Los lirios navegan en el interior de la Ribera y son como los patriarcas del Marco en el mapa confuso y espeso en el que lleva años convertido el río de Cáceres. Si hay lirios al sureste de la ciudad es gracias al biólogo Juan Ramos. Por él sabemos que la buena salud de la que goza literariamente el paraíso verde cacereño arrastra, en el plano real, una situación muy delicada desde hace décadas en la que peligra, incluso, su elemento más esencial: el agua.

El pasado 3 de mayo la reunión celebrada por el Consejo del Agua de la Demarcación Hidrográfica del Tajo, dependiente de la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT), determinó que el Calerizo y la masa subterránea que almacena, se queda fuera de la protección del Plan Hidrológico de la cuenca del Tajo durante el periodo 2022-2027.

La Ribera guarda 13 hectómetros cúbicos (por comparar, el embalse del río Guadiloba que abastece a Cáceres tiene una capacidad de 20). Conviene recalcar, aunque se haya hecho ya tantas veces, que el Calerizo es esencial en el origen de los primeros pobladores de la ciudad en el Paleolítico, que habitaron la Cueva de Maltravieso, a orillas de nuestro río, escondido hoy por la maleza y el abandono.

A juicio del biólogo, «no parece haber sido suficiente la presentación ante el citado organismo de un documentado estudio titulado ‘Acuífero del Calerizo de Cáceres y la necesidad de su designación como masa de agua’, realizado por la Fundación Nueva Cultura del Agua con sede en Zaragoza bajo el patrocinio de la Plataforma Salvemos la Montaña y apoyado por 75 colectivos sociales de la ciudad».

Ni tampoco ha servido la presentación del acuerdo de la corporación municipal «por una amplia mayoría absoluta en el mismo sentido, sobre la necesidad de protección del acuífero por el riesgo de sobreexplotacion y de contaminación». Ramos incide en que en el caso del ayuntamiento, «esta es la tercera vez que se realiza la misma petición, ya que se presentó también en los años 1992 y 2018».

El biólogo expone que una de las conclusiones finales del estudio es que «debe ser objeto de su identificación y caracterización como masa de agua subterránea con arreglo a lo establecido en la legislación comunitaria y española (artículo 5.1 de la Directiva 2000/60/CE y artículo 41.5 del texto refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 1/2001), pues reúne todos los elementos necesarios para su reconocimiento: la diferenciación geológica e hidrológica, su utilización, la existencia de riesgos ambientales que requieren protección por depender de él, especies, hábitats y lugares de la red Natura 2000».

La charca donde habitan las ranas. MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Pero, además, el Instituto Geológico y Minero de España (IGME, 2010) asigna al acuífero del Calerizo un carácter de reserva estratégica de agua para Cáceres «ya que sus especiales y bien conocidas características hidrogeológicas lo hacen muy adecuado para usarlo como un almacén para atender el abastecimiento en situaciones de extrema sequía, así como otros aspectos medioambientales.

El propio Plan Especial de Sequías de la Demarcación del Tajo, dependiente de la CHT, contempla, añade Juan Ramos, «la explotación del acuífero del Calerizo en situaciones de alerta y emergencia para el apoyo al abastecimiento urbano».

El estudio

Y ahí no queda la cosa: «La misma CHT alega, sin embargo, de manera genérica, que se necesita de un estudio más detallado para caracterizar el Calerizo. ¿A qué está esperando para acometerlo, por qué no se ha elaborado ya desde la primera vez que se realizó la petición por parte del ayuntamiento en 1992?».

Ramos comenta que «tampoco la CHT ha querido participar en las distintas ediciones de las Jornadas sobre Cáceres y la Ribera del Marco que año tras año organiza la Asociación de Amigos de la Ribera, la última el pasado 27 de noviembre de 2021. «Creo -concluye el profesor- que la CHT debe asumir ya su responsabilidad como organismo público gestor e informar a la ciudadanía fundamentando su posición de por qué no se ha tomado ninguna medida de protección en relación al acuífero de El Calerizo».

El pasado 13 de mayo los hortelanos de una parte de la Ribera del Marco exigían, por su parte, una solución al desperdicio de agua que se produce en sus parcelas debido a la antigüedad de las canalizaciones que datan de 1900 y que provoca que se malgaste gran cantidad de la que debe usarse para regar sus cultivos.

Era una petición más que se sumaba a la realizada el 12 de abril cuando la Comunidad de Regantes La Concordia mantuvo un encuentro en Mérida con la consejera de Agricultura, Begoña García Ramos, para acogerse a una línea de ayudas del gobierno autonómico que podría suponer el inicio de su transformación, una auténtica revolución que pondría al río de Cáceres en primera línea del desarrollo agroganadero de la capital cacereña. Pasaba por un proyecto de modernización de las explotaciones de huertas que, en números redondos, podría suponer una inversión de 1 millón de euros. Que siga la lucha, antes de que las ranas emigren y mueran los lirios.