Espejo convexo

Trigo verde

Lara Garlito

Lara Garlito

Decía Clara Campoamor en su último discurso antes de ser aprobado el voto femenino. «no seguéis el trigo verde». Con esta frase se refería a la resistencia que muchas personas tenían hacia la idea de conceder el derecho al voto a las mujeres. Campoamor argumentaba a favor del sufragio femenino afirmando que aquellos que se oponían a este avance estaban yendo en contra del progreso y la igualdad.

Al referirse al ‘trigo verde’, Campoamor aludía a un campo de trigo que aún no ha madurado, es decir, a una idea o movimiento que todavía está en desarrollo. En este caso, ella utilizaba la metáfora para expresar que aquellos que se oponían al voto femenino se estaban resistiendo al cambio y a la evolución hacia una sociedad más justa e igualitaria.

En pocas palabras, Campoamor estaba instando a sus opositores a aceptar el avance imparable hacia la igualdad de género y la participación política de las mujeres.

Conocíamos estos días una encuesta del CIS sobre la igualdad y el impacto de las políticas en esta materia en la sociedad española. Los datos mostraban que más de un 40 por ciento de los españoles varones se sentían discriminados por las conquistas alcanzadas con las políticas de igualdad.

A partir de ahí, comenzó la polémica. Los medios de comunicación más conservadores pusieron en marcha un relato victimista sobre los complejos del hombre actual ante las ansias de cambio de «las hordas feministas». Del mismo modo, algunos popes radiofónicos clamaban por la vuelta a la España tradicional, donde la mujer cuidaba de la cueva mientras el hombre salía a cazar. 

Sin embargo, mientras esa fatua machista se inflamaba, las mujeres seguíamos intentando cuadrar nuestro día a día, trabajando. 

Simone de Beauvoir, filósofa y escritora feminista francesa, abordó en su obra ‘El segundo sexo’ la situación de las mujeres en la sociedad. Defendía que las mujeres deben tomar conciencia de su situación y luchar por su autonomía, rechazando los roles tradicionales asignados a ellas y buscando su propia realización personal y profesional.

En el día de ayer conocí a dos grandes mujeres de La Siberia extremeña, Magda de Talarrubias y Mariló de Puebla de Alcocer. Las dos con hijos, las dos políticas y trabajadoras. Dos mujeres que saben perfectamente lo que significa el sacrificio de levantar día a día una familia, pero también saben lo duro que es compaginarlo con su vocación de servicio público. 

Así, cuando leía que algunos hombres se encontraban intimidados por los avances en materia de igualdad, me preguntaba qué sería de nuestra sociedad si no encontráramos a mujeres luchadoras como ellas capaces de ofrecer lo mejor de sí mismas en todas las parcelas de su vida. 

Algunos dicen que fue el fin de la Segunda Guerra Mundial lo que trajo la paz y el bienestar a Europa. Pero con perspectiva se podrá afirmar que, gracias a la emancipación de la mujer y su incorporación a la vida pública, este continente ha gozado de los mejores años de su historia. 

Las nuevas hordas reaccionarias que amenazan nuestros países públicamente saben perfectamente que el enemigo no son los partidos políticos, las y los escritores o los sindicatos como en el 32. Focalizan todo su odio en el movimiento feminista y en las mujeres luchadoras por la igualdad. Esa es la batalla que viene, y debemos estar todas preparadas. 

*Filóloga y diputada regional del PSOE

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