Opinión | La curiosa impertinente

La boda y la izquierda

El alcalde y su esposa, tras la boda.

El alcalde y su esposa, tras la boda.

El alcalde de Madrid no tiene un físico normativo pero ha hecho un pacto con el dios del tiempo pues conserva un aire tan juvenil como Tintín. Parado y nervioso a la puerta de la Iglesia, feliz como todos los novios felices, atendía con amabilidad a quienes habían querido manifestarle su cariño. Tuvo la boda que él y su novia quisieron, una boda normal, en estos momentos de bodorrios, con un catering estupendo pero asequible y unos invitados más o menos acertados, Palazuelo más, Aguirre menos. Muchísima gente vio las imágenes que facilitaron ellos o su entorno, gratis et amore, como pasa en las bodas normales, que los invitados cuelgan vídeos en las redes, compartiendo su felicidad y su amor con enorme simpatía y ausencia absoluta de complejos.

Tiene este país una izquierda envidiosa que no se merece. La hay elegante, seguro, pero en este particular momento no se ha manifestado. Menos mal que el alcalde sabe defenderse solo

Mucha prensa los trató como se debe, con dignidad, que es lo que se debería salvaguardar en toda información relevante y esta, que mezclaba corazón con política con aristocracia, lo era, pese a los que nacieron con un agujero de rencor donde deberían tener aurículas y ventrículos. Otra mucha demostró una mezquindad difícil de calificar. He leído crónicas que avergonzarían a cualquier rata, tan llenas de rencor y odio de clase, que retratan a sus autores, mezcla de marujos y despechados. Para ellos la iglesia era el símbolo ancestral del fascismo porque allí comulgaba a diario Carmen Polo, sin disimular su satisfacción porque muy cerca volara por los aires Carrero como si eso supusiera un negro augurio, deseado entre líneas a los contrayentes, pues todas las bodas televisadas acababan mal, y encima habían osado invitar al tío de la novia, que qué desvergüenza el clan del emérito, que no se merece esa gente ni una foto feliz, y encima Froilán con resaca.

Tiene este país una izquierda envidiosa que no se merece. La hay elegante, seguro, pero en este particular momento no se ha manifestado. Menos mal que el alcalde sabe defenderse solo. Como cuando le contestó al periodista que le preguntaba si iba a haber petardos en su boda: - No, no va a haberlos porque a ti no te hemos invitado. Pues eso.

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