Fútbol

Un triplete del Tiburón Ferran brinda al Barça un gran triunfo sobre el Betis

Los azulgranas vencen en Sevilla en un auténtico 'thriller' y siguen agarrados a sus opciones de revalidar título

Joan Domènech

Xavi volvió a elogiar el sábado la entereza mental de Ferran Torres por su espíritu de resistencia ante las adversidades, sea la suplencia, sean las derrotas, sean los fallos, y el valenciano dio credibilidad al comentario de su entrenador. Juega el valenciano por su determinación, y también por su estado de gracia ante la portería, un índice de acierto que empuja al Barça para alejarle de la catástrofe.

Empató Ferran el inadmisible 1-0 del Unionistas en la Copa el miércoles, y se marchó de Sevilla con un triplete de goles, de nuevo abriendo el marcador para gestar un imprescindible triunfo en la Liga y cerrándolo. Voraz y mortal el autoproclamado Tiburón, que dejó un rastro de sangre en su nado por el Guadalquivir, el equipo necesitó que el ahora suplente João Félix hiciera un truco de magia para que devolviera al cuadro azulgrana la ventaja en el marcador.

Cuestión de coraje

Se preparó el Barça en el Villamarín conociendo el expolio que vivió el Almería en el Bernabéu, donde un árbitro debutante (Hernández Maeso) regaló un penalti al Madrid tras sendas faltas a dos defensas, anuló un gol al Almería y dio otro a Vinicius con la mano, allanando el camino para sufragar el 0-2 y esas imágenes cohesionaron al grupo, imbuyendo coraje para tratar de emprender una remontada quimérica, vista la distinta seguridad y la solvencia con que se mueven los dos grandes.

El mismo coraje del Madrid exhibió el Betis, que se enfrentaba a un 0-2 frente a un Barça renacido y escuchando pitos de su hinchada en el descanso. La reacción del once sevillano difirió en las formas que se vieron en Madrid. Sus goles, en efecto, necesitaron ser refrendados por el VAR, pero llegaron a partir del fútbol propio, con concesiones del rival (las del Barça, no las del Almería) y con mayor rapidez, en tres minutos de aparición mágica de Isco, invisible hasta entonces.

Habían transcurrido menos de 15 minutos después del descanso, y el once azulgrana echaba por tierra los excelentes 45 iniciales y que brindaban a Xavi otro ejemplo para sostener que su equipo juega bien. En todo caso, lo hace muy poco tiempo, insuficiente para seguir el ritmo del nivel de los primeros.

Con dos de 16 años

Con dos niños de 16 años apareció el Barça forzado por las bajas. Las ausencias no podían ser ni fueron un atenuante frente a un Betis tan o más lastrado que los azulgranas, pero Xavi además de carecer de suficientes jugadores, ha perdido los motivos para dar favores a nadie, del mismo modo que varios de sus hombres ya no pueden pedir nada a su entrenador. Si a Koundé le fastidia jugar de lateral, tiene dos problemas.

Espabiló el francés sin haber pasado por el banquillo, y ha espabilado João Félix, cuatro veces suplente desde que empezó el año. Dejó la butaca libre para que se sentara en ella Lewandowski.

Tomó riesgos al final el Barça. También desde el inicio, obligado a recuperar el terreno que le han tomado sus antecesores con ayudas (Madrid) y sin ellas (Girona). Defendía con tres (Koundé, Araujo y Cubarsí), creaba con cuatro (Balde era el cuatro centrocampista) y atacaba con tres. Hubo, sin embargo, una mayor sensibilidad para protegerse entre todos, con un repliegue general que implicó a todos menos a Lewandowski, otra vez sustituido. Vitor Roque entró en su lugar. Tuvo una ocasión y la falló.

Marcó primero el Barça (aunque el Betis pudo adelantarse, como todos, con una vaselina demasiado alta de Luiz Enrique tras pillar la espalda de Cubarsí) y comprobaron sus jugadores lo confortable que resulta gestionar un partido desde la ventaja. Más si cabe ante un adversario como el Betis, refinado, ergo poco agresivo.

Jugó el Barça con una comodidad desconocida, alargando las posesiones, permitiéndose incluso algunos excesos, con la misma codicia del que se pega un atracón después de semanas comiendo verdura hervida. Ese tomo de recreo general, exquisitos todos, crispó a la hinchada verdiblanca, que pese a los buenos resultados vistos en directo -el Betis no había perdido ningún partido en el Villamarín-, protestó la laxitud que contemplaba en los suyos.

No se la podía recriminar a Cubarsí, que repartió pases con la naturalidad del que lo lleva haciendo toda la vida, no importa el lugar ni el adversario, con la cabeza levantada y el porte del veterano, sin acusar el primer titubeo que pudo costar caro. Fue el último. Se marchó antes de hora, como Lewandowski, pero dejó un rastro muy distinto: 20 años más joven, sus piernas de juvenil de primer año no aguantaron el ritmo de la élite.

Las dotes de Lamine Yamal son otras a partir del mismo atrevimiento y ha aprendido a dosificarse. Más entregado en el repliegue, como le demandaba su entrenador, cuajó un partidazo que ocultó la mandíbula del Tiburon. Las dentelladas de Ferran vinieron después de tres jugadas del juvenil.