Desde el norte

Política de patio de colegio

Es deprimente ver cómo la ruptura entre Sumar y Podemos la vamos a pagar los españoles, hasta que unos y otros decidan arreglar sus diferencias

Raquel Rodríguez Muñoz

Raquel Rodríguez Muñoz

Cada vez que comparo a los políticos con los niños me parece que estoy siendo injusta con los pequeños, los adultos les superan con creces. Porque los niños no tienen el cerebro desarrollado para que sus actos se correspondan con lo que se considera correcto y los adultos no tienen excusas.

Pero así, como una política de patio de colegio se podría definir lo ocurrido en el Congreso entre Sumar y Podemos con la votación de los primeros decretos del Gobierno-puzzle que tenemos.

Como han salido tarifando, ahora, unos y otros no se juntan y eso, en un colegio, puede tener consecuencias de poco recorrido, pero en un señor Congreso supone jugar con las necesidades de los españoles. Esto no es un Olimpo donde los dioses manejan fichas sin importarles el destino de los humanos, es la casa de los representantes del pueblo, que deberían tatuarse aquello de Todo por el pueblo, aunque el final fuera y con el pueblo.

Es deprimente ver cómo la ruptura entre Sumar y Podemos la vamos a pagar los españoles, hasta que unos y otros decidan arreglar sus diferencias.

Como dicen en el PSOE, los números son tozudos y en esta legislatura más que nunca un diputado puede marcar la diferencia entre sacar adelante medidas o que no sean aprobadas.

Es lo que ha ocurrido, en positivo, con el llamado decreto Ómnibus, que recoge por ejemplo el mantenimiento del IVA en el 0% para los alimentos básicos, entre otros aspectos. Sin embargo, la reforma del subsidio de desempleo la ha tumbado Podemos. Imagino la cara de satisfacción en los morados por esa pequeña victoria frente a Yolanda Díaz, en respuesta al desprecio de esta con su expartido a la hora de formar gobierno.

Porque el cambio del subsidio del desempleo es una apuesta personal de Díaz y, aunque Podemos haya esgrimido argumentos para rechazarla, la gente no es tonta y sabe que se trata de una cuestión personal y que la vicepresidenta lo va a tener muy difícil para que los morados le aprueben algo esta legislatura. Es una pena que la política haya derivado en esto y más aún por parte de aquellos que en su día se erigieron en adalides de una nueva forma de practicarla, al lado del ciudadano y fuera de las ansias de poder. 

No le quito culpas a Díaz. Le guste o no, toca sentarse, negociar y tragar, siempre que sea por el bien de los españoles. Hale, todos al rincón de pensar. 

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