«Guiar al Cristo Negro es una responsabilidad muy grande. La procesión va por dentro....»

Ignacio Blanco, jefe de paso del Cristo Negro.

Ignacio Blanco, jefe de paso del Cristo Negro. / Jorge Valiente

Dicen que el Cristo Negro no solo procesiona por Cáceres. Dicen que procesiona por el mundo. El dinamismo de su primer perfil en Facebook hizo que la plataforma decidiera bloquearlo al entender que era un spam, cuando ya sumaba 225.188 visitas. Periodistas, historiadores y curiosos han venido a presenciar tan singular talla. Así ha sido desde que la hermandad se refundó en 1985 bajo la advocación de este crucificado de 600 años de antigüedad, realizado en madera traída de África, rodeado de historia y leyendas. Ignacio Blanco (Cáceres, 1962) permanece unido a él de una forma muy especial desde hace más de veinte años. Es su jefe de paso (también secretario de la hermandad). Lo guía cada Miércoles Santo entre la multitud.

El Cristo Negro ni siquiera procesionaba cuando usted ya estaba entre hábitos y pasos…

La verdad es que empecé a los 5 años saliendo con el Nazareno, luego con los Ramos, y a medida que fui creciendo me metí en otras cofradías. A los 12 años comencé a cargar y a coger experiencia. Desde muy joven asumí cargos de responsabilidad. Eran los tiempos de la Transición, faltaban muchos hermanos. En las cofradías he hecho las mejores amistades que se puedan imaginar.

Mayordomo de las Batallas, vicemayordomo del Nazareno, tesorero de la Unión Cofrade… Pero cuentan que su pasión, desde niño, siempre fue la de jefe de paso… ¿Cómo llegó al Cristo Negro?

Sí, desde niño tuve esa ilusión. Cuando íbamos en Batallas o en la Madrugada, Paco Galiche, un extraordinario jefe de paso (¡lástima que no se haya creado una escuela bajo sus enseñanzas!), me dejaba a veces que le echara una mano. Luego, en los años 80, un grupo de Batallas comenzamos a procesionar con el Cristo Negro. Pertenezco a la directiva desde el principio, de modo que cuando enfermó el jefe de paso, Román Corrales, pidieron si alguien se atrevía y me atreví. Aquella noche estaba como un flan, adelgacé 2 o 3 kilos, te lo aseguro, era una responsabilidad muy grande, llevar una imagen de esas características y además por la parte antigua, sin luces. Cuando falleció Román se encargó otro directivo, pero pasados tres años me lo volvieron a ofrecer, hasta hoy...

¿Y se sigue poniendo nervioso?

La procesión va por dentro. Nunca acabas de controlarlo todo. Durante los primeros años conocía los turnos, era gente muy experimentada, pero evidentemente los nombres van cambiando, entran hermanos que nunca ha llevado este paso (ahora los inscritos en1991), y tienes que estar siempre muy pendiente de que entiendan bien las directrices, que apoyen correctamente las horquillas, que lleguen todos al mismo tiempo. Hay que avanzar con mil ojos, con mucho cuidado.

¿Qué pasa en esas dos horas previas en Santa María? ¿Qué no vemos los que estamos fuera?

Nos vestimos, los hermanos de carga se organizan desde los más altos hasta los más bajos y formamos cinco turnos. Van rotando cada año para sacarlo. Si hay un grupo con menos experiencia, no le ponemos un tramo complicado. Hacemos el juramento de silencio, la procesión se organiza al completo. Posiblemente, los directivos somos los más nerviosos en esos momentos.

Y suenan los tres golpes en las puertas de Santa María...

El paso en ese momento está en el altar mayor. Comienza a salir el cortejo y calculamos una cierta distancia para levantarlo a brazos, luego a hombros. A la salida siempre se escuchaba la voz de Juan Borrasca, ya fallecido, lo echamos mucho de menos, su torrente retumbaba en Santa María y me emocionaba hasta la lágrima. Este año se volverá a escuchar de otra forma, pero estará allí. 

¿Los turnos de carga repiten? 

No. Cada uno recorre unos 300 metros. Van hombres y mujeres. 

¿El tramo más complicado?

Fue en 2012 y 2013 cuando salimos de la Preciosa Sangre por las obras de Santa María. Había que bajar las escaleras hasta San Jorge. El turno 3 me preguntó: «¿Cómo lo hacemos?» Y solo pude decirles: «Vosotros poneos, que él os guía». Me salió del alma, y lo cierto es que salvamos las escaleras perfectamente, nadie se pisó la túnica, nadie resbaló, nada… En cuanto al trayecto tradicional, el tramo más complicado es el último de la Cuesta de la Compañía, con varios escalones.

Afortunadamente, no es un paso complicado, o eso parece...

La complicación no es el peso, unos cien kilos, sino la estrechez de las calles, las escaleras, el tipo de pavimento y sobre todo la falta de visibilidad por nuestro hábito y por un recorrido lleno. Debes ir controlando prácticamente todo, no tienes margen de maniobra ni tampoco apenas referencias.

¿Y qué se ve desde esa capucha benedictina en plena procesión?

Vamos mirando casi siempre al pavimento y pocas veces hacia arriba, pero ves gente de rodillas, llorando, orando, con velas en las manos… Es impresionante.

¿Van marcando los tiempos?

Sí, nos gusta ser respetuosos con el horario. La procesión dura dos horas y tengo calculado que en San Mateo debe darnos la una. Como muy tarde, a las dos estamos ya entrando en Santa María.

La lluvia se ha portado muy bien con el Cristo Negro. Pero este año…

Curiosamente, solo ha dejado de procesionar una vez porque diluviaba. Ha habido años en que llovía todo el día y paraba justo a medianoche. También ha ocurrido que, entrando el último hermano, ha caído un chubasco. Pero veremos... 

El año pasado probaron un nuevo recorrido por el barrio judío y vuelven al tradicional.

Probamos nuevas perspectivas, nuevas calles, y los hicimos sabiendo que si no nos convencía, retomábamos el de siempre. Lo cierto es que tuvimos algunas dificultades, varios obstáculos, y todo eso nos ha hecho volver al habitual.

¿Qué le supone el Cristo Negro?

En el año 85 pusimos una escalera con el fin de ver en qué condiciones estaba la imagen para empezar a procesionar. Yo no lo dudé. Cuando subí arriba, lo toqué, me santigüé, y hasta hoy. Le tengo muchísima devoción. Rara es la semana que no pasó por Santa María a ver a ‘mi amigo’, como yo le llamo. 

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