El Periódico Extremadura

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Entrevista Enrique Moradiellos Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura

«Franco ni era amigo ni enemigo de los judíos. Tuvo luces y sombras durante el Holocausto»

El historiador de la Universidad de Extremadura escribe junto a Santiago López y César Rina 'El Holocausto y la España de Franco'

Enrique Moradiellos, en la Feria del Libro de Cáceres CarlaGraw

Franco ni fue amigo ni enemigo de los judíos, pero la actitud ambivalente y errática del dictador durante la Segunda Guerra Mundial contribuyó a que 35.000 judíos huyeran del genocidio a través de España (única salida de la Europa ocupada) y que 8.000 conservaran la vida gracias a la tutela de diplomáticos españoles. Estas cifras demuestran que el dictador no agotó todas las posibilidades que poseía para salvar a los judíos, pero sí afloró su pragmatismo (dejar hacer mientras convenga al régimen). En todo ello profundizan los historiadores extremeños Enrique Moradiellos, Santiago López Rodríguez y César Rina Simón en el libro El Holocausto y la España de Franco (editorial Turner Noema). Efectúan un exhaustivo análisis del origen y los porqué del odio a los judíos; la posición voluble de una España germanófila y la valentía de una veintena de diplomáticos españoles que arriesgaron sus vidas, sus familias y sus carreras por proteger a los judíos, y como la prensa extremeña y española jugaron un papel clave como maquinaria de propaganda permeable a las directrices cambiantes del régimen respecto a Hitler.

¿Franco fue el salvador de los judíos?

Franco salvador de los judíos inmaculado, cuya política sirvió para paliar el Holocausto judío bajo cuerda a pesar de su amistad con la Alemania de Hitler. Esta es una corriente, pero hay otra que es la de Franco enemigo de los judíos, que fue un implacable adversario de los judíos y que colaboró con las autoridades genocidas alemanas. Estas son las dos grandes ideas. La historiografía sobre el Holocausto es muy abundante y muestra una visión ponderada de lo que fue la política del régimen de Franco durante la Segunda Guerra Mundial y nos ofrece tres características. En primer lugar, hay una cierta ambigüedad de actitudes y de actuaciones de lo que se piensa y de lo que se hace. El historiador alemán Bernd Rother demuestra la ambivalencia de Franco durante el Holocausto. Existe una segunda característica que muestra notables contradicciones e incluso paradojas. Franco hace cosas que sorprenden y que podríamos llamar contradictorias. El tercer elemento es lo que destacan historiadores españoles como José Antonio Lisbona y Alejandro Baer, que sostienen que esa política es pragmática y adaptable a los cambiantes contextos imperantes. 

