Un viaje por la cuna extremeña de Roma

Esta es la guía para disfrutar de Mérida en un fin de semana

La Alcazaba Árabe, el Museo, el Arco de Trajano y la joya del Teatro Romano, entre las visitas obligadas. A de Arco para comer y la Cervecería Baltasar o el Bar Carlos, ideales para tomar unos sabrosos aperitivos

El teatro romano de Mérida

El teatro romano de Mérida / Jorge Armestar

Mérida es eterna. La ciudad es mucho más que el Teatro Romano. La capital extremeña presume de ser una de las ciudades más bonitas de España con un gran patrimonio histórico, monumental y natural. Su situación geográfica, a medio camino entre Madrid y Lisboa, hace que sea un destino muy recomendable para una escapada romántica, cultural o para un viaje en familia, con los amigos... Está claro que ni el emeritense de pro se la conoce por completo, que para eso cada piedra de sus calles esconde su historia. Ahora bien, un buen pecholata sí puede hacer un resumen de qué ver en su localidad si se lo piden. Por eso, este reportaje es una guía indispensable que cualquier turista desearía tener en su poder y guardala como un tesoro.

Turistas en el puente romano.

Turistas en el puente romano. / JORGE ARMESTAR

Hay pocos lugares en el mundo donde se pueda respirar y revivir el ambiente y el espíritu del Imperio Romano. Las emociones que un viajero siente cuando visita esta tierra es una experiencia que ningún libro ni ninguna información pueden sustituir. Emérita Augusta no hay que verla, hay que vivirla... Un fin de semana, con llegada a la ciudad el viernes a la noche o el sábado a primera hora de la mañana y partida el domingo por la tarde, es un tiempo más que aceptable para llevarse lo mejor de Mérida, de sus gentes y disfrutar de dos días increíbles. Esa es la propuesta que presenta, en esta ocasión, El Periódico Extremadura.

Como no podía ser de otra manera, el plato fuerte es el primero. Para ello, comenzaremos nuestro recorrido por el centro urbano. Las pilas se cargan desayunando y este sitio de la ciudad es idóneo para ello, con sus innumerables terrazas y pequeños establecimientos por aquí y por allá. Ahora, con energía, ya estamos en condiciones de gastar suela sobre el suelo emeritense. Nos situamos en la plaza de España y la tomamos como punto de referencia. Mapa en mano o con la ayuda de los guías turísticos que recorren la zona monumental es posible conocer al detalle la Alcazaba Árabe, con sus magníficas murallas y allí obtendremos unas vistas panorámicas del río Guadiana y del puente romano que lo cruza. Regresando a la plaza de España daremos a pocos metros con el Arco de Trajano. Algo más alejados del centro se encuentran el circo romano, que acogía hasta 30.000 espectadores y el acueducto de los Milagros, que traía agua a la ciudad desde la charca de Proserpina (conocida como la playa de la capital regional).

Elena Fernández y Elena Geru (Cervecería Baltasar).

Elena Fernández y Elena Geru (Cervecería Baltasar). / JORGE ARMESTAR

Tendremos también tiempo de ir a la Casa del Anfiteatro, la mayor vivienda romana de Mérida, alberga 7.000 metros cuadrados de mosaicos policromos desvaídos que representan a los dioses, la naturaleza y la vida cotidiana, así como el Templo de Diana, Pórtico del Foro, concatedral de Santa María, la Basílica de Santa Eulalia... Llegada la hora, que la mañana ha sido completa, es momento de volver a alimentarse. La oferta emeritense es de lo más variada, desde los restaurantes de comida tradicional hasta la moderna vanguardia, pasando por las tapas. Para este primer encuentro con la mesa y el mantel aconsejamos acudir a la Cervecería Baltasar, ubicada en la avenida Juan Carlos I (zona de La Antigua). Cualquier opción es acertada y sus calamares no dejarán lugar a dudas. Sus pinchos son célebres y siempre gratis junto a la consumición. Otro referente del buen yantar es el restaurante A de Arco (calle Trajano). Su lista de platos es muy amplia y de gran calidad. Una experiencia sensorial por la gastronomía.

Carlos Alberto Castaño (A de Arco).

Carlos Alberto Castaño (A de Arco). / JORGE ARMESTAR

No hay ninguna tarde que comience sin café. Vale la pena realizar un paseo reparador bajo las hojas de las zonas verdes (parque del río Albarregas o el de los Enamorados, la Isla...). Dando ya la vuelta, tras este alto en el camino, es momento de acercarse al Museo de Arte Romano, en la calle José Ramón Mélida, que nos empapemos de la infinita historia de Mérida. Tanta aventura genera hambre, o al menos sed. Para cenar tenemos la posibilidad de acudir a El Bar Carlos (instalado en la calle Calderón de la Barca). Pasión por lo autóctono y el buen trato a los clientes. Como aguante el cuerpo tras esta intensa jornada, hay que darle más y la vida nocturna es muy activa todos los viernes y sábados. Al día siguiente llegó el momento de visitar la joya de la corona extremeña: el Teatro Romano, construido entre los años 16 y 15 antes de Cristo.