Entrevista | Antonio Bazo Vicemayordomo de los Ramos y veterano en tareas logísticas en distintas cofradías

«De joven aprendí a montar pasos por la confianza de las cofradías. Nunca tuvimos un mal gesto»

Antonio Bazo, vicemayordomo de los Ramos y veterano en tareas logísticas en distintas cofradías.

Antonio Bazo, vicemayordomo de los Ramos y veterano en tareas logísticas en distintas cofradías. / Carlos Gil

Durante la salida de los pasos de la Semana Santa cacereña, que está próxima a concluir, la gran mayoría ha venido observando los mantos, las velas, las flores... Pero hay un pequeño número de personas que siempre ve mucho más allá: ese jarrón bien fijado, esa cruz que no se cimbrea.... Ellas son las que hacen posible la salida de cada imagen con sus andas, sus varales, sus faroles, sus palios, todos sus ornamentos, de forma segura, bien acabada, distinguida... Hablamos de los responsables de los montajes de los pasos. Sin ellos, la Pasión no podría salir de ningún templo. Los preparan muchos días antes y los desmontan durante muchos días después. Antonio Bazo, vicemayordomo de la cofradía de los Ramos, es una auténtica referencia en estas artes, pero también en otras. Una de esas personas que engrandecen la ciudad con su trabajo voluntario.

¿A cuántas cofradías pertenece?

Mi madre era una persona de iglesia y desde el nacimiento nos apuntó a los cuatro hermanos al Nazareno, la Vera Cruz y la Montaña. Siempre veíamos las procesiones en familia. Lo típico, de chaval, era ir los viernes a ver el Nazareno en Santiago, y poco a poco aumentó mi vinculación con la Semana Santa: hermano infantil, capuchón, hermano de carga... Me fui incorporando a los Ramos, Estudiantes, Batallas, Sagrada Cena y Jesús Condenado.

¿Cuándo se subió a un paso por primera vez?

A los 12 o 13 años, con el grupo de amigos, iba siempre a los traslados del Nazareno y los Ramos, y comencé a conocer gente, a hacer amigos. Eso te engancha realmente a las cofradías. Recuerdo cuando el mayordomo del Nazareno, Juan Ramón Marchena, nos convidaba a los diez o doce chavales que estábamos en los montajes con una propina para ir a la pastelería Isa a por raspaduras o helados, según la temperatura. Ya entonces, a los más pequeños nos mandaban las típicas tareas de subirnos a los pasos a barrer y limpiar. Luego comencé a fijarme en cómo trabajaban los mayores para ir colocando todos los elementos. Cierto es que además he heredado esas habilidades manuales por mi familia, mi padre también era carpintero. Y así, con los años, fueron confiando en mí estas tareas. Comencé también a ayudar a los montajes de la Vera Cruz y Batallas, donde aprendí bastante porque había un buen grupo humano que enseñaban mucho y sabía delegar.

Ahora es el responsable del montaje de los pasos de los Ramos...

Sí, de igual modo empecé hace ya muchos años. Allí, José Manuel Martín Cisneros comenzó a encomendarnos a los chavales ir al almacén para limpiar toda la candelería, sacar brillo a la plata, preparar faroles... Nos llevaba siempre al grupo de un lado para otro, nos enseñaba y nos encomendaba tareas cada vez más importantes, fue un padre cofrade para muchos de los que hoy estamos en la directiva de los Ramos. Garantizó el relevo.

Qué importante es que las cofradías confíen en los jóvenes... Está ahí porque confiaron en su trabajo.

Nunca tuvimos un mal gesto ni una mala cara en ninguna de las cofradías en las que participamos, siempre nos dieron responsabilidades. Unas veces lo hicimos bien y otras mal. Tuvimos que corregir y tuvieron que ir otras personas detrás arreglando lo que nosotros aún no realizábamos bien, pero siempre desde el cariño y desde el respeto.

«En el Nazareno nos convidaban tras el montaje e íbamos a Isa a por helados o raspaduras»

Debe imponer tremendamente montar un paso como la Esperanza, el Cristo de la Buena Muerte, el Cristo de las Indulgencias...

Mucho, sobre todo el tema de la Candelería de la Esperanza, que debe hacerse con sumo cuidado para que no se dañe. Este paso lleva muchas piezas pequeñas que componen una especie de mecano, de modo que una mal colocada perjudica al resto. Otro paso que me gusta mucho montar, y que veo con enorme respeto, es el Cristo de las Indulgencias, del siglo XIV, una joya... Para mí es un honor, pero también una gran responsabilidad.

¿Qué piensa cuando observa los pasos en la calle?

Los que hacemos estas tareas nos fijamos en lo que nadie se fija, por ejemplo, y lo digo desde el cariño, en ese apaño necesario de última hora completamente disimulado y que va precioso, que solo algunos podemos apreciar. Después de tantos años, sabes leer esa otra parte de la Semana Santa. Además, cuando voy como hermano de carga me fijo mucho en los movimientos de paso, que vaya completamente acompasado por el tema de jarrones y velas, que nada haga un extraño, que ninguna pieza se mueva de forma disonante porque te pone en alerta.

De hecho, va de jefe de paso en más de una imagen...

Lo he sido de los cuatro pasos de los Ramos por el sistema de rotación que aplicábamos antes, y desde hace ocho años ya de la Esperanza. Es un paso difícil, el palio te obliga a tener en cuenta el volumen en la salida, en cada esquina... También lo soy de la Zapatona de la Vera Cruz, a la que tengo mucha vinculación. Con el Cristo de las Indulgencias, el Perdón y el Cristo de los Estudiantes voy de ayudante. Pero a mí lo que más me gusta es cargar. Lo sigo haciendo con la Misericordia y las Batallas. Con los demás busco mis momentos para meterme debajo y me desahogo un poquito.

Por cierto que es usted el responsable de entregar y retirar el bastón de mando de la ciudad a la patrona, cada año en Fuente Concejo...

Sí, la cofradía me encomendó esa función. Cogí el relevo de uno de mis maestros, una persona tremendamente resolutiva, Joaquín Álvarez. Tengo que decir que ese momento es un privilegio, me tiemblan las piernas cada vez que me subo al paso representando a todo el pueblo de Cáceres, concentrado en ese momento sobre la imagen. Es un honor enorme.

Y desde mañana, el desmontaje de todo lo que hemos visto esta Semana Santa...

Suele ser más fácil, pero también más triste, y además hay menos colaboración porque no supone la ilusión del montaje. A las cofradías nos lleva varios días limpiar, embalar y almacenar cada pieza. Luego, hasta verano, nos damos un respiro, pero en otoño ya retomamos esa labor de ver qué hay que reponer, arreglar... Otra vez en marcha

Y así, las cofradías cacereñas llevan varios siglos...

Y otros cuantos que quedan por delante, si Dios quiere...

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