Reflexiones al paso

De números y numeritos

Las cifras tienen muchos ángulos, y nos dan diferente información según cómo se expongan

En Cáceres no hay 12.000 cofrades, pero sí bastantes hermandades que destinan la recaudación íntegra de actos e incontables horas a causas benéficas

De números y numeritos

De números y numeritos / El Periódico

José María Ávila

José María Ávila

En ocasiones, los números nos sirven para visualizar mejor aquello que, sin su ayuda, tendríamos mayor dificultad para comprender. Sucede también con la Semana Santa.

Sin embargo, a veces las cifras son tramposas. Tienen solo una cara, pero muchos ángulos, y nos dan diferente información según cómo se expongan, cómo se adornen y cómo se interpreten. El caso es que uno se ve cada vez menos representado por las ristras insulsas de dígitos que cada año, por estas fechas, recibimos de los medios.

Quién no ha leído, a estas alturas de Semana Santa, acerca de las 17 hermandades, los 24 desfiles procesionales, los 49 pasos, o los cerca de 12.000 cofrades, que todo el mundo sabe que ni los hay ni los habrá nunca, por más que se empeñen cada año en clonarnos como ovejas. De los 2.000 o 3.000 kilos que pesa tal paso, de los metros de altura de un palio, de los horarios previstos para docenas de conciertos, conferencias y pregones (ahí ya hace tiempo que perdí la cuenta), o de la probabilidad porcentual de lluvia que se estima para cada uno de los días santos.

Con total seguridad, les habrán hablado ya del impacto económico de la ‘fiesta’ (que en realidad no es fiesta, sino conmemoración). Del 100% de ocupación hotelera, del precio al que cotiza la noche por habitación en la capital, de las 15.000 guías editadas o de los 100.000 euros en subvenciones, que ayer eran 40.000 y anteayer 30.000, aunque nadie desde fuera sepa explicar muy bien para qué se utilizan.

Conocerán, asimismo, al detalle, cantidades colosales de turistas, beneficios no menos colosales en las cajas de los gastrobares, o el momento exacto en que el primer espectador llega para coger sitio en Santa María.

La cuestión es que todas estas cifras son vacías, repetitivas y de escaso recorrido.

Sabemos que, en los tiempos que corren, es difícil ceñirse a la narrativa y contener los excesos estadísticos. Pero, puestos a dar números, podríamos hablar por ejemplo de que bastantes hermandades, frente al incremento feroz de los costes accesorios, siguen dedicando más del 50% de su presupuesto anual a donaciones y actos de caridad, casi siempre anónimos.

De las decenas de toneladas de comida que se recogen cada año en las campañas del banco de alimentos, coordinadas por numerosos voluntarios y también en parte por las cofradías.

De que el espectáculo que miles de testigos contemplan en la calle, con frecuencia, lo sacan adelante un puñado de no más de veinte personas durante todo el año.

Cofradías que, cinco siglos después siguen ocupándose en silencio de necesitados, enfermos y desvalidos

De que la recaudación de cualquier acto con el apellido solidario, en monedas contantes y sonantes, se destina íntegra a causas benéficas, sin pasar por otras manos. Y que cada uno de esos actos consume incontables horas de tiempo, de descanso y de familia. Otra forma de donación.

Frente a los cuarenta días con sus cuarenta noches de Cuaresma, las cuatro horas del penitente sufriendo el capuchón, o los noventa minutos que más de uno aguanta esperando de pie en la calle, hemos de confrontar los 600 años de historia de crucificados a cuyo paso la muchedumbre se sigue santiguando, o los cinco siglos de cofradías que figuran entre las instituciones más antiguas que perviven en la ciudad. Instituciones que, medio milenio después, continúan ocupándose en silencio de necesitados, enfermos y desvalidos; no importa el desastre, la pandemia, los incendios, las guerras, los periódicos, el color del político, la demografía o el dirigente de turno. Avatares, figuras y figurantes que, no lo olvidemos, siempre han estado y estarán aquí de paso. Ellas, las cofradías, no.

Hay quien disfruta más intensamente las seis semanas de Vísperas, con su centenar largo de eventos de toda índole organizados por las cofradías, que los nueve días de procesiones, las ocho jornadas de Pasión, o acaso las cuatro del que solo viene de puente. En el fondo, la Semana Santa no es sino el epílogo de un viaje cíclico de doce meses, cargado de números, cuyo siguiente capítulo comenzará a escribirse de nuevo a las tres de la tarde del Domingo de Resurrección. Pasada la Hora Nona. Allá cuando se cierren las puertas de la pequeña ermita frente a Santa Clara. 

*Cofrade de distintas hermandades.

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