el blog del cronista

Montano

Fue un arquitecto nacido en Madrid en 1860 que en 1894 sacó plaza en propiedad en el Ayuntamiento de Cáceres

Ayuntamiento de Cáceres.

Ayuntamiento de Cáceres. / EL PERIÓDICO

Fernando Jiménez Berrocal

Fernando Jiménez Berrocal

Rufino Ernesto Rodríguez Montano, fue un arquitecto nacido en Madrid en 1860 que en 1894 sacó plaza en propiedad en el Ayuntamiento de Cáceres. Su llegada a la vieja villa se produce en una época de retos, que debían trasladarla al nuevo siglo bajo el paradigma de la modernidad. Montano no fue ajeno a esos desafíos y una de sus primeras obligaciones como arquitecto municipal sería realizar una memoria , a petición del Gobierno Civil, para informar sobre una serie de carencias que era necesario remediar, sobre las que los poderes locales llevaban tiempo incidiendo sin encontrar una solución plausible . Problemas como el agua corriente, la luz eléctrica, un mercado digno o un cementerio igualmente decoroso, estaban sobre la mesa del Ayuntamiento desde épocas pasadas, sin haber encontrado ni la financiación necesaria ni el compromiso del consistorio, para corregir las deficiencias que frenaban el desarrollo de la ciudad. 

El nuevo arquitecto municipal en agosto de 1894 , recién llegado a la ciudad, hace un análisis exhaustivo sobre las carencias estructurales que tenía Cáceres, proponiendo una serie de alternativas que , una vez más, no serían atendidas hasta décadas después. Un ejemplo claro de esa falta de apuesta por el futuro, será la necesidad de un mercado de abastos digno y aseado que acabase con la imagen de la plaza Mayor, abarrotada con más de cien puestos de todo género sin el mínimo control higiénico. Cáceres debería de esperar hasta 1931 para tener su primer mercado de abastos.   

"El nuevo arquitecto municipal hace un análisis exhaustivo sobre las carencias estructurales que tenía Cáceres"

Otro caso llamativo es el del agua corriente. A finales del siglo XIX, la ciudad aún seguía surtiéndose de agua por medio de unos 30 aguadores, que se encargan de facilitar al vecindario en torno a 1.500 cargas diarias (según datos aportados por Montano), por las que se cobraba una media de 10 céntimos por carga, sin contar el acarreo de particulares que a diario acudían a las fuentes públicas para llenar sus cántaros para el uso doméstico. Ante esta situación se plantea elevar el agua del subsuelo por medio de pozos de sondeo, para poder atender a una población de 15.000 habitantes con un consumo medio de 60 litros por habitante y día. El proyecto de sondeos se valora en 54.750 Pts. Nunca se lleva a cabo, al final se optará por el agua, de mala calidad, que emergía de las galerías mineras de Aldea Moret para iniciar la primigenia conducción de agua potable a la ciudad. 

Rodríguez Montano no es ajeno a la hora de abordar los problemas, de carácter perpetuo, que padecía el Cáceres de fin de siglo. Sobre el estudio que hace del cementerio, aprecia que se encuentra en «total estado de abandono y en las peores condiciones», por lo que propone construir uno nuevo que reúna las condiciones tanto higiénico como de aspecto que la ciudad necesita. Propone acelerar la instalación del alumbrado público, la construcción de escuelas por parte del Ayuntamiento, pues en 1894 existen ocho aulas en la ciudad, de las que sólo dos se encuentran en locales de nueva planta, el resto son casas particulares sin las debidas condiciones de habitabilidad. También analiza el problema de alcantarillado, deficiente e incompleto, o la necesidad de un matadero nuevo y digno. Cuestiones que no llegaron a ejecutarse hasta décadas después, a pesar que el arquitecto propone un plan de inversiones y formas de amortización de capitales para que sus propuestas pudiesen llevarse a cabo. Proyectos, ideas y propuestas que muestran como ha sido el lento circular de Cáceres por los caminos de la modernidad.

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