Tiro con arco

40 años de amor al arco

Fátima Agudo y Raquel de San Macario cumplen cuatro décadas con su licencia de arqueras en la Federación Extremeña

Las dos deportistas cuentan su dilatada experiencia en un deporte que ha evolucionado especialmente

Fátima Agudo y Raquel de San Macario, ante el Arco de la Estrella.

Fátima Agudo y Raquel de San Macario, ante el Arco de la Estrella. / Carlos Gil

Parece que fue ayer, se podría pensar, pero no. Hace la friolera de 40 años que dos cacereñas de adopción, Fátima Agudo (Zafra, 15 de junio de 1968) y Raquel de San Macario (Salamanca, 22 de diciembre de 1968) tienen la licencia de arqueras, la primera la número 589 y la segunda la 580. Aún siguen lanzando, todavía siguen con ese gen competitivo metido en el cuerpo y ninguna de las dos puede adivinar cuándo terminará este, para ellas, feliz viaje por este deporte.

«Las dos jugábamos al balonmano en La Laboral, y además estábamos en la selección extremeña. Entrenaba con nosotros Juan Carlos Holgado, que nos dijo que por qué no probábamos esto del tiro con arco», cuenta De San Macario citando al campeón olímpico en Barcelona 92, con el que casi fueron de la mano después a Madrid. «El balonmano se disolvió y nos quedamos con el arco», zanja la que es ahora presidenta de la Federación Extremeña de Tiro con Arco al tiempo que competidora impenitente.

Fátima Agudo, tirando en 1985.

Fátima Agudo, tirando en 1985. / Cedida

Fátima Agudo, puede que la deportista más laureada de Extremadura de cualquier deporte, cuenta que «empezamos a competir rápidamente. Ese mismo verano nos fuimos al Campeonato de España junior». Lo hicieron casi sin recursos, sin tener campo de entrenamiento (sigue siendo una demanda de este deporte), con material prestado. Eran otros tiempos, marcados siempre por una necesaria austeridad. ¿Cuándo tuvieron su primer arco en propiedad? «Muy tarde», dicen sin poder dar un año de aquello. En realidad se fueron haciendo con el material poco a poco. Fátima adquirió primero las flechas; Raquel el visor.

Licencia de Raquel San Macario.

Licencia de Raquel San Macario. / Cedida

Desde entonces todo ha cambiado mucho. «El material hoy es muy caro, pero más accesible. Tienes más opciones, más tiendas, más contacto, puedes incluso comprar de segunda mano. Entonces no existía ni segunda mano ni internet». Raquel de San Macario agrega mirando a su compañera: «Los maletines de tiro con arco eran de madera, nos los hizo su suegro (el histórico precursor de este deporte Cayetano Martínez), que pesaban la misma vida. En la calle Parra, le comprábamos a un señor la dactilera. Los carcanos los hacía mi madre con tela vaquera, los petos también de tela… todo era cedido o prestado o regalado. Mi padre nos ponía espuma, pintaba la silueta del arco y lo iba recortando», detalla.

A Madrid a la Blume

Ambas consiguieron la beca para ir a estudiar y entrenar en Madrid. «Cuando llegamos a la Blume no teníamos nada», recuerdan. Nada más allá de una enorme ilusión. Fue aquel periplo del 87 al 92. «Fuimos muy felices», aseguran. Agudo, con mejores resultados que De San Macario, estaba de interna; su amiga, de externa.

Raquel de San Macario, en sus inicios.

Raquel de San Macario, en sus inicios. / CEDIDA

«Salimos de Cáceres, llegas allí y te encuentras con el equipo de la selección olímpica de piragüismo, de natación, el Real Madrid de baloncesto, con Corbalán…, el de atletismo, con Cayetano Cornet, vives un poco en el mundo que te gusta». Palabra de Raquel de San Macario, recordando aquel tiempo tan feliz.

