Los problemas de la ganadería

El censo vacuno de Extremadura pierde casi 65.000 cabezas en un año

La falta de alimento en el campo por la sequía y los elevados costes de producción han aumentado el desvieje de animales y reducido la reposición y el cebo

El censo vacuno de Extremadura pierde casi 65.000 cabezas en un año

El censo vacuno de Extremadura pierde casi 65.000 cabezas en un año / Silvia Sánchez

E. B.

El censo de vacuno de Extremadura perdió casi 65.000 cabezas entre mayo del 2022 y el mismo mes de 2023. Un año que incluyó varios meses sin que cayera una sola gota de agua en el campo, en el que los costes de los piensos, la paja o el heno han ido disparándose paulatinamente y en el que las ganaderías se han visto amenazadas por la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE). La comunidad autónoma, la tercera que mayor número de ejemplares de bovino tiene en España, tras Castilla y León y Galicia, pasó en este intervalo de tiempo de 973.507 cabezas a 909.053, un 6,6% de descenso, la segunda peor evolución autonómica (en Cantabria bajó más de un 17%). 

«Piensos y sequía», sintetiza Antonio Prieto, secretario de Ganadería y Olivar de UPA-UCE, como las dos principales causas de esta pérdida de efectivos en la cabaña. «Explotaciones que tenían 60 o 70 animales han quitado 20 o 25. Y cuando lo normal es reponerlos, este año no lo han hecho», añade. «Habrá que ver la evolución del otoño, pero tendremos como mínimo uno o dos años hasta que recuperemos censos normales», agrega. Y eso, matiza, siempre que la climatología acompañe.

«Explotaciones que tenían 60 o 70 animales han quitado 20 o 25. Y cuando lo normal es reponerlos, este año no lo han hecho»

Antonio Prieto

— Secretario de Ganadería y Olivar de UPA-UCE

Luis Cortés, coordinador de la Unión Extremadura, pone un horizonte algo más lejano para un posible retorno a la normalidad: «Si viene una buena campaña, en la que llueve, baja un poco el precio de los cereales y no tenemos impacto de la fiebre hemorrágica, empezaríamos un poco a recuperar la producción, pero se tardarían casi cinco años en volver a las cifras que tuvimos el año pasado». La razón, aduce, que «mucho del sacrificio que ha habido en los primeros meses de este año no era de terneros, era de madres». Vacas de las que los ganaderos tuvieron que desprenderse ante la falta de alimento en el campo y la imposibilidad de afrontar el gasto de dárselo con suplementos. Por eso, «va a haber menos sacrificios de terneros el año que viene porque hay muchas menos vacas», vaticina.

En este sentido, las cifras de ministerio muestran un descenso de más 4.518 animales en el grupo de vacas de más de dos años (no lecheras) y de 8.170 en el de novillas no destinadas al sacrificio (hembras que superan esa edad, pero que todavía no han parido). Sin embargo, donde se aprecian pérdidas cuantitativamente más importantes es en el listado de los animales menores al año no destinados al sacrificio. A causa de los elevados costes de los insumos «ha habido un descenso del cebo en las explotaciones», apunta Miguel Morillo, director técnico de las dos Indicaciones Geográficas Protegidas que hay en Extremadura de ganado bovino, Ternera de Extremadura y Vaca de Extremadura. Terneros que, si no se han sacrificado aquí, posiblemente habrán salido de la región con destino a mataderos o cebaderos industriales ubicados en otras zonas de España o fuera de ella.

«Si este invierno no lloviera, al año que viene, cuando llegue marzo o abril, puede ser un desastre difícil de calcular ahora»

Pedro Pablo Delgado

— Departamento de compra de animales de El Encinar de Humienta

En opinión de Morillo, la merma en la cifra de cabezas de ganado puede atribuirse a «muchos» otros factores, pero que han venido derivados igualmente de la falta de lluvias y de los sobrecostes. Aquí menciona desde que este año hubo un «mayor desvieje en el primer semestre», a la menor fertilidad de las hembras. «Con la sequía que venimos sufriendo desde hace dos años, las vacas han tenido menos crías», razona. Normalmente, tardan en parir «entre doce y catorce meses», pero en situaciones como la actual este periodo puede alargarse varios meses más.

En el caso de la IGP Ternera de Extremadura, prevé que habrá «un pequeño descenso al final de año» en las canales certificadas respecto al anterior. «Hemos aguantado el temporal», afirma. Y en cuanto al otro sello de calidad, el de Vaca de Extremadura, comenzó a certificar carne el año pasado, por lo que está dando aún sus primeros pasos. «Estamos creciendo, pero este año no hemos podido marcar todos los animales que nos hubiera gustado», explica. De nuevo a causa de los efectos que la climatología adversa ha tenido en la alimentación de los animales y que han impedido que «muchas de las vacas que han ido a matadero» pudieran cumplir con las condiciones exigidas por este consejo regulador para obtener el marchamo.

