CUMPLEAÑOS

Centenario en Plasencia: Las 104 primaveras de Mariano

Afirma que es el nacido en la ciudad más longevo y, aunque dice que se siente viejo, apenas tiene arrugas, ve bien y la memoria no le falla. Ha luchado en dos guerras y ha luchado en dos guerras, pero recuerda que sus primeros años de vida fueron los más duros

Mariano, de Plasencia y con 104 años, rodeado de familiares.

Mariano, de Plasencia y con 104 años, rodeado de familiares. / EL PERIÓDICO

Raquel Rodríguez Muñoz

Raquel Rodríguez Muñoz

Un mes y un día después de que terminara la Primera Guerra Mundial, nacía en una casa de la calle Medina de Plasencia Mariano Sánchez Gil. Fue el 12 de diciembre de 1918. Afirma que es el placentino más longevo de la ciudad, no obstante, acaba de soplar 104 velas.

A pesar de su edad, sorprende que Mariano apenas tiene arrugas, ve bien, ha perdido un poco de audición, pero no mucha y tiene una memoria que le permite hacer un recorrido por su larga vida sin olvidar ni un detalle. El único achaque visible es que las piernas ya no le responden y debe desplazarse en silla de ruedas. Por eso dice que su día a día es «del sillón a la cama y de la cama al sillón», aunque también sale a la calle cuando hace buen tiempo.

Mariano, de Plasencia, con la tarta y sus 104 velas.

Mariano, de Plasencia, con la tarta y sus 104 velas. / EL PERIÓDICO

Mariano nació en una familia con ocho hermanos, de los que solo él sigue vivo y ha tenido cuatro hijos, diez nietos y 16 bisnietos, la última de solo cinco meses. Su mujer, Vicenta, también falleció y afirma que ya lo que quiere es «irme con mi compañera, que me está esperando».

Este placentino que reside en La Data con su hija Isabel ha vivido y luchado en el frente tanto en la Segunda Guerra Mundial como en la Guerra Civil española. No fue al colegio porque, con solo diez años, ya ayudaba a sus padres en el campo. 

Pan, sardina y tocino para comer

«Cuando nací, Plasencia tenía seis puertas» y recuerda que en una de ellas había «una caseta» en la que tenían que registrar los productos que llevaban y que después vendían. «Los llevaba en un saco a la plaza y me daban tres o cuatro perras», la gorda y la chica, que era las que había entonces.

También ayudó a recoger bellotas, a vender leña «por cuatro pesetas» y asegura que fue la época más dura, ya que apenas comían «un cachito de pan, una sardina y tocino».

Por eso, ante quienes se quejan de la época actual, señala que «se quejan de vicio, antes trabajábamos de sol a sol, no había horas».

También recuerda los tiempos de los vales de dinero para comida, el racionamiento del pan o la leche americana y que solo había en Plasencia «curas e iglesias». Además, asegura que antiguamente, en el lugar que hoy ocupa el cuartel de la Guardia Civil «había una plaza de toros con dos leones a los que echaban a la gente, a los leones yo nunca los vía, pero la plaza sí».

En la cárcel y trabajando en las minas

De las guerras cuenta: «Estuve seis años con Franco y, cuando se acabó, nos mandó para casa». Además, en Asturias, le encarcelaron y permaneció tres años encerrado, dos trabajando en las minas

Ya con 25 años, se casó con Vicenta Cardador, que hacía colchones a mano y, tras el matrimonio, Mariano se dedicó a «subir y bajar carbón» al Valle del Jerte por «ocho pesetas y la comida». Afirma que les costó «mucho» sacar adelante a sus cuatro hijos, pero la familia siguió aumentando y todos los que pueden acuden cada año a la ciudad para celebrar su cumpleaños.

No sabe cuál es el secreto de su longevidad, pero su cuidadora afirma que «come muy bien» y tiene muy buen humor. Mariano, que no es religioso, añade: «Yo duro más porque no creo en nada, ni en Dios ni en la Virgen» y asegura que se siente «muy mal, soy muy viejo».

No obstante, le sale una sonrisa pícara y se arranca a cantar en varias ocasiones Ay pena, penita, pena mientras insiste en reencontrarse con su mujer.

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