En el libro, usted diferencia entre judeofobia y antisemitismo

La judeofobia, el desprecio al judío como practicante de una religión considerada superada, incluso diabólica, que transmite la tradición católica. Los judíos habían sido el pueblo elegido por Dios para predicar a la humanidad que había un único Dios, que sólo se debe adorar a un único Dios, que es la peculiaridad del judaísmo. Fue la primera religión monoteísta. Jesús era judío y practicaba los ritos judíos, cumplía con los preceptos religiosos igual que los apóstoles, que también eran judíos. Desde los tiempos de Alejandro Magno existe hostilidad hacia los judíos, que nosotros no llamamos antisemitismo, sino judeofobia. Es un odio que procedía de ser la primera religión monoteísta de la historia. Hasta ese momento, existía el culto a los fenómenos naturales que se creían dotados de alma y de voluntad, de inteligencia, de acción. Los pensamientos totémicos de los dioses son porque hay una creencia de que la voluntad, la inteligencia y el temor lo tienen las formas de la naturaleza; hay un cosmoteísmo que es la etapa que llamamos de religiones animistas. Cuando se da este politeísmo, hasta el siglo primero de nuestra era, se produce una situación muy difícil que es el sincretismo. Los egipcios no tienen ningún problema en reconoce que los romanos tienen un dios que es Júpiter y que el de ellos es Amón. El sincretismo es asociar o poner en paralelo que Amón equivale a Júpiter en distintas religiones. Esto favorecía la convivencia armoniosa. Pero cuando aparece la religión judía primero con Abraham, que era un pastor semita, y luego con el profeta Moisés, ya no hay dioses, sólo uno omnipotente y omnipresente. Es un dios tan absoluto que no puede ser representado, solo se puede acceder por el interior. Es el impronunciable, que no tiene nombre porque escapa a cualquier limitación de palabra y obra; no se le puede adorar quemado incienso o dando de comer, sino orando, y hace que los otros dioses sean ídolos. Se aprecia una acumulación cómplice de lo que llamamos el antisemitismo alemán, el nuevo racismo biológico y naturalista alentado por Alemania como país. Este antisemitismo no es la judeofobia, sino que deriva de las nuevas necesidades biológicas del siglo XIX que llegan con la culminación del darwinismo, que determinaba que la especie estaba en una lucha permanente por la vida en el contexto de una naturaleza que evoluciona con la supervivencia de los más aptos, eliminando a los indeseables. En este contexto, las doctrinas biológicas antisemitas surgen y no se considera al judío como parte de la evolución, que no pertenece al género humano. En el proceso evolutivo, se genera en la vanguardia de la humanidad la raza aria superior. El judío es una especie diferente, con apariencia humana porque es camaleónico, pero vive como un parásito absorbiendo la sangre y el sueldo del alemán. Hay que extirparlo para la supervivencia de la raza blanca. Es decir, una cosmovisión racial, biológica, naturalista, que nada tiene que ver con la vieja judiofobia, que permitía integrarte si te convertías al cristianismo. El antisemitismo no contemplaba la conversión porque su naturaleza no es humana y la mezcla generaría un tifus. Por ello, es una seudoraza, perniciosa que hay que identificar, discriminarla, segregarla y, cuando sea posible, exterminarla.

"Hasta los años 70 la prensa española no publicó fotos de los campos de exterminio

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¿La llegada del judaísmo rompe ese sincretismo entre las religiones y nace el resquemor hacia los judíos?

Con todo ello, al pueblo judío se le considera soberbio porque dice que su dios es único. El conflicto entre monoteísmo y politeísmo es durísimo. La soberbia teológica va unida a una práctica cultural porque la religión impone prácticas culturales y los judíos creen que sólo hay un dios, que solo pueden adorar a uno, que no pueden casarse con alguien que incumpla este precepto. Así, empiezan a acusarles de insociables, además un judío debe practicar lo que dice la divinidad: los sábados se descansa, a los varones se les elimina el prepucio con la circuncisión, no se mezclaran la carne y el pescado... Todo esto refrenda la acusación de insociabilidad, que se refuerza con la idea de soberbia porque su dios es el único. Cuando llega la crisis de la separación del cristianismo de la matriz judía en los textos aparece que Jesús de Nazaret era uno de los profetas como Isaías o Jeremías, pero los cristianos dicen que Jesús es Dios, es el Mesías ungido y el hijo de Dios. Con el triunfo del cristianismo, el judaísmo pasó a ser una religión minoritaria, pero tolerada. Los cristianos tienen la Biblia judía que es el Antiguo Testamento y todos son hijos de Abraham, pero son responsables de la muerte de Cristo y, como dice San Agustín, las penas que sufren en la tierra es la justa por haber ignorado la llegada de Cristo. Es el pueblo que iba a recibir al Mesías, pero cuando llegó, no lo vieron.

¿Esta judeofobia genera un estereotipo del judío?

La judeofobia fue creando un poso en las sociedades cristianas que se mantuvo hasta finales de la Edad Media, un poso que dice que el judío es terco, mentiroso, traidor, materialista, además vive en las ciudades y no en el campo, no está enraizado, es codicioso... Todo esto crea un estereotipo muy negativo convirtiendo a los judíos en una comunidad marginada, que trata de defenderse y sobrevivir, pero los judíos son parte del ser humano; son hijos de Adán y pueden convertirse. De hecho, millones de judíos se convirtieron a lo largo de la historia y pasaron a ser parte de la sociedad cristiana o musulmana porque no existen impedimentos naturales para la conversión. Por eso, la iglesia cristiana mantiene esa judeofobia que creemos es la dominante en España y la dominante en Franco.

