El Periódico Extremadura

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ENTREVISTA CON EL ARQUITECTO, QUE LLEVA VEINTE AÑOS VINCULADO A LA CIUDAD

«Conocí Cáceres casi como una estructura congelada, pero cada vez tiene más vida»

Emilio Tuñón acaba de recibir el Premio Nacional de Arquitectura, el mayor reconocimiento en su profesión. Entre sus obras principales destacan el museo Helga de Alvear y Atrio. «Cáceres me cambió la forma de entender la arquitectura, aquí he aprendido mucho», afirma

El arquitecto Emilio Tuñón, junto a la fachada del Museo Helga de Alvear, en Cáceres. CARLA GRAW

Es como el Goya para un cineasta o como el Cervantes para un escritor. El Premio Nacional de Arquitectura supone el laurel que corona la trayectoria de los mejores maestros de las proporciones, los volúmenes, los trazos, las secciones o los alzados. Al notorio listado de galardonados como Santiago Calatrava o Rafael Moneo, se acaba de unir este año Emilio Tuñón Álvarez (Madrid 1958), autor de una extensa producción por toda la geografía española reconocida internacionalmente, y además profesor en prestigiosas universidades de distintos países.

El jurado ha destacado la excelencia de su obra, que tiene en Cáceres exponentes como el Museo Helga de Alvear, el Relais&Chateaux de Atrio o la Casa Fuerte de los Paredes Saavedra, a punto de acabar su rehabilitación como nuevo alojamiento de Atrio. Una sucesión de proyectos que le han ligado desde hace 20 años a la ciudad, donde ya tiene parte de su vida.

Si enumeráramos todos sus premios, no quedaría espacio para formular ninguna pregunta más. Son decenas, incluida la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes que tanto valoró. Sin embargo, este le ha sorprendido especialmente…

Sí, porque el Premio Nacional de Arquitectura es el más grande que te pueden otorgar en España, supone el mayor reconocimiento. Siempre me he considerado un artesano que no hace grandes proyectos, sino que trabaja con piezas muy cuidadas, por eso es un tremendo honor recibir este premio que tienen mis maestros como Rafael Moneo, Juan Navarro o Alberto Campo, incluso amigos como Carme Pinós, por citar solo a los últimos galardonados, figuras a las que quiero y admiro profundamente por sus enseñanzas.

Tuñón, Mansilla y José Polo, con la maqueta de Atrio. EL PERIÓDICO

 Buena parte de ese mérito y de ese talento lo ha empleado en Cáceres: Atrio, el doble proyecto de Helga de Alvear, la casa fuerte de Paredes-Saavedra… ¿Qué significa esta ciudad en su trayectoria profesional?

Significa realmente mucho. Junto con Luis Mansilla, y después de trabajar en distintos lugares como Madrid, León o Zamora, ganamos el concurso para llevar a cabo el primer proyecto de la Fundación Helga de Alvear (restauración de la Casa Grande). Por entonces, José María Viñuela (patrono y conservador), al que había conocido en los años 80, nos presentó a los titulares de Atrio, Toño Pérez y José Polo, que nos preguntaron si nos animábamos a hacer también la reforma de su nuevo hotel en San Mateo. Luego llegaron el resto de obras. A nosotros esta ciudad nos cambió totalmente la forma de entender la profesión. Su casco histórico te engancha, te ofrece numerosos parámetros sobre lo que ha ocurrido en la historia de la arquitectura. Hemos aprendido mucho con Cáceres, la hemos vivido a fondo, ya son casi 20 años viniendo continuamente.

 Porque Cáceres para usted no es sólo una cuestión arquitectónica, también personal...

Efectivamente, hicimos amigos y nos sentimos muy a gusto. Cáceres no solo me interesa como una cuestión arquitectónica, sino como experiencia vital, por la intensidad de las relaciones que se han creado con clientes y con amigos. He disfrutado tanto la ciudad, la he paseado tantas veces y he traído a tanta gente para enseñarla, que ya forma una parte importante de mi vida.

Así quedó el nuevo hotel de Atrio, en la plaza de San Mateo de Cáceres. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Un profesional con su visión… ¿Cómo califica las rehabilitaciones en Cáceres? ¿Cómo ve las posibilidades de la parte antigua? ¿Se podría sacar más partido?

