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San Jorge: "fábula y signo"

Las tropas de Alfonso IX de León entraron en Cáceres el 23 de abril de 1229 tras caer los muros. Y aquel día se celebraba la figura de San Jorge, muerto en el siglo III por negarse a perseguir los cristianos e incumplir las órdenes de Roma

Dragón de San Jorge, en Cáceres.

Una ciudad asediada, un enclave estratégico, una victoria que no llega. Sangre, muerte, hambre, esperanza y frustración a la vez… hasta que los muros caen el 23 de abril de 1229. Las tropas cristianas de Alfonso IX de León entran en Cáceres y los musulmanes se retiran hacia el sur, más aún, irremisiblemente. La derrota almohade en las Navas de Tolosa, casi diez años antes, había sido un paso decisivo para el avance cristiano hacia el sur de la Península Ibérica. Aún así, muchas escaramuzas quedarán, mucha muerte todavía, hasta la definitiva derrota musulmana en 1491, cuando el reino nazarí de Granada caiga en manos de los Reyes Católicos.

Aquel 23 de abril de 1229 se conmemoraba la figura de San Jorge, quien, según la tradición cristiana, había muerto abrazado a su fe pese a las torturas a las que fue sometido por el emperador Diocleciano. Roma había ordenado a Jorge, soldado del imperio, que persiguiera a los cristianos a finales del siglo III, pero las convicciones religiosas del muchacho -inculcadas por su madre, también cristiana- fueron más poderosas que su vocación militar y, por eso, Jorge se revolvió contra el poder, pagando como precio su propia vida. 

Retrato de Alfonso IX de León.

El mártir San Jorge adquirió, a lo largo de la Edad Media, un aura de héroe para el cristianismo, esa figura de poderes «sobrenaturales» que lucha contra el mal hasta vencerlo, gracias a la afilada lanza de sus convicciones. Pronto empezó a ser representado sobre un corcel blanco, blandiendo una irrompible pica que hendía en el lomo de un horrible dragón. En la mayor parte de las leyendas que empezaron a circular en torno a San Jorge, el héroe rescataba a una desvalida doncella atacada por el monstruo, o liberaba a una ciudad invadida por el fuego del mal que la bestia expulsaba.

La leyenda de San Jorge albergaba los mimbres idóneos para convertir su figura en símbolo de la recién «liberada» Cáceres. En aquella Edad Media también había formas sutiles de propaganda, utilización de figuras con carga simbólica para favorecer sentimientos de pertenencia a una determinada comunidad. 

Otra vez, como siempre ocurre en la Historia, los símbolos forjaban identidad, despertando sentimientos de unión, pasiones entrelazadas, tan útiles en tiempos de crisis. Al final de su vida, Alfonso IX creía haber cumplido un doble sueño en aquel incierto mundo de fronteras volátiles y señores de la guerra: asegurar la unidad de su reino y extender progresivamente su influencia por antiguas tierras musulmanas. 

Liberación de Andrómeda

El símbolo de San Jorge era muy potente porque estaba enraizado en un conocido mito griego. ¿Acaso no recuerda la «historia» de San Jorge a la liberación de Andrómeda por parte de Perseo? Encadenada a unas rocas, Andrómeda esperaba a ser devorada por el monstruo marino Ceto. En ese instante, nuestro héroe apareció sobre su caballo alado, Pegaso, y liberó a la princesa de las fauces de la bestia. Sólo tuvo que enseñar Perseo a Ceto la cabeza de Medusa, recién derrotada por el campeón, para que el monstruo fuera convertido en piedra. Una princesa en peligro, un monstruo, un caballero salvador: Andrómeda, Ceto y Perseo; Cáceres, el dragón y San Jorge. 

Pero hay un importante matiz en la figura de cierta princesa que también aparece en esta víspera legendaria de San Jorge. Y ese matiz lo aporta la desgraciada Mansaborá, hija del jefe musulmán que controlaba la ciudad antes de que las tropas cristianas la conquistaran. Gracias a la traición (por amor) de la joven, la villa caería en manos de los asediadores. En el castigo a la pobre muchacha -esa súbita conversión en gallina que vaga la noche del 22 de abril por los viejos muros ya rendidos- hay una moralina poco disimulada: cuidado con el «amor ‘fou’», jóvenes, porque un gran abismo se acerca cuando «los labios pierden la cabeza». En este caso, la princesa no tuvo héroe que la salvara.

Para huir de la lluvia, este año la fiesta de San Jorge, el dragón, la princesa, musulmanes y cristianos han ocupado Cáceres el 21 de abril. La tarde-noche del 22 fue lluviosa, siendo un marco perfecto para explorar la ciudad antigua, entre el ocre de sus muros y el silencio de la cellisca, persiguiendo polluelos de oro con los que aliviar zozobras. Cuando el mito atraviesa la Historia, ésta se convierte en misterio, fiesta que une, memoria compartida, pasiones de ayer, esperanzas de hoy, «fábula y signo».  

Un rey a la conquista de 'Extremadura'

Alfonso IX, hijo de Fernando II y de Urraca de Portugal, fue rey de León desde 1188 hasta su muerte, el 24 de septiembre de 1230. Realizó una gran actividad de reconquista, recuperando para la cristiandad las ciudades de Cáceres, en abril.

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