ASEGURA QUE TRABAJAR EN LA CIUDAD ES UN PRIVILEGIO Y QUE LOS TRANSPORTISTAS ESTÁN HECHOS DE OTRA PASTA
El ‘ingeniero camionero’ de Mérida: «Mi meta es mi abuelo»
Pedro Flores Sánchez (1994) cuenta cómo hizo de su vocación su forma de entender y ganarse la vida
Es ingeniero mecánico y gerente de una empresa (Transportes PFS) de cuatro empleados que distribuye todo tipo de productos: hierros, alimentación... Pero también es camionero. «Me encanta mi oficio. Tengo la suerte de dedicarme a lo que me apasiona. Me gusta conducir. Yo me crié viendo a mi abuelo Pedro Sánchez trabajar con su camión. Se llama como el presidente del Gobierno (risas). Él me animó y empecé en este mundo, me saqué el título de transportista con 16 años. Ha sido mi meta a imitar en la vida. Mi abuelo tiene en mí una influencia enorme», explica Pedro Flores Sánchez (Mérida, 1994).
Tras formarse en Iveco y Renault en Valladolid, Flores tuvo claro que lo suyo era seguir los pasos de su abuelo. Esa vocación fue la que hizo dar el salto de la oficina, a la cabina. «Cuando hay mucho que hacer ayudo en lo que sea. Soy consciente que es un oficio muy duro, pero con ganas e ilusión nos vamos posicionando en el mercado. Trabajar desde Mérida es un privilegio. Los transportistas están hechos de otra pasta. Mares y mares de kilómetros llevando mercancías por toda España y a veces también por varios países europeos», manifiesta el joven.
Pedro se encarga de las gestiones administrativas de la empresa aunque no puede evitar coger el camión. Su entusiasmo por la profesión no tiene límites a pesar de su corta edad. Para muestra, un botón. «Soy una persona constante y motivo a mis trabajadores para que se sientan importantes. Siempre con humildad y honradez», dice esta ‘hormiguita’ incansable, como muchos de sus amigos lo definen.
Aún siendo empresario, este camionero asegura que es «un trabajo poco remunerado y debemos dignificar la profesión. Hay que hacerla atractiva con mejores sueldos, mejores jubilaciones, mejores condiciones… Es urgente, porque todo lo que tenemos ha sido traído o llevado en un camión. Si no hay camiones, no funciona nada», alerta el ingeniero. Numerosas horas de conducción, trayectos que muchas veces conllevan dormir fuera de casa y la subida de los combustibles ponen la puntilla al sector.
Eso sí, desde la cabina de uno de estos gigantescos vehículos las cosas se ven de otra manera. «Hay días que conducir un camión no es un trabajo, es como estar viajando de vacaciones y a veces se hacen grandes amigos en muy poco tiempo», concluye mientras abraza a su abuelo, su piedra filosofal de vida.
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