CONTRA DE SEXTA

Rosa

Rosa María Garzón Íñigo

Mezcla entre el rojo, que invita a la acción, y el blanco, que lo mitiga con su pureza e incita a la relajación, hemos convertido este color en el identificativo por excelencia femenino. Para bien, casi siempre. Por su relación con la femineidad en toda su expresión desde antes de nacer, pero también, porque la historia reciente le ha atribuido connotaciones de positividad y optimismo y hasta la cromoterapia, como seudo-ciencia, lo utiliza en nuestro beneficio. Para mal, porque aún queda algún retrógrado, por fortuna en peligro de extinción, que lo desprecie por su identificación con la sensibilidad atribuida a la mujer, como estereotipo negativo sinónimo de debilidad o de conexión con las emociones y sentimientos, terreno tradicional y erróneamente exclusivamente femenino.

En sicología es un color emocional que influye en los sentimientos transformándolos en más amables, cargados de afecto, amor y protección capaz de alejarnos de la soledad y aportarnos sensibilidad, de forma altruista, infantil, romántica, delicada y tierna hasta la ingenuidad.

Espiritualmente, su significado evoca tranquilidad y optimismo y científicamente demostrado está que induce calma y combate el estrés, reduciendo la agresividad e infundiendo esperanza. Es el color de la reciprocidad, la alegría de dar y recibir al mismo tiempo. Y, aunque sobradamente sabemos y experimentamos que no todo es color de rosa, como cantaba Edith Piaf con su Vie en rose, en ese lugar fantástico de nuestra imaginación donde habitan los sueños, ilusiones, planes y milagros, sí.

Y, a pesar de que, inicialmente fuera color melocotón y la decisión de cambiarlo a rosa meramente comercial, el caso es que, podemos confirmar que el objetivo para el que Charlotte Haley lo creó se ha cumplido y es reconocido en todo el mundo como significado y significante de esta enfermedad, donde la visibilización es aún necesaria para llamar la atención de los responsables, sobre él y las necesidades que lo rodean.

También se sabe que junto al verde, es el color de la esperanza. Ese sentimiento, en ocasiones cruel que, por regla general, te empuja a seguir adelante. Como cada día siguen adelante millones de mujeres y también hombres en todo el mundo que han pasado, están pasando o vamos a ser una de tantas que pasaremos por un cáncer de mama, sin olvidar a quienes, por su causa, no están con nosotros.

Convertido en el más común de todos, este año, el mensaje por la celebración del Día Mundial contra el Cáncer de Mama es: “el rosa es más que un color, es investigación, atención gratuita para pacientes y familiares y detección precoz”. Y, sin duda, mucho más. Detrás de este bonito matiz se da una oscura realidad con muchas sombras antes de poder ver luz. Con etapas muy duras, de pérdidas y ganancias, de pasos hacia adelante y hacia atrás, en el que la dureza está presente de múltiples y variadas formas y el cuidado, tanto del cuerpo como del alma, en necesaria compañía, son imprescindibles para que la soledad no sea un obstáculo más del proceso de afrontación.

Por ello, debemos de seguir concienciando sobre la importancia de la investigación y su puesta en práctica para salvar vidas, con la empatía necesaria hacia cada persona que padece esta enfermedad, claves para curar y que el futuro sea rosa de verdad.