Fátima Agudo, que había empezado ya Enfermería en la UEx, explica las dificultades de origen. «Mis padres no lo entendían, pero la federación te ofrecía una beca de interna, con una ayuda económica, aunque escasa, para mantenerte y estudiar allí...». No podía desaprovechar la oportunidad, aunque tuvo que repetir buena parte del primer curso. «Yo me estaba preparando para hacer INEF y tenías que hacer un examen de acceso. Elegí Publicidad porque estaba cerca de la Blume y no me quería arriesgar con INEF a perder la beca», cuenta de San Macario.

«Lo que más nos gustaba era vivir para el deporte. No nos importaba estudiar... tenías un examen y aunque te tuvieras que levantar a las tres de la mañana, lo hacías, pero no perdías el entrenamiento por nada del mundo. Tenías el compromiso con tu familia de que la carrera era lo primero», comenta Raquel. Correr, entrenar, ducharse, desayunar, estudiar, entrenar de nuevo, comer, clases, entrenar, cenar, estudiar hasta la una de la mañana… «y así todos los días. Y los fines de semana, competiciones. Todos hacíamos lo mismo», cuentan entre las dos.

La frustración

Eran los años del impulso olímpico por Barcelona 92, el objetivo por el que luchaban todos los deportistas de la Blume. También ellas. No lo lograron, aunque Agudo fue campeona de España ese año. «Acabé asqueada. Tuve un daño mental espectacular con el [arco] recurvo, que era modalidad olímpica. Quiero pensar que el nivel no era suficiente para ir a una Olimpiada, pero los chicos tampoco lo tenían, se involucraron mucho más con ellos, estuvieron mucho más apoyados», reflexiona la arquera. 

Ambas lo dicen claro. «Sí», afirman con contundencia ante la pregunta sobre si había machismo en aquellos tiempos. «A los chicos les liberaron. Yo por ejemplo me puse a trabajar para poder mantenerme en la Blume y la ayuda económica te la quitan. Al masculino sí les liberaron para entrenar sólo y exclusivamente; a las chicas ni nos lo plantearon», se lamentan.

Fátima Agudo, lanzando.

Fátima Agudo, lanzando. / Cedida

La vuelta a casa

Fue el momento de volver. Agudo empezó a trabajar al CAMF de Alcuéscar a través de Tato Martínez, su marido. Raquel también retornó. En Cáceres ya tiraban con arco con polea y a Fátima le dijeron que probara. Con un mes de entrenamientos quedó tercera de España. «Pero no quería dejar el recurvo y los compaginé. Al final no fui capaz de superar esa crisis mental y en el 94 lo dejé», dice Agudo.

Raquel, mientras, se lesionó de la espalda. Fue un calvario desde entonces. También lo psicológico pesaba. Cada vez que tiraba se volvía a lesionar. «Después de la Olimpiada tuvimos todas bloqueo mental. Decidimos dejarlo. Me vine a Cáceres. Tirábamos, pero llegó un momento en el que estábamos muy machacadas. Cinco años allí nos machacaron mucho: veías injusticias, cosas… y dejamos de tirar», relata.

Estuvo siete años sin tirar, pero volvió con regularidad hace aproximadamente 10 años. «Siempre me ha gustado, pero acabamos muy quemadas», insiste. Sin embargo, «no podemos estar sin competir y competir significa tener mucha complicación. Y también ya empezamos a tener hijos…», comenta.

Raquel insiste en su vivencial pasión por su deporte. «Teníamos un rato libre y estábamos deseando coger el arco. Terminabas una clase y salías corriendo a tirar. En La Laboral ya pasaba. Fátima añade: «Recuerdo en montarme en el autobús en Galarza para ir a tirar. Ahora eso no lo hacen: les tienes que llevar, traer… antes no nos llevaba nadie». Raquel aún recuerda a Holgado llegar en bicicleta, «cargar el arco atrás y a tirar».

