El agua que sale por los grifos de los cacereños lleva justo tres décadas dependiendo de una solución que se adoptó de forma urgente y provisional en 1992. Y así sigue. El trasvase Almonte-Guadiloba permitió inyectar reservas a este pantano, por entonces ya insuficiente para abastecer a Cáceres, Sierra de Fuentes y Malpartida de Cáceres. Los ciudadanos habían cogido incluso experiencia en aquello de llenar las bombonas y bañeras porque el agua llegaba a cortarse a media tarde en pleno estío. La Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT) puso la evidencia por escrito en 1995: redactó un informe que determinaba que el Guadiloba no podría cubrir la demanda de Cáceres a partir del 2012.

Veintisiete años después de ese informe y diez años más tarde de ese límite, los ciudadanos siguen bebiendo de un trasvase que nunca ha gozado de la aceptación general: toma el agua de un punto del Almonte afectado por el embalse de Alcántara, «con la impureza que todos conocemos». Así lo explica la Agrupación de Asociaciones de Vecinos de Cáceres, que aglutina 40 barriadas, y que es el primer colectivo en exponer lo que espera del Gobierno local que salga de las urnas en mayo de 2023, a través de una serie semanal iniciada por este diario. Considera el abastecimiento de agua «crucial» y «prioritario», por lo que urge una solución e incluso aporta una propia: una segunda presa dentro de la cota de Alcántara. Y es que el proyecto aprobado finalmente, que consiste en trasladar las bombas del trasvase, tampoco convence a la Agrupación de Asociaciones de Vecinos: «Se sigue tomando el agua de Alcántara, más cerca del pantano y en un punto más sucio, donde ya se mezclan incluso las aguas que han salido de la depuradora de Cáceres», alega.

Para entenderlo, hay que ir al inicio de este problema. Inaugurado en 1971 con el fin de abastecer a la capital cacereña, el pantano del Guadiloba, de solo 20 hm3, se quedó pronto pequeño. Lo mismo llega a cotas bajas como tira al mes siguiente el agua por la presa. Por ejemplo, el pasado septiembre estaba al 30% y entre diciembre y enero, en seis desembalses consecutivos, acaba de arrojar la mitad de su capacidad total (el equivalente a un año de consumo). «Es un embalse muy pequeñito para una cuenca que da más agua de la que puede retener la presa, una lástima, porque la calidad del Guadiloba es buena, no tiene explotaciones agrícolas ni industrias, por tanto el agua no lleva pesticidas, fertilizantes ni productos tóxicos», subraya Santiago Márquez, delegado de temas medioambientales de la Agrupación Vecinal.

Esta poca capacidad obligó a crear el trasvase Almonte-Guadiloba en 1992, que fue una solución a una situación acuciante, pero tenía sus problemas. Primero, la calidad del agua, sospechosa para muchos ciudadanos que miraban y miran de reojo la contaminación del Tajo. Por ejemplo, el baño está prohibido desde hace 50 años a su paso por la provincia de Toledo. Luego discurre por el área de Almaraz y llega al pantano de Alcántara. De ahí la desconfianza que genera la situación de las bombas que captan el agua del Almonte para el trasvase hasta Cáceres.

Una «cloaca»

«Realmente la toma está en la cloaca que supone el Tajo, porque se capta en una cola embalsada del pantano de Alcántara que se mete kilómetros aguas arriba del Almonte, llegando hasta el punto de ubicación de las bombas», lamenta Santiago Márquez.

Pero además, Alcántara se encuentra sometido tanto a la producción hidroeléctrica de Iberdrola (titular de la presa) que hace variar la cota, como al tratado de Albufeira, que obliga a dar un determinado flujo de agua a Portugal. El alcalde, Luis Salaya, anunció en 2022 que se ha firmado un acuerdo con la CHT para que Alcántara no descienda de la cota 194 (por debajo de ella, las bombas quedan fuera del agua), pero anteriormente ha habido situaciones de riesgo de no poder seguir surtiendo al Guadiloba (sin trasvase y sin lluvias, tiene para dos años).

Instalación de las nuevas bombas más eficaces, en verano de 2021. EL PERIÓDICO

Por todo ello, el Ministerio de Medio Ambiente anunció en 2003 una partida de 28 millones encaminada a construir otro pantano de 40 hm3 en el Almonte, a 4 kilómetros de Monroy y a 30 de Cáceres. El proyecto fue anulado junto con el Plan Hidrológico Nacional por Zapatero tras ganar las elecciones de 2004, recogiendo las quejas de los movimientos ecologistas por entender que era un espacio fluvial especialmente conservado. La CHT buscó otras cuatro soluciones para traer agua a Cáceres. Fue entonces cuando el Ministerio de Medio Ambiente eligió Portaje en 2005. La ciudadanía cacereña se dividió. El movimiento vecinal no vio con buenos ojos aquella solución y la rechazó. Consistía en otro trasvase desde un embalse de solo 23 hm3 que dependía para sus refuerzos de agua del Gabriel y Galán (riego y producción eléctrica) y necesitaba 65 kilómetros de tuberías hasta el Guadiloba, además de varias estaciones de bombeo. Todo ello, con cargo a los recibos de los cacereños.

