CONTRA DE SEXTA

Responsabilidad vial

Rosa María Garzón Íñigo

Hoy, como cada tercer domingo de noviembre desde el 1 de diciembre de 2005, se celebra el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas De Accidentes de Tráfico, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas (O.N.U.), en reconocimiento, tanto de las víctimas, como de las pérdidas y sufrimientos de sus familias.

Por desgracia, nuestro país el de mayor número de accidentes de la Unión Europea y, según la Dirección General de Tráfico (D.G.T.), cada día mueren en nuestras carreteras una media de tres personas, sobre todo en la franja de edades entre los quince a los veinticuatro años y, por encima, los mayores de sesenta y cinco, especialmente hombres, encontrándose entre los más vulnerables: los motoristas, peatones y ciclistas, por su menor protección.  

Comprensible, dadas las características de las personas de estas edades. Los más jóvenes, por un mayor número de desplazamientos, entre otros motivos. Los más veteranos, por exceso de confianza, inevitable automatización y, en edades más avanzadas, por la pérdida de reflejos y el consecuente aumento del tiempo de respuesta apropiada. En este caso, creo que las autoridades deberían de ser más exigentes en los psicotécnicos para garantizar la seguridad tanto propia, como ajena, dado el peligroso riesgo que conllevan.  

Y las causas principales de siniestralidad siguen siendo las distracciones al volante. Infracciones que conscientemente cometemos y vemos cometer. Generalmente, el uso del manos libres que, a veces, necesita apoyo extra manual para su correcto funcionamiento, cuando le dices: llama a mamá y te responde: llamando a Ana; miramos un mensaje que acaba de entrar; escuchamos un audio o avisamos de que nos falta poco para llegar, aumentando la potencialidad de irnos al garete o provocar que otro se vaya.

Como conductora víctima de dos, por falta de uno, he podido comprobar la cantidad y diversidad de factores que intervienen en un percance al volante, la mayoría internos y controlables, pero además, demasiados externos y fuera de nuestro control al no depender de nosotros, como fue el caso en ambos. Y es que, cualquier acción voluntaria, como el uso del móvil o, involuntaria, como un inesperado deslumbramiento, pueden ser fatales.

Por eso es que debemos de cumplir las normas de seguridad vial, para minimizar las consecuencias de una colisión y sus posibles secuelas, demasiadas veces irreversibles, si no mortales. A pesar de esos temerarios irresponsables que incrementan exponencialmente la exposición y gravedad de un siniestro al conducir afectados por el consumo de sustancias, desde una cerveza (o más) a otras drogas legales o ilegales. Así como exigir mejoras gubernamentales para nuestra red vial, servicios de emergencias, parque automovilístico, adquisición de vehículos, impuestos, etc.

Porque, al volante, las décimas de segundos pueden marcar la diferencia entre estar bien o no y, en el peor de los casos, entre la vida y la muerte. Sobre todo durante los diez minutos platino y la hora de oro, que son los primeros tras sufrir el suceso.  Y porque estoy segura de que todos conocemos algún caso cercano, imposible de olvidar, tengamos esa responsabilidad, tanto civil como institucional, que tanto trabajo nos cuesta asumir en más de una faceta de nuestra vida. Por todos mis compañeros y por mí, primero.