Cristina Blasco llegó desde Sevilla en 1982 para iniciar su proyecto familiar en Cáceres. Ese mismo año entró en el Hospital Nuestra Señora de la Montaña como enfermera. Comenzó con un contrato de un año a través de la diputación, pero luego se fue prorrogando, pasó transferida al Insalud, más tarde al SES... y así 37 años de profesión continuada. «Todos coincidimos en que esto ha sido siempre una gran familia, ha habido un gran cariño, una camaradería constante», comenta orgullosa.

Recuerda su primera etapa, cuando el hospital prestaba servicio a compañías, funcionarios, particulares y beneficiencia. «Había gente que no tenía familia, existía una habitación con camas corridas, comedor y baño para personas mayores solas. También desde el hospital se daban niños en adopción», relata. Numerosas historias, tantas que entristece que el edificio esté a punto de cerrarse. «Muchos llegamos jóvenes, nos casamos, tuvimos hijos, hemos pasado aquí nuestra vida, de modo que ser del hospital de la Montaña te da un sello de identidad», revela. «Siempre hemos acogido bien al personal, siempre hemos cuidado lo mejor posible a los pacientes, pero ahora nos vamos a dispersar y tenemos un sentimiento de pena evidente», reconoce.

A Cristina le quedan pocos años para jubilarse, «y me hubiera gustado hacerlo con todos los honores en este edificio al que tengo tanto cariño», pero entiende que el cambio al nuevo complejo hospitalario «es necesario».