HOMENAJE en la residencia de villanueva de la vera, organizado por el creador de ‘extremeños centenarios’

Silveria ya es la extremeña más longeva de la historia

Nacida en Talaverilla en 1910, acaba de superar a la mujer que hasta ahora más tiempo había vivido en los dos últimos siglos: 113 años y 106 días

Silveria junto a su hija Leo y a Daniel Germán en su último cumpleaños, el pasado 20 de junio.

Silveria junto a su hija Leo y a Daniel Germán en su último cumpleaños, el pasado 20 de junio. / CEDIDA

Cuando solo tenía 15 años, Blanca Íñigo se despidió de su abuela que se iba a vivir a Francia una temporada con uno de sus hijos. «En ese momento pensé que quizá era la última vez que la veía y hoy, que ya tengo 55 años, todavía sigo pensando lo mismo cada vez que voy a verla». Lleva 40 años temiendo que sea el último, pero su abuela resiste. Ella es Silveria Martín Díaz, desde ayer la extremeña más longeva de la historia reciente de Extremadura, de al menos los dos últimos siglos. Es, además, la persona de más edad viva en la comunidad y la segunda de España, tras la catalana Maria Branyas Morera que ya ha cumplido los 116 años.

Concretamente, Silveria tiene 113 años y 107 días de vida, un día más ya que Josefa Santos González (fallecida en 2019), que hasta ahora ostentaba el récord de la longevidad en Extremadura: 113 años y 106 días. Pero ayer Silveria la superó. Y ese hecho insólito quisieron celebrarlo con un pequeño acto homenaje. 

La idea partió de Daniel Germán, un joven de Montijo que lleva desde 2017 investigando para crear el portal ‘Extremeños Centenarios’. Cuenta con un registro que bucea en la historia desde 1895 y ya ha constatado la existencia de más de 400 extremeños que han llegado a superar los 104 años de vida. Y claro, los 113 de Silveria son tan excepcionales que quería rendirle un merecido homenaje.  

Fue un acto sencillo e íntimo en la residencia El Prado de Villanueva de la Vera, donde reside desde hace varios años, al que acudieron sus familiares más próximos y en el que participaron también la directora de la residencia y el alcalde de Villanueva de la Vera. No hubo mucha celebración porque Silveria, a pesar de no tomar ninguna medicación, sufre el desgaste de los años. Apenas ve y tampoco oye mucho, así que cuando siente jaleo a su alrededor se pone nerviosa y no es raro que empiece a llorar y a gritar, cuenta su nieta. «No queremos darle disgustos». Lógico. 

Silveria Martín junto a su hija Leo y Daniel Germán, ayer, en el homenaje por sus 113 años y 107 días.

Silveria Martín junto a su hija Leo y Daniel Germán, ayer, en el homenaje por sus 113 años y 107 días. / CEDIDA

La familia, agradecida a Daniel, vive con orgullo el hito alcanzado por la abuela, pero también con tristeza su desgaste. «He vivido toda la vida con ella, era una mujer con carácter y nerviosa, pero ya apenas tiene movilidad. Se rompió la cadera y la operaron con 103 años, pero a los 108 se rompió el fémur y después de la anestesia nos dijeron que ya no iba a volver a ser la misma. Verla así es triste para mí». Blanca cuenta que su abuela es consciente de lo que sucede a su alrededor y sigue conociendo prácticamente a toda la familia cada vez que la visitan. «Ella no sabría decirte que tiene 113 años, pero tiene muy marcado el año en el que nació, 1910, y el nombre de sus padres».

Extremadura, Vitoria y Francia

Llegó al mundo en Talavera la Vieja, pero cuando el pueblo se inundó por la construcción del embalse de Valdecañas pasó un año en Rosalejo y luego emigró a Digoin, en la Borgoña francesa, con sus cinco hijos. Hoy viven tres, dos de ellos en el país galo y una de ellas tiene ya 90 años. Y eso supone otro hito, destaca Germán: «Es la hija de más edad que mantiene a su madre viva». Tiene además 17 nietos, 25 bisnietos y 10 tataranietos. Vivió un tiempo también en Vizcaya, hasta que se asentó en Aldeanueva de la Vera hace 40 años con su hija Leo, la madre de Blanca. La longevidad no parece estar en la genética familiar, «su madre murió cuando ella tenía solo tres años, así que no sabemos a qué se debe, pero es para llamar a la ciencia», resume Blanca, que ayer volvió a despedirse de su abuela con el mismo temor de llevarse ya sus últimos besos. 

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