La visita a este país, posiblemente desconocido para muchos, ha sido algo que han hecho dos de los últimos Papas, Juan Pablo II el 25 de abril de 1993 y Francisco el pasado 21 de septiembre. Los dos viajes duraron lo mismo, unas doce horas. La diferencia es el contexto en el que fueron hechos, Juan Pablo II fue a los dos años de la caída de un régimen político dictatorial, mientras Francisco lo ha hecho en un momento en el que los fundamentalismos pseudo-religiosos están sembrando el terror a escala universal y profetizan catástrofes apocalípticas.

Albania ha dejado de ser el primer país ateo de la historia, como se leía en su constitución, para llegar a ser un modelo de convivencia interreligiosa, y precisamente esto último es lo que le interesaba destacar al papa argentino.

No ha sido casual que el Papa inicie sus viajes "no en el Bruselas rico sino en la Tirana pobre, no en la Europa unida sino en la Europa que ha quedado fuera de la fotografía de la familia europea". El objetivo era "promover el mensaje de armonía y fomentar la convivencia entre las religiones, que debe ser un lección para otras partes del mundo". Albania, con 2,8 millones de habitantes, encarna una realidad donde musulmanes (57%), católicos (16%) y ortodoxos (7%) conviven sin problemas (existen también un número reducido de evangélicos y de judíos).

En la Plaza Teresa de Calcuta de la capital se juntaron unas 300.000 personas, posiblemente muchos de ellos musulmanes u ortodoxos. Por eso Francisco pudo decirles: "las diferencias entre las distintas confesiones tiene que ser ocasión para el diálogo abierto y respetuoso". Los fanáticos que intentan instrumentalizar la religión para sembrar el terror, el miedo o la muerte no son más que miserables terroristas que acobardan a los débiles. Los representantes de las distintas confesiones deben hacer oír su voz y condenar sin reservas este tipo de conductas.