Opinión | El Bombo

Brevas y canutos

La víspera de san Jorge llenaba las plazuelas y calles de hogueras

El Domingo de Resurrección culminaba un largo período cuaresmal trufado de ayunos y abstinencias, indulgencias, ejercicios espirituales y confesiones generales que culminaba con un acto el Viernes Santo de nombre clarificador: «Oficios de tinieblas» y acababa con la procesión del silencio en la que solamente iban mujeres. 

   La procesión del domingo concluía en la plaza con la interpretación del himno nacional que celebraba el encuentro entre el Resucitado y su Madre al que seguían unas palabras de D. Elías, párroco de Santa María, que repetía lo de todos los años, el resultado de la rifa de un borrego desde el balcón de la torre de Bujaco. «Este año la divina providencia ha querido que el borrego le toque a la parroquia» A lo que gran parte de la chiquillería presente contestábamos: « Tramposo, tramposo» 

    El buen tiempo traía nuevas diversiones. En primer lugar los canutos. La Ribera del Marco tenía las suficientes cañas como para abastecer a toda la chiquillería de armas con las que competir con el enemigo. Unos canutos de mayor o menor extensión y grosor cuya munición eran frutos silvestres con los que llenabas la boca y que afinando la puntería salían despedidos a gran velocidad e impactaban en los cogotes.

   Tampoco había que dejar pasar la fiesta de san Jorge cuya víspera llenaba las plazuelas de hogueras con las que competían los barrios pues aún no había traído del levante lo de la cabalgata, los moros y los dragones el obispo Llopis. Pero la competencia juvenil no se limitaba a las hogueras y era necesario tener otra munición a mano, las brevas. Estabas tan entusiasmado con la fogata que desprendía la hoguera a la que habías contribuido llevando alguna silla rota de tu casa cuando sentías un brevazo. Naturalmente era necesario responder con otro destinado al primer sospechoso que veías. Y así hasta la feria en la que comprabas un don Nicanor tocando el tambor y montabas en los coches chocones mordisqueando el palacazú.

Profesor

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