Es una ciudad compleja que se ha ido transformando, incluso en su carácter. Por ejemplo, antes había más proporción de edificios blancos, pero los restauradores del periodo después de la guerra civil se dieron cuenta de la belleza de la piedra y Cáceres se convirtió en lo que es ahora, en esa piedra cuarcita con encintados de granito tan hermosos. Por eso digo que es una ciudad compleja, en la que existe mucha superposición de culturas: los romanos, los hispanomusulmanes, el periodo medieval, los Reyes Católicos que alteraron las torres, las reformas, las guerras, las transformaciones posteriores… La conocí hace muchos años como una ciudad un poquito muerta, un poquito abandonada, casi una estructura congelada, pero a partir del Plan Especial de Protección y Revitalización del Patrimonio Arquitectónico de Cáceres (1990), la ciudad ha ido cogiendo vida y cada vez va cogiendo más. Todo lo que sea que la gente se anime a vivir y a abrir negocios en la Ciudad Monumental, con sus ciertas incomodidades pero también con sus ciertos placeres, y con la discreción y la elegancia que requiere el casco histórico, será bueno para revitalizarlo y muy importante tanto para los cacereños como para los visitantes.

Tuñón ofrece explicaciones a los Reyes en la apertura de Helga de Alvear. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

 No hay arquitecto de prestigio que no se haya enfrentado a un proceso controvertido como el que afrontaron usted y Luis Mansilla con el primer proyecto de Atrio. El Consejo Internacional de Monumentos de la Unesco se ha disculpado incluso por aquella beligerancia...

Pues yo creo que fue una lección bastante interesante para nosotros. Cierto que hay arquitectos vanidosos que no dejan que se transforme nada en sus proyectos, pero nosotros pensamos que la arquitectura se hace con las personas, para las personas y por las personas, que son las que usan las ciudades. Cuando planteamos los primeros proyectos de Atrio, quizás por malentendidos y otras causas, presentamos una propuesta que no encajaba, y lo digo con total claridad. Recuerdo con cierto pavor cómo se recogieron 11.000 firmas en contra, y esas son muchas firmas en una ciudad como Cáceres. De hecho, para mí fue como asumir que el 100% de los ciudadanos estaban en contra del proyecto. Por eso hicimos bien en parar. José y Toño paralizaron el asunto durante un año, pero como son unos peleones, nos animaron a repensarlo. Tratamos de hacerlo bien, hablamos con todas las fuerzas vivas que estaban a nuestro alcance, y fuimos entendiendo algunas cuestiones que no habíamos entendido tan bien al principio: que aumentar el volumen en una ciudad como esta no es interesante, que no se deben incrementar los metros cuadrados, que respetar el carácter material también es adecuado. Y con esos elementos y algunos más de condición ecológica y ecosostenible, hicimos la propuesta definitiva. Cuando digo que Cáceres nos ha cambiado, quiero decir que esa transformación del proyecto nos hizo ver que la participación ciudadana es necesaria, aunque a veces escueza a los arquitectos. La gente puede o no tener razón, y en este caso sí la tenía. Yo creo que el mejor Atrio es el que se acabó construyendo, nadie lo ve hoy como una intervención agresiva, sino medida, equilibrada y ajustada. Nosotros aprendimos a intervenir en un casco histórico como Cáceres, y los ciudadanos acabaron entendiéndolo, y también comprendiendo que la arquitectura contemporánea encaja bien con la historia si se hace con la sensibilidad que exige un conjunto histórico como este.

Imagen exterior del nuevo Museo Helga de Alvear. EL PERIÓDICO

 Ha traído a muchas personas a conocer la ciudad... ¿Qué les recomienda ver como espacios imprescindibles?

Desde luego el aljibe hispanomusulmán del Palacio de las Veletas. Entras y te provoca taquicardias de belleza, te genera el síndrome de Stendhal. Se trata de uno de los lugares más bonitos de Cáceres y probablemente de España. Sin duda también las dos estructuras de plazas en diagonal. Una en San Mateo, que se prolonga hacia la plaza de San Pablo y Las Veletas en busca de la judería. Otra en Santa María, que continúa con los Golfines y la plaza de San Jorge. Son plazas muy urbanas, muy atractivas, con una sucesión preciosa, una visión tangencial. Y en tercer lugar yo siempre bajo a Santiago, mi iglesia favorita con permiso de San Mateo. Llegas por el Camino de Santiago y aparece ese encanto extramuros, esa iglesia fortificada con pilares tan extraños. Es sofisticada y a la vez interesante. Luego está el paseo por la muralla, por el adarve, por la plaza con las torres de fondo… Cáceres se disfruta mucho.

