malas perspectivas en un cultivo esencial en la economía del campo arañuelo

Cetarsa no podrá cumplir los pedidos de tabaco tras la peor cosecha en años

La compañía lo ha comunicado a sus clientes y dice que trabaja para «recuperar los niveles» en el 2024

La caída del 45% en la producción, impactará en el empleo en la planta de transformación, que arranca ya

Máquinas trabajando en la recogida en una plantación de tabaco de Extremadura, en una imagen de archivo.

Máquinas trabajando en la recogida en una plantación de tabaco de Extremadura, en una imagen de archivo. / s. sánchez

El sector tabaquero se enfrenta a una campaña crítica que amenaza con sacudir la economía de las principales comarcas productoras de Extremadura, La Vera y Campo Arañuelo. Ambas concentran el 98% de la producción nacional. La cosecha ha sido «desastrosa», coinciden en calificar productores, opas y cooperativas con una caída es del 45% en la producción. Como consecuencia, los encargos no se van a poder cumplir en su totalidad, según asumen ya en la Compañía Española de Tabaco en Rama (Cetarsa), que hace unas semanas se ha reunido con sus clientes para trasladarles «la imposibilidad de hacer frente a la totalidad de los pedidos» junto a su compromiso de trabajo para la próxima campaña. «Les hemos trasladado que se trata de una situación puntual y que estamos trabajando para que la próxima campaña podamos recuperar los niveles habituales, que permitan recuperar la estabilidad del conjunto del sector», indican fuentes de Cetarsa. 

La contratación este año era de 21.000 millones de kilos (lo que ya suponía en todo caso la cifra más baja de los últimos cinco años), pero la cifra rondará finalmente los 12.000 kilos.

Una parte del problema es estructural y tiene que ver con las dificultades que está teniendo el sector para afrontar el relevo generacional por las inversiones que precisa y los compromisos a cinco años que marca la nueva PAC. Hay agricultores que han optado por abandonar, reconocen en el sector. Pero otra parte del problema es coyuntural y tiene que ver con los destrozos que causó en las explotaciones la tromba de agua del mes de mayo, que arrasó con el 70% de la producción solo en la comarca del Campo Arañuelo. Esa es la clave de la diferencia entre la previsión de contratación para 2023 y la producción final, mucho menor.

Caída de producción

Según los datos que dio UPA-UCE esta semana, 4.500 hectáreas quedaron siniestradas en esas lluvias; y de esa cifra se tuvieron que levantar 1.300 ya plantadas, lo que eliminó 4,5 millones de kilos. A esa cifra hay que sumar la caída de la producción del resto, de los 21,6 millones a 12 millones de kilos, finalmente. 

«La cosecha que en Cetarsa empezaremos a comprar a partir del próximo lunes va a ser muy inferior a la esperada», asumen en la compañía transformadora. Como consecuencia de esa merma en la producción, el periodo de trabajo en la planta de primera transformación «se va a ver reducido de forma considerable» y «lamentablemente, esto tendrá consecuencias sobre el empleo y el conjunto de la empresa», señalan por último. Los puestos que se verán afectados son los de los trabajadores que contratan como refuerzo para la campaña y que ya dan por hecho que no van a trabajar este año.

El sector atraviesa una situación difícil: la contratación ha caído un 25% en cinco años

A la merma en la producción se une el problema del precio. Los tabaqueros están reclamando una subida para poder afrontar el incremento de costes derivado de la subida generalizada y de las hectáreas que han perdido con el cultivo en marcha (y las inversiones hechas). «Los costes de producción han sido los mismos que si hubieran producido todas las hectáreas, pero la rentabilidad va a ser menor porque una parte se ha perdido», reclama el secretario general de UPA-UCE, Ignacio Huertas. La organización reclama la industria precios entre 4,60 y 4,70 euros para cubrir esos costes. En el sector apuntan también a esa cifra, aunque la ven «una utopía», dice Vanaica Sánchez, tabaquera.

La peor campaña en 30 años

«Esta es la peor campaña en 25 o 30 años», resalta Juan José Manzanero, gerente de la cooperativa Ibertabaco, con 230 asociados y una producción de unos 5 millones de kilos de tabaco. Es la segunda más grande de la región. La lluvia arrasó 400 de las 1.600 hectáreas plantadas y los rendimientos en las plantas que siguieron en pie han estado muy por debajo de lo normal. «La subida del precio que se está reclamando sirve solo para salvar los muebles. Pero es importante que no se consolide esta situación negativa que atraviesa el sector y se recupere la rentabilidad en las producciones para que se puedan mantener», apunta. Como todos los que conocen el impacto que el sector tiene en las dos zonas productoras, que viven prácticamente en torno a la actividad que genera el cultivo de tabaco, Manzanero asume que una reducción en la actividad «va a repercutir en la economía de toda la zona».

«Soy una privilegiada. Hay gente que no ha salvado nada, ni un kilo para vender»

La misma lluvia torrencial que arrasó con la cosecha de la cereza se llevó también por delante la del cultivo de tabaco: se perdieron 4.500 hectáreas en total y dañó buena parte de lo que quedó en pie. Vanaica Sánchez es de las afortunadas que solo perdió una pequeña parte de las plantas: dos hectáreas de las 15 que sembró. Pero ha vivido de cerca situaciones mucho más complicadas con familiares que han perdido buena parte o incluso todo. 

«Mi cuñada ha gradeado (la técnica para arrancar la planta) toda la plantación, no tiene ni un kilo de tabaco para vender y para comer el año que viene. Yo soy una privilegiada. Hay gente que no ha salvad nada, ni un kilo para vender», lamenta. Otro familiar perdió igualmente una parte considerable: siete de las 23 hectáreas sembradas. 

Ella se dice afortunada porque logró mantener en pie la mayor parte de la plantación. Pero el esfuerzo desde entonces para sacarla adelante ha sido mucho y caro: «Hemos estado pagando mil euros a la semana para aplicar a la planta vitaminas que le ayudaran a crecer», recuerda. Y aun así el ciclo de la planta ha sido anómalo, tanto que ha terminado ya la cosecha cuando lo normal que se acabara a finales de noviembre. 

«Nunca he vivido un año como este» asume la tabaquera, que pertenece a una familia con larga tradición en el sector y que señala otros problemas estructurales por los bajos precios y a falta de relevo. «Yo no voy a abandonar porque tengo 36 años y tengo que vivir, pero hay gente mayor que sí lo está haciendo», lamenta. 

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