Sin embargo, la judeofobia de Franco se atenúa por su filosefardismo

En Franco y en el régimen hay un elemento que sirve para atenuar la judeofobia: la existencia de un filosefardismo. Son los judíos españoles expulsados en 1492, que muchos se fueron a vivir al norte de África, sobre todo Marruecos. A fines del siglo XIX, el Ejército español descubrió en Marruecos a judíos que hablaban en castellano y que recibieron a los soldados como libertadores porque estaban marginados, humillados y muy maltratados. Los españoles les dieron derechos civiles y prohibieron a la población musulmana el maltrato a la minoría judía, que se sintió protegida por los españoles. Estos sefarditas responden colaborando con el Ejército español, siendo sus exploradores, acogiéndoles en sus casas, sirviéndoles de traductores porque los judíos hablaban árabe y ladino. Se convierten en aliados esenciales del protectorado. Franco fue uno de los militares africanistas y conoce a los judíos; ha tenido que defender a comunidades judías y es evidente su sentimiento filosefardita.

«Es imposible que los diplomáticos actuaran contra las órdenes dictadas por Franco

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Y es cuando Primo de Rivera promulga el decreto de 1924 que reconoce la nacionalidad española a estos judíos

Para Franco y los militares, las comunidades sefarditas eran apreciadas en contraste con la hostilidad de la mayoría de la población musulmana que era el moro bárbaro, traicionero contra el que había que luchar hasta la muerte. En el desastre de Anual de 1921, se perdieron 8.000-9.000 soldados. Por ello, cuando se constituyó la dictadura de Primo de Rivera en 1923, que conocía Marruecos, se ofreció la nacionalidad a los sefarditas. El decreto de Primo de Rivera de 1924 fue utilizado por el cuerpo diplomático español para implantar la protección consular a los judíos sefarditas de poblaciones de Grecia, Bulgaria, Hungría, etcétera, durante la Segunda Guerra Mundial.

Queda clara la judeofobia de Franco, pero parece que no cala en él el antisemitismo nazi

La actitud de Franco hacia la comunidad judía fue variable. De los años 39 al 45 existe un realidad determinada por la política genocida de Hitler. La dictadura de Hitler domina prácticamente Europa en los primeros años de la guerra y España es un país fronterizo con Alemania porque Alemania ocupa desde la zona Atlántica a Irún. Hendaya no es francesa, es alemana igual que el París ocupado por los alemanes y otras zonas del gobierno títere que colabora con Hitler. España es uno de los países no beligerantes y neutrales que puede ayudar a los judíos y también ser la vía de escape para los combatientes o los soldados aliados caídos que intenta marcharse porque es más fácil salir por España que por Suecia, por ejemplo, que se encuentra rodeada por una Noruega ocupada por los alemanes y Dinamarca. Todo el Báltico está ocupado por los alemanes. Suecia está completamente aislada y recibe pocos judíos. Otro país, Suiza, está en el medio de Europa rodeado de Alemania, Italia y la Francia de Vichy, pero es también un lugar de refugio para los judíos.

La situación geográfica de España también contribuyó a salvar judíos

España es el único país para acceder a Portugal y, desde Lisboa, escapar a América o al norte de África. En este contexto, se detectan dos grandes fases. La primera desmiente la idea de Franco salvador de los judíos porque entre los años 39 al 42 y con Serrano Suñer como ministro de Asuntos Exteriores, y con una gran influencia de la Falange, el régimen tiene una mayor cercanía a la causa de Hitler, y Serrano Suñer implantó una actitud de pasividad y eliminó la posibilidad de acceder a la nacionalidad española a los judíos. No se protegía a un ciudadano español, tal y como decía la legislación vigente desde Primo de Rivera. Claramente, es una muestra de colaboración con la política antisemita de Alemania. No matamos a los judíos, pero Serrano Suñer dice que no hay que enfrentase al poder alemán y se esgrimen razones judeofóbicas y el temor a enemistarse con el dueño de Europa, Hitler.

