Textamentos

El fútbol femenino. Así no

Francisco Rodríguez Criado

Francisco Rodríguez Criado

De igual forma que al comensal le gusta disfrutar de un buen ambiente mientras come en un restaurante, sin la interferencia de trifulcas entre jefes y empleados, al aficionado al fútbol, cuando acude al estadio o se sienta frente al televisor, le interesan no las batallas de poder, sino el deporte en sí mismo. 

"Recordamos menos sus goles que el motín de numerosas jugadoras reacias a jugar

Pero es a los juegos de poder a lo que nos tiene acostumbrados la selección femenina de fútbol. Lo suyo guarda más parentesco con Juego de Tronos que con el Brasil del 70. 

El fútbol femenino parte de un problema: para subsistir debe tomar prestados aficionados al fútbol masculino, por ahora de mayor calidad. Pero hubiera sido posible abrirse camino, poco a poco, si se hubieran granjeado la simpatía de los aficionados, algo factible después de ganar un Mundial. 

Pero ¿quién se acuerda hoy de ese Mundial? El título ha quedado eclipsado porque ellas se han encargado de que así ocurra. Recordamos menos sus goles que el motín de numerosas jugadoras reacias a jugar, la posterior expulsión de Luis Rubiales como presidente de la federación (un crápula de mucho cuidado, todo sea dicho) y del entrenador, Jorge Vilda, que las guió hasta ganar el campeonato. La situación actual se escenifica con catorce jugadoras buscando asesoramiento jurídico ¡para no acudir a la selección! Mañana ya veremos. 

Muy mal asesoradas por aquellos a quienes el deporte rey les importa poco, e inmersas en una obligada sumisión ideológica, estas jugadoras están más centradas en cortar cabezas que en jugar al fútbol, deporte que en su versión femenina ha emprendido en nuestro país un camino hacia el ostracismo de difícil retorno. Convencer a los aficionados de que merecen atención se antoja hoy más complicado que nunca. 

El fútbol es una vía de escape, una emoción, un entretenimiento. Para trifulcas y juegos de poder ya tenemos la política, ese incorregible lodazal de ambiciones y vanidades.

Suscríbete para seguir leyendo