«El campo está como una carretera, y los animales están ‘estrechitos’ porque no agarran nada. Es una desesperación. Ahora tenemos un poco de esperanza, porque está la montanera a punto, pero si no cae agua suficiente, a ver qué hacemos», asevera Justo Gómez Calero, ganadero de la localidad cacereña de Torremocha. Él, junto a sus hermanos, cuenta con alrededor de 150 vacas, que «animal arriba, animal abajo», han logrado mantener los últimos meses a pesar de la coyuntura. «Sacrifiqué las diez que tenía de desecho y las he repuesto con unas novillas», cuenta, pero del gasto que han tenido que afrontar para mantener la explotación, dice, «mejor que no hablemos». 

Este año «teníamos que haber cogido siete u ocho mil pacas pequeñas de heno que sembrábamos para nosotros, pero no habrán llegado a mil», lamenta. Así que ha tenido que alimentar a las reses a base de desembolsos adicionales. «El otro día traje un camión de paja. De Francia vino. A 35 pesetas el kilo (más de 20 céntimos)», cuando hace un par de años «se estaba pagando a 14 o 15 pesetas». En total, 3.800 euros le costó. Otro anterior, de heno, 6.600 euros más. «No sé hasta dónde va a manar el pozo».

La Encuesta de Ganado Bovino del Ministerio de Agricultura arroja los datos contabilizados a mayo pasado. El 30 de abril es la fecha límite en la que los animales que proporcionan derecho a cobro de ayudas de la PAC deben estar presentes en la explotación. Si se sacrifica después de esa fecha, se tiene derecho a la prima. Si se hace antes, no, por lo que el descenso en la cabaña de ganado bovino extremeño podría ser mayor que el que reflejan estas cifras. «El desvieje más fuerte en Extremadura se suele hacer en mayo, junio y buena parte de julio», precisa Pedro Pablo Delgado, del departamento de compra de animales de El Encinar de Humienta, firma que es uno de los principales operadores del sector en todo el ámbito nacional y que cuenta con un matadero en municipio cacereño de Almaraz.

«Mucho del sacrificio que ha habido en los primeros meses de este año no era de terneros, era de madres»

Luis Cortés

— Coordinador de La Unión Extremadura

No obstante, puntualiza, los años que no hay buenas primaveras, ese sacrificio se va adelantando porque a algunos ganaderos, ante la falta de pastos en el campo, ni siquiera les compensa recibir la prima a cambio de seguir gastando en alimentación. Y eso es lo que ha sucedido esta vez. «En abril y sobre todo en mayo se querían matar muchas vacas muy de golpe. En pocas semanas ha habido que sacrificar muchos animales», cuenta Delgado, lo que ocasionó «un poco de atasco» en los mataderos. 

Aunque algunas explotaciones se hayan visto obligadas a renunciar a «dejar recrío» para evitar también verse asfixiadas por los costes, sostiene que lo que ha hecho este año tan difícil ha sido fundamentalmente que los ganaderos «se hayan vuelto «un poco más exigentes» con sus ejemplares. «La mayoría de las fincas están muy cargadas de animales», y ante la obligación de proporcionarles alimentación suplementaria a todos, se ha optado a menudo por prescindir de los que «no eran productivos o estaban un poco más débiles». Reses a las que, en condiciones normales, quizás se las hubiera «‘perdonado’» algún tiempo más. «Este año no queda más remedio que tener vacas productivas, animales que sean fértiles y produzcan», aduce. Así que la parte positiva es que estas explotaciones han ganado en eficiencia. «Igual el descenso que ha habido tenía que haberse producido de una forma más progresiva estos años atrás», reflexiona. En cualquier caso, recalca que la situación económica de muchos ganaderos «es compleja, la alimentación es escasa y la que hay es carísima. Hay muchas fincas que no tienen comida prácticamente desde hace año o año y medio y ganaderos que las tienen arrendadas a unos precios prohibitivos. Muchos  están al límite», alega. «Lo que me preocupa y asusta de verdad es que si este invierno no lloviera, al año que viene, cuando llegue marzo o abril, puede ser un desastre difícil de calcular ahora. Que haya ganaderos que casi automáticamente tengan que quitar la mitad de sus vacas porque no tengan que echarle de comer a la otra mitad». 

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