La entrevista | Antonio Pablo Rubio Director de la banda del Cristo del Humilladero

«Debe haber más respeto a las bandas: tenemos muchos casos de músicos con labios partidos»

Antonio Pablo Rubio, director de la banda del Cristo del Humilladero.

Antonio Pablo Rubio, director de la banda del Cristo del Humilladero. / Carlos Gil

Su abuelo, Andrés Pablo Muñoz, y su padre, Antonio Pablo Merchán, fueron mayordomos de la cofradía del Humilladero, fuertemente arraigada a la iglesia del Espíritu Santo desde su fundación en 1493. Pero en su familia no había ningún músico. Pese a ello, Antonio Pablo Rubio (Cáceres, 1972) es el director de la Banda de Cornetas y Tambores del Humilladero, tan vinculada a la Semana Santa cacereña que no se entendería ya la una sin la otra. Ha resistido desde 1986, mientras se creaban y disolvían otras muchas formaciones, pero además tiene dos secciones con 92 y 43 miembros. Cuando toca el Humilladero, empieza la Pasión cacereña.

A muchos nos emociona recordar aquel grupo de majorettes de Barriadas Unidas. Llegaba a los barrios y los chiquillos armábamos la revolución. Y ahí empezó usted… 

Ahí empecé con 8 añitos. Mi hermana Lourdes iba de majorette y yo tocaba el tambor. Mis padres estaban en el grupo que se encargaba de aquello porque era una actividad del barrio, y nosotros siempre hemos sido vecinos de Llopis. Íbamos por toda la ciudad, por los pueblos, con el dragón de San Jorge… 

¿Y cómo se formó la Banda del Cristo del Humilladero?

Cuando Barriadas Unidas desapareció, la vinculación de mi familia con la cofradía nos animó a ponernos los hábitos de la hermandad y salir de acompañamiento musical, porque se había quedado sin una banda anterior. Empezamos en 1986 y estábamos poco más de quince, en plan de amigos, pero fueron entrando más participantes, y en 1989 no llamó la Cofradía del Amor para su primera salida. Más tarde pedimos permiso y formalizamos los ensayos en los soportales del Espíritu Santo. En 2004 dimos el paso y cambiamos los hábitos por nuestro traje granate. Ya éramos 28. A raíz de ahí nos planteamos formar nuevos miembros y empezar los ensayos en verano.

Son más antiguos que muchas cofradías cacereñas...

Llevamos 38 años ininterrumpidos. La banda funciona como una sección de la cofradía del Humilladero y su apoyo es lo más importante. Una hermandad apegada al barrio, muy viva, y eso mueve a mucha gente. Nosotros vamos llevando el Humilladero allá donde tocamos, nos damos ese gusto. 

Se han ganado por derecho propio ser considerada la banda sonora de la Semana Santa. ¿Cómo han llegado hasta aquí? Ha habido tantas formaciones por el camino…

Pues con mucho trabajo y mucha paciencia. Convivimos entre nosotros casi más que con la familia, porque ensayamos a diario. Hay roces, claro que sí, somos conscientes, pero se sobrellevan y se solucionan porque insistimos en la convivencia. Formar parte de una cofradía nos da esa seña de pertenencia e identidad, y nos hace tolerantes. 

Han creado, además, la Banda de Cornetas y Tambores del Espíritu Santo, formada por 43 niños...

Había que hacer algo porque la Semana Santa es dura, y un niño de 8 o 9 años no puede pegarse seis horas de procesión. Creamos la banda infantil para que saliera en 2018, por el 525 aniversario de la hermandad, y la verdad es que ha sido un éxito. Hemos querido que tenga entidad propia y ahí está Ricardo Leal como director, y Ana Morales encargada de su formación. Ya tienen su agenda de Semana Santa y harán cuatro procesiones en Cáceres en recorridos y horarios más a su medida. Les enseñamos desde cero.

«Lo que me da fuerzas para aguantar once procesiones son las torrijas de mi madre»

¿Por qué nunca le vemos delante de la banda en Semana Santa?

Soy músico, el protagonismo no me va. Me gusta tocar, sobre todo los graves. El año pasado fui con la tuba, este año con el bombardino.

¿Qué repertorio tienen?

40 marchas de lento más 12 de ordinario, de pasacalle. Estamos tres voces de corneta, tres voces de trompeta, los fliscornos y los graves (trombones, bombardinos y tubas).

¿Cómo ve la Pasión cacereña? 

Va evolucionando, incluso se han incorporando otras hermandades con otros estilos. Pero creo que se deberían cuidar más ciertos detalles, la puesta en escena, porque las procesiones son una catequesis visual, a la calle llegamos por los ojos.

¿Cómo hacen para aguantar once procesiones en nueve jornadas?

Estamos acostumbrados, porque ensayamos dos horas intensas todos los días. Durante la Semana Santa, lo importante es el descanso (dormir lo que puedas) y la alimentación. En mi caso, lo que me da fuerzas son los dulces de mi madre, sobre todo las torrijas. Llego de noche, me las tomo con leche calentita y estoy en la gloria. 

¿El público se comporta?

Debe haber más respeto a las bandas. La gente al final se cruza y los compañeros van con un metal en la boca. Tenemos muchos casos de músicos con los labios partidos. 

¿Por qué se habla tanto de la subida del precio de las bandas?

No es nuestro caso. Si el Humilladero tuviera que cobrar su caché, no podría salir en Cáceres, lo digo con toda la sinceridad. En otras ciudades nos ofrecen cinco veces más, pero lo hacemos por devoción. El músico quiere tocar en su ciudad.

Uniformes, instrumentos... Debe ser muy costoso. 

Mucho, y añade el mantenimiento de los instrumentos. Por ejemplo, la puesta a punto de una tuba por el lutier son 500 €, y de un trombón, 200 €. Hay que pagar la dirección musical, porque vienen dos profesionales de dos bandas de Sevilla cada martes, Israel Jiménez y David Moya. Hay que pagar los derechos de autor… Todo lo abonamos con gusto porque valoramos el trabajo de estas personas, por eso nos gustaría que también respetaran el nuestro, que no siempre ocurre

¿Un momento que le emociona hasta la lágrima?

El auténtico sentido de la Banda del Humilladero es el Jueves Santo, a la hora que sale su Cristo. El día que no pase así, la banda no tendrá sentido. En ese momento se juntan muchas cosas: ves la evolución de todos estos años con 90 personas tocando, recuerdas a tu abuela que vestía a la Virgen, a tu abuelo con los pasos... Debo decir que ha sido posible porque tienes detrás gente importante, como tu mujer y tus padres, que te apoyan. Mi hijo nació en Cuaresma y yo iba y venía de los conciertos al hospital. Sin ellos, nada de esto hubiera podido ser. 

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