Esperanza de vida en Extremadura | El aumento de la longevidad

Casi 300 centenarios más en dos décadas en Extremadura

En la región viven unas 500 personas que han soplado las 100 velas. Genética, estilo de vida y servicios sanitarios, las tres claves principales

Julia Gómez y Paula Pérez, mujeres centenarias extremeñas

Julia Gómez y Paula Pérez, mujeres centenarias extremeñas / LORENZO CORDERO

Marian Rosado Gallardo

Marian Rosado Gallardo

Escuchar el ‘cumpleaños feliz’ al menos cien veces en la vida es un privilegio al alcance de muy pocos, aunque cada vez lo son más. En dos décadas la región ha incrementado en 287 el número de personas centenarias: de las 195 que había en 2001 a las 482 de este pasado 2022, según los últimos datos actualizados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La provincia de Cáceres es más longeva que la de Badajoz, con 285 centenarios la primera frente a los 197 de la segunda. 

Ni siquiera la pandemia del coronavirus ha frenado el incremento año tras año de centenarios extremeños. Así, si en 2019 eran 378, en 2020 pasaron a 400 y en 2021 subieron a los 422.

La razón primera a la que se podría recurrir es la genética pero, a pesar de su peso, no es la única. Este periódico consulta con voces especializadas el no tan secreto elixir para una larga vida.

El origen

Son tres las claves que señala Remigio Cordero: la genética ya nombrada, el estilo de vida y los servicios sanitarios. «Lo que más influye es el estilo de vida. De hecho, hay centenarios que no han ido nunca al médico», asegura este facultativo, que ha sido jefe de Medicina Interna del Hospital de Badajoz. «La genética, de momento, no se puede modificar, por eso la recomendación para vivir más es llevar un estilo de vida saludable, evitar el tabaco. Hay que insistir en que mantener la actividad es importantísimo», incide.

«Con certeza no es fácil tener las respuestas a la longevidad pero sí se conocen los patrones. Cuando lo observamos dentro de una familia, suele deberse a lo que llamamos ‘mutaciones protectoras’, pero cuando se detecta en un grupo de personas, por ejemplo, digamos, en Japón, eso suele ser influencia del ambiente», cuenta por su parte Felipe Molina, profesor de Genética en la Universidad de Extremadura (UEx). «El caso de Japón es llamativo porque se dan dos circunstancias: el efecto fundador, genético --al ser una isla la población es descendiente de pocos individuos-- y por otro lado es un país que, especialmente en los pueblos, gestiona bien la comunidad y el estrés», explica.

Molina remarca la importancia del «ambiente», que es todo aquello que puede afectar al individuo y enumera entre estos factores la dieta, el sistema sanitario, la protección social o el estrés.

«Hay regiones que por sus características --ausencia de estrés, alimentación, ejercicio o genética-- tienen una longevidad diferenciada. Por eso, respecto a la diferencia entre las provincias extremeñas, sería interesante identificar en qué zonas de Cáceres se concentran más longevos», dice Cordero.

Por sexos

Y si la provincia de Cáceres es más longeva, los datos confirman que las mujeres viven más: ellas son 355 frente a los 127 varones centenarios.

Cordero apunta: «Hay una relación clara con la menor frecuencia de tabaquismo, especialmente en la generación mayor de 70 años». Molina por su parte señala las diferencias entre los cromosomas XX (que determinan si la persona es una mujer) y XY (un hombre): «En el cromosoma X hay genes más grandes y más implicados en la salud. Es algo que no se da solo en los humanos, en muchas especies las hembras tienden a vivir más que los machos. Ellas son más necesarias, contribuyen más a la protección de la especie», relata. De hecho, en esta línea el profesor expone la llamada ‘hipótesis de la abuela’: «Los animales salvajes suelen morir cuando pierden la fertilidad. Entonces, esta teoría lo que dice es que el cuidado que ejercen los abuelos está protegiendo los genes. Es una forma indirecta de selección natural. Es algo que también se observa en las orcas, porque ellas también cuidan a la descendencia, no solo a la directa. La biología está favoreciendo que vivan más por esta razón», explica.

¿Vida eterna?

Ambos coinciden además en señalar algo así como una «barrera crítica» de edad que se sitúa entre los 50 y los 70 años, cuando se concentra la mortalidad por problemas cardiovasculares y cáncer. Una vez superada esta etapa, la meta del centenario es más asequible, aunque tal y como evidencia Cordero «con 70 y 80 años siguen apareciendo enfermedades».

Tanto él como Molina aluden a la importancia de los telomeros, fundamentales en el potencial aumento de la longevidad desde los laboratorios: «Son unas estructuras, en el extremo de los cromosomas, que se van acortando a lo largo de la vida. Es un reloj biológico que tenemos, aunque no el único», dice Molina. «Se puede impedir que se acorten, pero es peligroso porque se pueden crear células tumorales, que se reproducen rápidamente y producen el efecto contrario al buscado», agrega. «La telomerasa alarga los telomeros y prolonga la supervivencia», resume Cordero.

La siguiente cuestión es a qué costo se puede alargar la vida: «A medida que aumenta la edad, se incrementa la probabilidad de demencias y enfermedades neurodegenerativas», recuerda Cordero. «Es un debate abierto, ¿cuánto se alargará la vida? A la vida eterna no llegaremos, pero unos años más sí que la prolongaremos», tercia Molina.

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