LOS ROSTROS DEL AÑO (V)

Luis Rubiales, el beso que inició la revolución

Sus actitudes machistas empañaron el histórico Mundial ganado por la selección, pero permitieron que se iniciará una ola de empoderamiento con un poderoso lema: #SeAcabó

Luis Rubiales.

Luis Rubiales. / Nacho García

Sergio R. Viñas

Con perdón... Quizá, ahora, pasados ya cuatro meses, con tiempo para acercarse al escándalo, a la presunta agresión sexual y a las presuntas coacciones posteriores, con perspectiva y distancia, haya casi que dar las gracias (entiéndase) por ese beso no consentido que Luis Rubiales le propinó a Jenni Hermoso tras la final del Mundial femenino de Sídney, el pasado 20 de agosto.

Sí, es algo que nunca debió haber pasado. Sí, fue un acto machista, como sus tocamientos de genitales en el palco, que degradó a las mujeres, a los hombres, a España, al fútbol, al deporte, al buen gusto, al sentido común... Sí, fue la perfecta definición gráfica del machismo que sigue impregnando nuestra sociedad, del que se ve y del muchos aún no perciben a simple vista, porque siguen creyendo que, "bueno, mujer, un fue un piquito sin importancia, tampoco es para tanto".

Es, además (y por encima de todo), una presunta agresión sexual, conviene no olvidarlo, que muy probablemente le lleve a juicio, a la espera de que el juez escuche el día 2 de enero el testimonio de la víctima, Jenni Hermoso, y cierre la instrucción. Un presunto delito que sirvió para que muchos hombres en España comprendieran lo que debía ser evidente por sí mismo: que un hombre no puede besar a una mujer sin su consentimiento, que un superior no puede besar a un empleado/a a su cargo como si tal cosa.

El tuit de Alexia

No, no fue un «piquito» amistoso y eufórico, fruto de la alegría de haber ganado un Mundial, como defiende una y otra vez el expresidente de la RFEF. Fue el desagradable e indeseable germen de una revolución. Hoy, todos sabemos lo que significa y lo que implica ese #SeAcabó acuñado, de manera espontánea, por la dos veces Balón de Oro Alexia Putellas en un tuit, tras aquella asamblea de la vergüenza en la que Rubiales pronunció su quíntuple "no voy a dimitir" que dinamitó cualquier posible vía para que escapara con cierta dignidad del bochorno en el que se había ido sumergiendo. Para siempre quedará aquella secuencia de la vergüenza, narrada por Rubiales, en la asamblea: "Ella me dijo: ‘Eres un crack’. Y yo le dije: ‘¿Un piquito’?. Y ella me dijo: ‘Vale’".

Conviene no olvidarlo, Rubiales fue cavando su propia tumba con determinación durante una semana en la que había una noticia sobre el tema cada hora. Empezó con el beso y siguió con ese vuelo de vuelta de Sídney en el que trató de convencer a Hermoso de que sacara la cara por él. Ella misma no le dio la importancia a la agresión en un primer momento, como reconoció, pero sí cobró conciencia horas después de que aquello no era una anécdota. Era algo muy grave.

Aquella asunción en frío de la gravedad de los hechos por parte de Hermoso fue interpretada por Rubiales como una traición, una venganza. Y no dudó durante la semana posterior en utilizar su poder en la RFEF para tratar de humillarla (otra vez), con mensajes que se movían entre el paternalismo y la condescendencia, afirmando que a Jenni le habían lavado el cerebro para mancharle a él.

Nos abrazamos y ella me dijo: ‘Eres un crack’. Y yo le dije: ‘¿Un piquito?’. Y ella me dijo: ‘Vale’

Luis Rubiales

— Expresidente de la RFEF

Seis días después de la final del Mundial, la FIFA, contra todo pronóstico, intervino suspendiendo temporalmente a Rubiales de todos sus cargos, para posteriormente inhabilitarlo durante tres años. Una contundencia inesperada por parte del organismo que rige el fútbol mundial, acostumbrado a mirar hacia otro lado cuando uno de los suyos es el afectado. Y que salvó los muebles ante la incapacidad del Gobierno para activar los mecanismos necesarios para suspenderle de inmediato. Si no llega a ser por la FIFA, Rubiales habría seguido siendo el presidente de la RFEF hasta el domingo 10 de septiembre, cuando anunció su dimisión en una entrevista (muy bien pagada, según se cuenta) con el periodista británico Piers Morgan.

El Gobierno llegó muy tarde

Quedaba apartado del fútbol un dirigente que había hecho crecer de manera exponencial en cinco años el presupuesto federativo, pero que también había instaurado una toxicidad insoportable en su relación con el resto de agentes de la industria. Sobrevivió tanto tiempo porque el Gobierno le protegió, algo de lo que se sigue arrepintiendo a día de hoy, aunque nadie lo vaya a decir en voz alta.

En paralelo a la reestructuración de despachos, con la llegada como interino de un Pedro Rocha que ansía convertirse en unos meses en presidente de pleno derecho, el fútbol femenino asistió a una revolución. Las campeonas del mundo, empoderadas por su victoria en Sídney, recibieron también un apoyo masivo ante la actitud de Rubiales en los días posteriores al beso. Desde entonces, han logrado mejoras en sus condiciones como internacionales, han contribuido a regenerar la RFEF y han colocado el fútbol femenino en la agenda políticas, mediática, social. Quizá, en cierta medida, todo valió la pena. Con perdón...