Pero ya la conoce al detalle...

Siempre aprovecho para hacer un nuevo recorrido y sobre todo para descubrir cicatrices. Porque lo que más me gusta de Cáceres, aparte de los grandes espacios y la estructura urbana, son las huellas de las personas que han habitado la ciudad, que abrieron una ventana en un muro y de repente la cerraron, que tapiaron una puerta en San Mateo, en fin, cicatrices que revelan el pasado de la ciudad, la historia de las personas que aquí han vivido. Es lo más bonito de la arquitectura histórica.

Emilio Tuñón, junto al singular árbol blanco del centro Helga de Alvear. CARLA GRAW

Queda clara la sensibilidad del arquitecto. Son artistas...

No tiene por qué. La arquitectura por esencia es un arte mediado. Esto quiere decir que aunque hay profesionales con mucha vocación creativa, y arquitectos que son artistas, sin embargo la arquitectura está condicionada por las necesidades de la sociedad, por las reglamentaciones urbanas (accesibilidad, incendios…), por los usuarios, por los constructores, por los clientes... En la arquitectura se produce un diálogo social entre todos los elementos en torno a un proyecto, que es más exitoso cuanto más fluida y respetuosa es esa conversación. En Atrio, sin ir más lejos, se produjo un proceso largo, dilatado, con heridas, pero con un buen término.

¿La gran obra que le gustaría llevar a cabo?

Siempre pienso que las mejores obras son las que están por venir. Ahora mismo estoy acabando la restauración de Paredes Saavedra en Cáceres para el nuevo alojamiento de Atrio, y me parece la más bonita que he hecho en mi vida. Disfruto pensando en las personas que van a venir a dormir, qué percepción tendrán de la tipología del palacio, si la intervención ha logrado sacar el esplendor del espacio para que la gente entienda la sucesión del zaguán con el patio, con el jardín trasero… No obstante, siempre me he quedado con ganas de hacer una capilla, una pequeña capilla privada, no más. He tenido un proyecto entre manos que al final no ha salido, y sí, confieso que me he quedado con un poquito de pena.

De todas las obras que ha visto por el mundo… ¿Cuál es la que más le ha impresionado?

El edificio más bonito del mundo para mí es la Mezquita de Córdoba, con su catedral, y en segundo lugar Santa Sofía de Constantinopla. Son dos arquitecturas que hablan de esa herencia romana interpretada de dos formas diferentes.

La crisis de 2008 afectó seriamente al sector de la Construcción y por ende a su profesión, que ha tardado en recuperarse. De hecho, las aulas de arquitectura sufrieron un importante descenso.

Fue una crisis arrasadora porque cerraron numerosas oficinas, muchos compañeros tuvieron que tomar esa decisión, si bien comienza a haber mucha gente joven con nuevas ideas que han ocupado ese lugar. Aunque profesionalmente lo sobrellevé bien, personalmente he sufrido mucho viendo lo mal que se ha pasado, no ya los arquitectos, sino la sociedad en general. Y lo que nos queda por pasar, porque esta nueva crisis me tiene tremendamente preocupado. No sé cómo van a afrontar el invierno las personas que viven al día porque la economía ya no les da para más, no sé cómo se van a pagar estos costes, por ejemplo la energía... Quedan meses bastante difíciles.

¿Qué le diría a un chaval de Bachillerato que sopesa iniciar Arquitectura el año que viene?

Sobre todo, que si quiere ser arquitecto debe ser una persona generosa, honesta, solidaria, trabajadora y poco egoísta, porque la arquitectura es en realidad un servicio a la sociedad para construir los espacios en los cuales las personas desarrollan las actividades. Por supuesto la belleza y otras condiciones estéticas son interesantes, pero lo primero es, reitero, cubrir las necesidades de la sociedad.

Cuando habla de su trayectoria continúa haciéndolo en plural. De hecho, el apellido Tuñón seguirá siempre asociado a Mansilla. Tuvo que ser difícil superar la temprana pérdida de su compañero.

Para mí no era un amigo, era un hermano. Sigo planteando todas las obras como si estuviera haciéndolas con él. Por supuesto me encanta recoger el Premio Nacional de Arquitectura, pero creo que Luis tenía más méritos. Me da mucha pena. En realidad él debería estar aquí para recibir este reconocimiento.

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