La obra fue adjudicada en mayo de 2007 y en diciembre se instaló simbólicamente el primer tramo de tuberías. Desde el principio, el trasvase de Portaje tropezó con problemas. El más importante surgió en 2009: el Ministerio de Fomento impidió que las tuberías se instalaran bajo los puentes del Tajo y el Almonte, ni en la N-630 ni luego en la A-66. No aceptó ninguna alternativa por seguridad. Entre unos ajustes y otros, el proyecto superaba ya los 60 millones. Los trabajos no avanzaban. Las fechas bailaban. El Ministerio de Medio Ambiente reiteraba que seguía trabajando para encontrar una solución técnica. Hasta octubre de 2019, la UTE de Portaje no solicitó la resolución del contrato. Se habían perdido 13 años y 60 millones de euros.

En julio de 2020 se anunció la última solución (hasta ahora), que se encuentra ya en trámites. Consiste en desplazar la captación del actual trasvase del Almonte 6 kilómetros aguas abajo hacia el pantano de Alcántara, para rebajar la toma a 180 metros. Esa cota garantiza que nunca se quedarán las bombas al aire, y que al menos se aprovecharán 20 kilómetros de las tuberías instaladas para Portaje.

La última opción avanza

El DOE publicó el pasado septiembre el informe de impacto ambiental favorable a este proyecto, por parte de la Junta de Extremadura. Aún falta la declaración del propio ministerio para que la CHT pueda sacar la obra a licitación (se esperaba poder hacerlo en 2022) con una previsión de 20 millones. Incluye una nueva instalación de 6 bombas sumergibles (trasvasarán 600 litros por segundo), una nueva subestación eléctrica y una planta solar fotovoltaica para el autoconsumo de todo el sistema. Este agua podrá impulsarse directamente a la Estación de Tratamiento de Agua Potable sin pasar por el Guadiloba, por eso se hará otro depósito de 15.000 m3.

Parte de las tuberías de Portaje se reutilizarán para traer agua desde la nueva toma, cerca del puente de la A66. EL PERIÓDICO

«Se ha llegado aquí después de muchos años de disparates y tampoco es la mejor opción. No parece que haya habido una búsqueda comprometida de un buen proyecto», declara Santiago Márquez. «Si se han tirado tantos millones de euros con Portaje, ahora tiene que haber dinero para una solución definitiva», sostiene el representante de la Agrupación Vecinal, colectivo que cree que existe una alternativa intermedia, consultada con especialistas. «Se trataría de hacer un embalse dentro de otro embalse, respetando la cota de Alcántara». Para entenderlo fácilmente, «un muro que impidiera que el agua de Alcántara se mezclara con la del Almonte, en el punto donde se proyecta esta nueva captación (a unos 300 metros del puente sobre la A-66)», precisa Santiago Márquez.

Al respetar la cota, «la zona de afección no subiría y no habría efectos medioambientales en el entorno», y en cambio «tendríamos agua limpia». Podrían acumularse en ese punto «unos 20 o 30 hm3, que no es mucho, pero a diferencia del Guadiloba, el Almonte dispone de una gran cuenca que recoge continuamente agua».

De hecho, recuerda Márquez, el Almonte, con cien kilómetros desde su nacimiento en Las Villuercas, «es el tramo más largo de un río en España sin represamiento hasta llegar a su desembocadura en el pantano de Alcántara». Se trata por tanto «de un río natural, vivo, que corre, con una cuenca limpia sin polígonos industriales ni extensiones cerealistas». Separado de Alcántara con esa estructura, «permitiría un agua de calidad para Cáceres».

Sequías prolongadas

El presidente de la Agrupación Vecinal, José Antonio Ayuso, sostiene que «el problema del abastecimiento quedaría de este modo solventado para muchos años, y además beberíamos agua limpia». Recuerda que la capital cacereña «ha crecido en las últimas décadas y necesitamos una solución efectiva que garantice un suministro en condiciones, porque cada vez se esperan periodos de sequía más prolongados».

El Guadiloba ha desembalsado con las últimas lluvias el equivalente a un año de consumo. LORENZO CORDERO

De hecho, el Guadiloba, pese a su pequeña capacidad, no desembalsaba desde 2018 y en 2019 se rozó continuamente la cota límite del actual trasvase, lo que suponía entrar en el umbral de alerta de sequía para cien mil ciudadanos. En 2020, el pantano se quedó por debajo del 30%, el peor registro en dos décadas. En 2021 llegó a la cota crítica de 194, a punto de entrar de nuevo en prealerta de sequía. 

UNA CIUDAD SIN AGUA, DE ESPALDAS A SUS RESERVAS

En una ciudad como Cáceres, con sus problemas de abastecimiento y la amenaza de sequía cada vez más presente, resulta cuanto menos extraño que se viva de espaldas tanto a un río que atraviesa el casco urbano como a un acuífero subterráneo con amplias reservas. Ni el Marco, con un caudal en pleno verano de entre 20 y 30 litros por segundo, ni el Calerizo, que dio de beber a Cáceres durante mucho tiempo, tienen la conservación que requieren. El Marco espera que cuajen por fin los proyectos en trámites para adecentar alguno de sus tramos, y el Calerizo no logra una mínima declaración para su protección por parte de los sucesivos ministerios. Al contrario, ambos ocupan amplias zonas degradadas con vertidos, suciedad, pozos ilegales y pozos ciegos.

Es otra de las principales quejas, y a la vez reivindicaciones, de la Agrupación de Asociaciones de Vecinos de Cáceres en relación con el tema del agua. «El Calerizo es el embalse natural de Cáceres, no se comprenden las décadas de abandono», lamenta Santiago Márquez, delegado de Medioambiente de colectivo.