COVID ERAN MÁS DE CUARENTA

Los siervos de la patrona de Plasencia

Solo dos siervos de María permanecen en el santuario de la Virgen del Puerto; la falta de vocaciones ha mermado su congregación y la pandemia ha afectado tanto a su situación económica como al culto y a las celebraciones

El padre José María (izquierda) y el padre Jaime, ante la Virgen del Puerto de Plasencia. TONI GUDIEL

Un día al año, la fiesta de la Virgen del Puerto, el santuario de la patrona de Plasencia se llena de placentinos. Ese día, todo brilla, todo luce y quienes están detrás durante esa jornada, pero también el resto del año, son los frailes de la congregación de los Siervos de María.

Fray Jaime María Frau Vicens, de Denia y 82 años y Fray José María Correcher Blasco, de Valencia y 81, son los frailes que actualmente residen en el santuario y se encargan de su mantenimiento.

Ambos coincidieron en Plasencia en el año 1955 para estudiar en el seminario de la Congregación de María, que estaba en lo que hoy es el parador de turismo. El padre Jaime recuerda que, «al principio había dos comunidades», una en Santo Domingo y otra en el Puerto. Fue la «época fuerte» del santuario, ya que contaba «con cinco padres y hermanos y se asistía también al pantano de Torrejón».

A finales de los años ochenta, el seminario de Santo Domingo cerró. Llegó a tener cerca de cien alumnos y formó a «abogados, médicos, profesores, también de las comarcas», señala el padre Jaime.

Animales, bar y tienda de objetos

Este llegó al santuario por primera vez en 1973 y recuerda los cambios que ha vivido el santuario con el paso de los años. Porque en los primeros momentos, los frailes tenían animales, un burro, cerdos, «hasta siete vacas»... En la antigua cuadra, llegó a abrirse un bar, hasta que dejó de tener clientela y también más adelante se puso en marcha una tienda de objetos religiosos, que igualmente «se tuvo que cerrar».

Ahora solo están los dos padres. El padre Jaime volvió al santuario en el 2019, después de que otro fraile, el padre Antonio, falleciera y dos más que estaban con él «lo dejaron completamente».

El padre José ha llegado hace unos meses y anuncian con satisfacción que en breve llegará un tercer hermano, de Méjico.

Señalan que la ausencia de vocaciones ha dejado mermada su congregación a nivel mundial. Como ejemplo, en Valencia hay un seminario de Teología en el que estudian actualmente tres alumnos y precisamente, donde más vocaciones hay es «en el mundo asiático, la India, Indonesia y Latinoamérica».

El padre Jaime destaca: «Antes, la provincia española era la más grande de la orden y ahora somos una delegación».

Apuntan como causa a una «crisis vocacional por una cultura laicista, con poco sentido de responsabilidad y esto es un compromiso de vida».

Vivir de las rentas

Los padres Jaime y José se mantienen con sus pagas de jubilado y la de capellán del hospital que recibe José. El resto lo reciben de donativos y lo que los fieles dejan en el cepillo en las misas o para encender velas. 

Abren de siete de la mañana a diez de la noche, pero el confinamiento les dejó también encerrados y sin recursos, «vivimos de las rentas, la Guardia Civil estaba en la carretera y no dejaba subir a nadie», recuerda el padre Jaime. Por eso, un día del Puerto con lluvia es un mazazo para ellos y una bendición el día soleado de la última celebración.

Aún así, son optimistas, «esto es un servicio al pueblo y a la Iglesia y no puede caer». Este mes oficiarán la primera boda del año, cuando antes del covid, «había cuarenta o cincuenta» y, con todo, se muestran «agradecidos a la ciudad, que siempre ha estado muy unida a nosotros». 

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