Opinión | Textamentos

Matones de guiñol

Miguel Ángel Rodriguez e Isabel Ayuso

Miguel Ángel Rodriguez e Isabel Ayuso

El mundo de la política es duro, y normalmente no da segundas oportunidades. Tras el poder viene la caída, y quienes antes te hacían la pelota ahora te vuelven la cara y ni se acuerdan de ti; que se lo pregunten a Pablo Casado, por ejemplo. Por eso es llamativo el caso de Miguel Ángel Rodríguez. Recuerdo cómo, hace ya casi treinta años, nos reíamos mi hermano y yo viendo Las noticias del guiñol en Canal Plus, que tenía episodios verdaderamente geniales, y mucho mejores que el original francés (pero es que en España, vamos, tenemos más sentido del humor que en Francia, y que en casi cualquier sitio). Uno de los personajes más hilarantes era precisamente el de Miguel Ángel Rodríguez, que aparecía siempre amenazando por teléfono («te voy a meter en la cárcel», seguido de su risita característica), antes de pasar a insultar al presentador, Hilario Pino, por no ser de su cuerda política.

Miguel Ángel Rodríguez Bajón (no suele citarse su segundo apellido, aunque le viene al pelo, como le venía el suyo a Javier Arenas Bocanegra) fue cesado como portavoz de José María Aznar tras solo dos años en el cargo, después de haberle ayudado a auparse al poder (suya fue, dicen, aquella frase tan exquisita de «váyase, señor González»), y lo sucedió un tipo de perfil tan distinto y tan soso como Josep Piqué. Recordemos que eran los años en los que Aznar hablaba catalán en la intimidad y tenía que llevarse bien con Jordi Pujol. M.A.R., como lo llaman sus amigos, era y es un brazo de mar, uno de esos tipos de derechas sin pelos en la lengua y que dice lo que muchos que piensan como él se quedan con las ganas de decir. A mí, su manera de ser me recuerda la de un personaje estrafalario que conocí en mis años estudiantiles, donde por un tiempo me tocó compartir piso con unos estudiantes de Veterinaria, todos de la provincia de Salamanca, hijos de ganaderos y casi todos de derechas, que tenían un amigo al que llamaban ‘el Coronel’, que cuando se tomaba unas cervezas cantaba el Cara al Sol e insultaba a los extremeños, «¡peristas [por el P.E.R., plan de empleo rural] y vagos!», según él, para regocijo de sus paisanos. El Coronel, por cierto, no se comía una rosca, y sus infortunios sentimentales lo convertían aún más en una especie de mascota, entrañable y ridícula, para esos amigos, entre los que nunca me conté, desde luego.

Miguel Ángel Rodríguez (es escribir su nombre, y recordar esa risita que tenía su muñeco del guiñol), se retiró a un discreto pero rentable segundo plano, pero volvió triunfalmente como jefe de campaña de Isabel Díaz Ayuso para las elecciones de 2019, que perdió contra Ángel Gabilondo, conviene recordarlo

Miguel Ángel Rodríguez (es escribir su nombre, y recordar esa risita que tenía su muñeco del guiñol), se retiró a un discreto pero rentable segundo plano, pero volvió triunfalmente como jefe de campaña de Isabel Díaz Ayuso para las elecciones de 2019, que perdió contra Ángel Gabilondo, conviene recordarlo, pero que la llevaron al poder gracias a esos pagafantas que se llamaban Ciudadanos. Rodríguez, que cuando era portavoz de Aznar ejercía también de guardaespaldas (estos días han repuesto alguna escena de cómo, en un viaje de Aznar y Botella a Egipto ahuyentaba a los periodistas como si fueran moscones), lo ha querido hacer ahora con Ayuso. Ya alguna vez se interpuso para que no le preguntara a su ama la periodista Andrea Ropero, de El Intermedio, a la que empujó como un bestia, y ahora su violencia ha sido verbal y a través de Whatsapp, dedicando a Esther Palomera, periodista de eldiario.es, lindezas como: «Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Que os den. Idiotas».

La prensa de derechas, que se estaba relamiendo con el Caso Koldo, pasa ahora de puntillas sobre el caso del novio de Ayuso, y ésta ha adoptado una posición típicamente trumpista: le ha faltado decir que es una caza de brujas, como dice siempre Trump, supongo que porque no quiere que nadie interprete que es ella la bruja. Pero ya hasta sus más fieles saben qué tipo de estafador es su novio. Dios los cría, y ellos se juntan.

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