La posición de los diplomáticos españoles cambia con el general Francisco Gómez-Jornada como ministro de Asuntos Exteriores

Cuando Serrano Suñer está en el poder, la diplomacia española tiene una posición muy pasiva, muy complaciente, muy poco defensora de los judíos. Serrano Suñer es reemplazado por el general Gómez-Jordana, también africanista, cuyo padre fue junto con Franco uno de los promotores del filoserfadismo. En este momento, comienza a recrudecerse la persecución antisemita, pero también Alemania empieza a tener las primeras fatigas en la guerra, y Franco y Jordana adoptan una actitud diferente, más compasiva con los judíos sefarditas y permiten hacer más de la cuenta a los diplomáticos. Franco ni es enemigo ni es amigo. Mantuvo una conducta de luces y sombras y, por eso, encontramos episodios de pasividad y otros de ayuda; una política migratoria de acogida en momentos cruciales, con la actuación personal de los diplomáticos españoles.

¿Franco era conocedor de los que hacían los diplomáticos?

Esos episodios de pasividad y de ayuda significaron que no menos de 35.000 judíos escaparon de la muerte a través de las fronteras españolas y, como mínimo, 8.000 salvaron la vida en otras partes de Europa gracias a la tutela de los diplomáticos españoles. Estos judíos que salvaron la vida no vinieron a España, pero fueron acogidos como españoles y alojados en residencias diplomáticas. Es una cantidad enorme. Yendo por Suecia se salvaron 12.000 y por Suiza unos 20.000, pero se calcula cifras similares de los rechazados. Evidentemente, es imposible que esta política tan variada estuviera en contra de las órdenes dictadas por Franco, que se reservaba siempre la última palabra en las decisiones políticas, pero, además, encaja con su pragmatismo, con su voluntad de hacer y dejar hacer en cada caso y su decisión de poder personal. La política de Franco tiene sombras y luces, pero también es monocromo y varió a lo largo del tiempo. Por ello, no se puede etiquetar a Franco como amigo de los judíos, pero tampoco como enemigo. En algunos casos, ayudó y en otros dejó que imperara la judeofobia, pero no el antisemitismo. No prescribe que los judíos tengan que ser exterminados por el bien de la humanidad como creían los nazis y los antisemitas.

¿Los diplomáticos no temieron represalias?

Con Serrano Suñer, que era un verdadero seguidor de Alemania, se castigó a diplomáticos como Propper trasladándole al consulado de Larache, pero, por ejemplo, al cónsul portugués, que colaboró para salvar a los judíos, le echaron de la carrera diplomática. A Propper le cambiaron de destino como castigo por haberse enfrentado a su jefe, pero no le quitaron la vida ni la hacienda. Estamos hablando de veintitantos diplomáticos y es imposible que todos actuaran en contra de los que les decían y que el régimen no tuviera conocimiento de lo que estaban haciendo, aunque otros diplomáticos no hicieron nada. Hay un margen de responsabilidad, un margen de actuación, incluso de capacidad moral o de valentía porque, como dice Lisbona, algunos hicieron más de los que se les pedía, pero no estaban violando la normativa. A veces, como Sanz Briz en Budapest, no sólo protegió a los sefarditas, sino a cualquier judío aunque no hablará ladino y no les pudiera aplicar el decreto de Primo de Rivera. Los protegió en viviendas que había comprado para España en Budapest. Le guiaba sentimientos humanitarios y no hubo condenas hacia él desde España. De hecho, tuvo una buenísima carrera diplomática, Perú, Nueva York. Los diplomáticos ayudaron a los judíos. Serrano Suñer castigó a algunos, pero siguieron haciéndolo y es imposible que lo hicieran en contra de Franco. De hecho, existe un informe confidencial de Daniel Rosenberg, en el que en 1961 del ministro de Asuntos Exteriores de Franco Fernando María Castilla quiso saber qué había de verdad, y la conclusión es que durante la guerra el Estado español prestó ayuda eficaz a los sefarditas, pero en ciertos casos por exceso de prudencia y colige que es evidente que una acción más rápida y decidida hubiera salvado más vidas. Y concluye Rosenberg textualmente no se puede negar la ayuda no solo a los judíos españoles sino también a varios miles de judíos extranjeros en un momento en el que las propias potencias aliadas se mostraban más que reticentes a aceptar a refugiado en sus territorios.

