Opinión | Espectráculo

Fe y jóo

La derecha solo puede llegar al triunfo a lomos, no de la ilusión, como la izquierda, sino del desencanto y la crisis

Las últimas encuestas publicadas (salvo la del CIS, que va por libre) siguen mostrando al PP como el partido que sería el más votado en unas elecciones generales, pero han dejado claro que el margen se reduce, que el PSOE recupera apoyos y que, a día de hoy, la cosa podría quedar en un empate técnico, con una gobernabilidad complicada, y que exigiría bastante mano izquierda (en todos los sentidos) para formar una mayoría. Todo lo contrario a lo que le gusta a Alberto Núñez Feijóo, acostumbrado a las mayorías absolutas y gobernar sin concesiones a nadie, un poco bastante comodón, y que por ello solo aceptó asumir la secretaría general del PP cuando supo que sería elegido por aclamación, a la búlgara, como se decía antes.

El llamado “efecto Feijóo” va esfumándose, como suele ocurrir en estos casos. Recuerdo, en un contexto muy distinto, el “efecto Schulz”, cuando nombraron a Martin Schulz candidato del SPD, repatriado desde Bruselas; al final, Merkel le ganó cómodamente y tuvo que ser Scholz, y no Schulz, quien devolviera a la izquierda al poder en Alemania, una vez retirada Merkel. La derecha hispana, que tiene una visión patrimonial del poder y piensa que España le pertenece por herencia, empieza a perder la paciencia. Los barones, con la barona Díaz Ayuso al frente, exigen a Feijóo más dureza, aunque las encuestas muestren que es la estrategia de la moderación, lo que resulta más efectivo, como supo ver Moreno Bonilla en Andalucía, que ganó con su actitud de campechanía y sonrisas, frente a la acritud perdedora de Javier Arenas Bocanegra.

El discurso de esa derechona que le quiere dictar a Feijóo lo que tiene que decir, pidiéndole que sea “implacable, incluso bestial” contra Pedro Sánchez (y lo deja en ridículo cuando este le saca en pleno debate un ejemplar de El Mundo donde ya se anunciaba cómo iba a ser el tono del gallego), lo describió Miguel de Unamuno hace más de un siglo, y no ha cambiado nada: “Hay unos cuantos sujetos, de los que nacen y viven en posesión de la verdad absoluta, que definen el patriotismo y condenan como a traidor y antipatriota al que no lo entienda como ellos”. Estos son los que se congregan a la llamada de Vox para pedir elecciones ya, no sea que la situación económica mejore y que los suyos no tengan ninguna opción.

Y esa es la desgracia de la derecha española: que España, a la que dicen querer tanto, es un país con una mayoría sociológica de izquierdas, por obvias razones históricas (cuatro décadas de dictaduras de derechas, igual que en Polonia hay una mayoría sociológica conservadora, por haber sufrido cuatro décadas y pico de dictadura comunista), y por ello, la derecha solo puede llegar al triunfo a lomos, no de la ilusión, como la izquierda, sino del desencanto y la crisis económica: pasó con Aznar y con Rajoy, quienes en rigor no ganaron las elecciones, sino que las perdieron los socialistas. Núñez Feijóo, sin embargo, no es tan mala persona como Aznar; es más inteligente que Pablo Casado, que tenía la voluntad, pero no la inteligencia, para llegar al poder.

En el fondo de sí, Feijóo sabe que no tiene nada que ofrecer a España, y que Sánchez es mejor candidato que él, no solo porque este domine el inglés y Feijóo necesite de intérprete, menudo papel hará en las cumbres internacionales si llega al poder. Por eso dio, en su momento, un paso atrás y por eso a él, en el fondo, le gustaría haberse quedado, como dijera Castelao, sempre en Galiza. Su anuncio, hace unos meses, suscitó un entusiasmo en los peperos que se va diluyendo y me imagino a una de esas prototípicas pijas del PP(todas con el mismo corte de pelo, las mismasmarcas de ropa, los mismos gestos) y que, tras su fe inicial en el nuevo líder, frunce la nariz disgustada ante su falta de empuje y diga: “Jóo”. 

*Escritor

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