La evolución

¿Ha evolucionado mucho el tiro con arco desde el 84? Raquel de San Macario lo dibuja. «Muchísimo. Han avanzado las técnicas. Cada vez se está investigando más en cómo es el tiro. Antes cogías una flecha y tirabas. Ahora, existen los estudios biomecánicos y se está consiguiendo que una arquera de poco peso y delgadita sea capaz de abrir una cantidad de libras impensable hace unos años. También los arcos son de otra manera. !El equipo nacional está tirando ahora con unas libras…! pero es todo estructurado».

Fátima recalca que ha habido «mucha evolución en materiales y también de difusión. Hay más esponsors, no tanto como otros deportes, y está Archery, Televisa… España está consiguiendo muchos éxitos internacionales, medallas en Mundiales y se está apagando el mito de Corea y Estados Unidos y se les gana. Corea siempre ha sido un búnker en cuanto a la técnica. Es el deporte nacional y ahí no se entra. Entran 10.000 niños y salen dos».

En Extremadura también ha crecido mucho todo. «Nos fuimos en el 85 solamente dos extremeñas al nacional. Ahora vamos en tres coches». Y ello es síntoma de evolución en positivo, insisten las protagonistas.

«Las federaciones tienen los recursos que tienen. El problema del arco es la esponsorización privada. Entiendo que los organismos públicos apoyan lo que pueden, ya que hay muchos deportes. En Cáceres no hay industrias para eso; quizá Badajoz un poco más. Ahora se nos ve más», cuentan estas dos amigas que continúan compartiendo habitación y coche. «Al menos tenemos posibilidades, no como antes, con tantos hijos como tenían nuestros padres», acotan.

Todavía Fátima sigue a muy alto nivel. Es segunda en el ranking de sala, aunque Raquel le ha ganado en el último Campeonato de Extremadura. «Me salió todo», dice con una sonrisa. «Nos gusta esto, por eso seguimos, nos apetece enfrentarnos a las demás y e incluso entre nosotras». «Yo ahora entreno. No vivo para el arco. Hago muchísimas cosas. Me retiré del equipo nacional siendo solo arco porque con mi segundo hijo no podía, pero luego volví y lo he dejado cinco-seis meses hasta el 2012, que fue mi última competición internacional con la selección. A partir de ahí ya no fue todo igual…», reconoce Agudo. «Tengo fatiga mental y física con el arco. Me cuesta mucho esfuerzo, más psicológico que físico, tirar en una competición, de estar peleando, me agota».

Las dos arqueras amigas, en una imagen reciente.

Las dos arqueras amigas, en una imagen reciente. / CEDIDA

Raquel tira de Fátima, Fátima de Raquel. «La competición exige mucho y ahora ese mismo esfuerzo me satura. Ya no me sale con esa facilidad, dice la segenda, hija adoptiva de Cáceres». «Fátima tira mixto, todo, la individual y todo el equipo», la ‘defiende Raquel. «Sé que necesitan y por eso lo hago», añade su amiga.

Raquel, presidenta

Agudo dice que la condición de presidenta de su amiga está beneficiando al arco regional. «Siempre ha tenido mi apoyo. Lo está haciendo bien, un gran esfuerzo, ella está haciendo un trabajazo de forma altruista. Sabe que estoy aquí para lo que necesite. No está pagado, pero tiene un gran respaldo detrás». «Sigo muy ilusionada con la federación», dice, con intenciones de repetir al ser año de elecciones este 2024. «Son muchas horas, mucho esfuerzo, pero no debería costarle el dinero. Debería tener alguna remuneración para eso», reclama Agudo.

«Lo de la Blume a mí me forjó. Con deportistas importantes de entonces nos seguimos viendo». La saltadora, explusmasquista nacional Carlota Castrejana, es amiga de aquel tiempo. «El deporte te une en el esfuerzo, en el sacrificio. Amo el deporte». Habla Raquel, pero en realidad también habla Fátima. Que 40 años no son nada.

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