¿La población española conocía la existencia del Holocausto?

La población española sabía bastante, así lo demuestra el estudio de César. La prensa recogía las medidas contra los judíos en Alemania y en Francia. Se sabía que los judíos estaban siendo concentrados en campos, que se les expropiaba. En España, les expulsamos, pero no fue un genocidio. No se trataba de dejarlos en el gueto, sino de exterminarlos, tanto a varones como a mujeres y niños. La parte del exterminio tardó mucho en saberse. Hasta los años 70 no se publicaron en la prensa española fotos de los campos de exterminio. Se hablaba de los campos de concentración parecidos a los rusos, pero no había información de que Auschwitz era una fábrica de muerte. Esto se retrasó mucho tiempo. Antes del 45, el régimen de Franco justificó la persecución y exterminio de los judíos de Alemania porque a nadie le gustaba ser amigo del diablo y que los rusos no estaban haciendo algo menos terrible. Fascismo y comunismo se retroalimentan, un monstruo alimenta a otro monstruo. Lo que hizo el franquismo en esos momentos fue sumarse al carro del horror del nacionalsocialismo.

¿Después de 1945, desaparece el antisemitismo?

El concepto de antisemitismo, esa doctrina racial de que no son hombres, sino apariencia; ese concepto de raza quedó muy tocado por no decir que anulado por un dato importante: si era verdad, como decía Hitler, que la raza superior estaba condenada por destino a dominar el mundo, cómo era posible que perdiera la guerra. Si la guerra es el juicio máximo de quien es el bueno y quien el malo para los nazis, para la lucha por la vida, por la supervivencia de los más aptos que eran los más fuertes, por qué ganó la guerra el comunismo y el capitalismo, y no el nazismo. Con lo cual, las teorías raciales de Hitler quedaron contaminadas. El antisemitismo quedó muy atenuado, pero la judeofobia sí se mantuvo soterradamente. Hubo episodios de judeofobia muy grandes en Colonia, por ejemplo, cuando los judíos regresaron y quisieron recuperar sus propietarios que habían sido repartidas. Esta judeofobia se mantuvo también en España durante el franquismo en los años 50. Lo novedoso es que el antisemitismo y la judeofobia en ese momento se disfrazaron de antisionísmo. 

Los diplomáticos son ‘Justos entre las naciones’

El Estado de Israel concedió el título de ‘Justos entre las naciones’ a varios diplomáticos españoles por su contribución a salvar del genocidio nazi a los judíos. Estos son: Ángel Sanz Briz (Budapest), José Ruiz Santaella (Berlín), Eduardo Propper de Callejón (Burdeos), Sebastián de Romero Radiales (Atenas) y Julio Palencia Tubau (Sofía).

Enrique Moradiellos reconoce que elaborar este libro a seis manos ha resultado fácil porque ha trabajado con dos de sus mejores alumnos: «César y Santiago son magníficos y con personas así el equipo no sólo va sobre ruedas, sino que aprendemos todo de todos. No ha sido difícil. Ha sido un delicia intelectual y un placer personal».

Santiago López se encuentra ahora en una universidad sueca y César Rina en Lisboa «descubriendo otras formas de hacer historia», apunta Moradiellos.


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