Opinión | La trastienda

El socavón

El agujero generado en la carretera N-523, la de Cáceres a Badajoz, viene a agravar la situación de una vía que debería ser ya autovía

Imagen del socavón en la N-523, carretera Cáceres-Badajoz.

Imagen del socavón en la N-523, carretera Cáceres-Badajoz. / El Periódico

La borrasca Efraín ha vuelto a poner de manifiesto la necesidad de que exista una autovía que conecte Cáceres y Badajoz de forma urgente. A la mala situación de esta carretera se une ahora que un socavón provocado por la crecida del agua la ha dejado inutilizada en el kilómetro 45 y hoy por hoy se desconoce cuánto tiempo va a hacer falta para su reparación. No deja de ser lamentable que Cáceres y Badajoz sean las únicas dos capitales de provincia de este país que no están conectadas por autovía, pero si a eso se le añade que la carretera que las une, la N-523, está llena de curvas y de entradas y salidas de caminos, y cuenta con un tráfico pesado importante, la situación se agrava mucho más porque su peligrosidad es alta y los siniestros o accidentes relativamente frecuentes. 

El desperfecto generado ahora en la carretera trae aparejado un trastorno mucho más grande del que pueda parecer. No ya por los viajeros que transitan entre Cáceres y Badajoz, que siempre pueden coger la alternativa de ir por Mérida, que es autovía aunque supone 40 kilómetros más, sino por los problemas que van a tener los habitantes de las dos localidades por las que discurre la carretera: La Roca de la Sierra y Puebla de Obando. Hay que tener en cuenta que en el segundo caso los vecinos tienen como ciudad de referencia a Badajoz. Es donde acuden al médico especialista, a tratamientos sanitarios periódicos como diálisis o quimioterapia o radioterapia, los jóvenes al instituto o la universidad. La alternativa propuesta es realizar el viaje través de un trazado alternativo pero de mucha peor calidad. Ello va a llevar implícito problemas de seguridad en el tráfico y en principio ausencia de transporte público de autobús. Por si fuera poco, el centro de urgencias de Puebla de Obando está en La Roca de la Sierra y ahora los usuarios deberán dar un cierto rodeo si quieren recibir asistencia.

La autovía se prometió en el año 2006 y ahora es que se acaba de adjudicar su primer tramo de 13 kms

La N-523 es de titularidad estatal. Se la cedió la Junta de Extremadura en el año 2019 con el propósito de convertirla en autovía. Será una prolongación de la A-58 que ya comunica Trujillo y Cáceres. Pero nada se ha hecho en estos tres años, si bien el pasado 18 de noviembre se adjudicó el primer tramo de 13 kilómetros desde Cáceres, el más fácil por estar en llanura y no tener que salvar la Sierra de San Pedro. Algo es algo para una autovía que se prometió en el año 2006 con fondos autonómicos y que contaba con un coste cifrado en más de 360 millones de euros. Este primer tramo no estará abierto y operativo hasta mediados de 2026 y aún quedarán otros 70 kilómetros pendientes si no se adjudican a la vez.

La propuesta que hago es doble: una, acelerar el proceso de conversión en autovía de esta carretera de una vez por todas. Los presupuestos generales del Estado de 2023 solo contemplan inversiones para el 5,7% del trazado, una miseria si se tienen en cuenta otras infraestructuras de carretera planteadas para otras partes de España. 

El trastorno va a ser mayor para los habitantes de La Roca de la Sierra y Puebla de Obando

Y dos, realizar una tramitación de emergencia para reparar el socavón generado en esta carretera de forma inmediata. Existe este procedimiento por catástrofe natural y solo lo tiene que aprobar el Consejo de Ministros. El mismo no requiere el trámite de expediente y es de contratación directa e inmediata por parte del Ministerio de Transportes sin ser necesario disponer de crédito. En este caso el plazo de inicio de la ejecución no puede ser superior a un mes.

Esperemos qué ocurre, pero no me extrañaría que pasaran las semanas e incluso los meses y siguiéramos como hasta ahora, con la carretera cortada y el socavón en todo su esplendor. Sería la constatación de que no importamos nada o casi nada y de que el gobierno extremeño, encima, no presiona para enmendar el problema. 

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