Contra de sexta
Héroes de carne y hueso
Rosa María Garzón Íñigo
Supermanes sin capa que, a medida que ejercen, desarrollan sus súper poderes en ese camino incierto que es la paternidad. Un salto al vacío sin paracaídas que conlleva una enorme responsabilidad afectiva y de facto de dificultoso pero posible éxito.
Una tarea que les retrotraerá a su particular infancia y apreciarán a sus propios padres como nunca antes. Desde la concepción y hasta que la muerte les separe irán descubriendo, sin mapa, fantásticos tesoros de indescriptible valor, como la primera vez que te agarran fuerte el dedo, pasando por cuando aprenden a bucear, conducen tu coche, se gradúan... Lecciones de vida diarias que abarcan tanto la felicidad más grande, como fuertes golpes, productos de la ternura y el amor incondicional.
Hombres a quienes, desde pequeños, enseñaron a ser fuertes. Hulks aguerridos que no debían de mostrar vulnerabilidad y miedo, quienes tragaron su dolor sin expresarlo, impidiéndoles gestionar sanamente sus emociones e instalando en su interior frustración que cargarán el resto de su vida, hasta que el autoconocimiento les permita canalizarla con las herramientas que tengan: llorando, gritando con rabia (disfraz de su tristeza) o hasta con buen humor y chistes malos. Sencillamente, como saben.
Por circunstancias, a veces relegados a meros proveedores materiales, deberán de luchar para no equivocarles, compensando las faltas con tiempos de calidad de presencia cercana, real o figurada, repletos de dosis de amor extra, buena comunicación, apoyo y una protección equilibrada, corrigiendo si es necesario, sin coartar su libre albedrío, dándoles la oportunidad de equivocarse y aprender de sus propios errores mutuamente.
Conscientes de que no podrán evitarles sufrimiento, desde su experiencia vital repleta de obstáculos, fracasos y algunos éxitos, hacen lo imposible por enseñarles alternativas que alivianen sus pesares, desde la absoluta confianza que da la certeza de saber que, siempre que necesiten a su padre, él estará, brindándoles esa compañía necesaria en los momentos más cruciales, con amabilidad y empatía, sin olvidar el establecimiento y cumplimiento mutuo de unas mínimas normas, desde la más humilde maestría. Pues para él son lo primero y aprovechará cada momento apropiado para mostrar afecto y comprensión, abrazarles y decirles cuanto les ama. Con la esperanza de que cuando crezcan sepan apreciar ese estar siempre de papá y lo recuerden.
Complicado, sí. Cada paso es un reto sin garantía, pero con la consciencia de que el mejor maestro es el ejemplo, a pesar de que verte leer diariamente rodeado de libros no equivalga a que lean, creen que si los valores son buenos, íntegros y coherentes, las probabilidades de que ellos también lo sean aumenten.
Así que, seas padre o hijo, si hoy y siempre quieres acertar con el regalo de lleno, regálale tu única posesión: tiempo.
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