TRIBUNA

Las fechas clave de la romería de San Blas

Romería de San Blas en Cáceres.

Romería de San Blas en Cáceres. / EL PERIÓDICO

Agosto de 1491. Unos cuantos años antes, un grupo de cacereños, ¡vaya usted a saber por qué¡, deciden abandonar la cofradía de San Blas el Viejo de San Juan, y construir otra ermita dedicada al santo en las afueras de la ciudad, como digo, tuvo que ser unos cuantos años antes, porque de ese 1491 es un documento de compra venta, en el que se puede leer «que fulanito de tal compra una finca que está situada al lado de la ermita de San Bas».

Enero 1551. Si tenemos localizada cronológicamente la ermita, la cofradía (existen libros de la misma de la fecha que encabeza el párrafo) que la mantenía y la cuidaba tuvo que ir a la par. Una vez que lograron tener la imagen del santo, lo cultos empezarían rápidamente, pero su problema es que no tenían reliquia del de Sebaste. Y esto era un verdadero problema. No sé cómo lo harían, pero consiguieron que la de San Juan les dejara la suya. La tarde de todos los dos de febrero la reliquia era bajada solemnemente para la fiesta, imagino que después la devolverían (seguro el día siguiente) para que los de San Blas el Viejo celebraran la suya.

Al Obispo Galarza no debió gustarle mucho eso de que dos cofradías de un mismo santo existieran en la ciudad, y decide con la autoridad que tenía que solo permaneciera la que tenía su sede al lado del río Verde. 

La reliquia siguió en San Juan, pero todos los años la tarde de las Candelas era bajada y no habría prisas en devolverla. La cosa caló tanto entre los cacereños, que a finales de XVI la aglomeración de personas para la celebración era de tal calibre que hubo que preparar bien los alrededores para evitar algún que otro disgusto.

Febrero 1613. Para mantener el entusiasmo había que hacer cosas nuevas, uno de la cofradía que era panadero, en las reuniones que tuvieron para preparar la romería del aquel año, se le ocurrió donar unas cuantas fanegas de trigo, y se comprometió a elaborar unos cientos de roscas de anís, venderlas, y poder sacar algunas monedas para los gastos que eran muchos.

Aprovecho para recordar a todos los que colaboraron en su tiempo a mantener esta tradición; me acuerdo de Don José Reveriego y todos sus colaboradores, y de mi amigo Joaquín Carrasco (padre), que todos los años me decía en estas fechas «¡cómo se va a poner el cura de San Blas!».

¡Viva la Romería de San Blas!