Una casa a las afueras

Pan de lágrimas

Quiero llenar tu boca de risas y aunque los montes cambien del lugar y se desmoronen las colinas, no cambiará mi amor por ti

Mar Gómez Fornés

Mar Gómez Fornés

Vamos en busca de lana y lino. Cuenta tú por mí si puedes las estrellas. Atemos las palabras a nuestras manos como racimo de uvas frescas. Con las maderas de sándalo hagamos nuestras casas en los altozanos, estelas y postes en toda colina y bajo todo árbol frondoso. Huyamos a las montañas de Salisá, donde la tierra buena; tierra de torrentes arropada por las lluvias de otoño; cerca de un lugar llamado Bojín, lugar de los Llorones.

Vámonos a la tierra que mana leche y miel; un maná parecido a la semilla del cilantro, del coriandro y cuyo color es como el del bedelio. Con ramas de arrayán y mirto vamos a hacernos una diadema para el pelo y así caminar hasta la Puerta de las Aguas. Vamos lentamente a dejar caer las espigas del manojo y avanzar cogidos de la mano hasta la Puerta de Betulia; llevemos las alforjas llenas de pan de cebada, pastel de fruta y panes puros.

¡Ay, qué día! Ayuno. Lágrimas y luto.

Quizá no sea octubre sino el mes de Adar, el mes en que deberíamos cambiar la tristeza por la alegría. Ya el corazón está agotado y es tiempo de la rebusca de la uva.

Mitiguemos este calor con la sombra de una sola nube. Una nube a la que vamos a poner como atavío una flor… que sea una breva temprana. Y que tras esta nube solitaria vengan las demás llenando los cielos como rebaños de Cadar, nubes a cientos como los carneros de Nebayot.

Vámonos lejos, allí donde en vez de zarzas crecen cipreses, mirtos en lugar de ortigas. Allí donde crece el papiro fuera de los pantanos, donde el verdor de los juncos crece y se multiplica como la hierba.

Quiero llenar tu boca de risas y aunque los montes cambien del lugar y se desmoronen las colinas, no cambiará mi amor por ti. Te aseguro que la palabra que salga de mi boca no volverá a mí de vacío.

¡Ay, qué día! No hay remedio para esta herida. Como busca la cierva corrientes de agua, así te busco.

Todo se borra como polvo que se lleva el viento. Un abismo llama a otro abismo, en cambio te traigo un pan de lágrimas como lirios, como memorial de un alma incrédula. Lirios y panes que superan todas las constelaciones.

La luz tiene que dejar paso a la noche y así debe ser porque solo el sol conoce el momento del ocaso. Ocaso sobre las albercas de Jesbón. Cuenta tú si puedes las estrellas. Vamos a ser amantes, amantes del bien. Amarlo y buscarlo.

Vamos a empeñarnos en la alternancia exacta de los solsticios y la sucesión de las estaciones. Vamos a respetarnos como se respetan las posiciones de los astros, los ciclos del año, el poder de los espíritus o las virtudes de las raíces.

Vamos a intentar que todo el oro no sea más que un poco de arena. Fijémonos en cómo crecen los lirios que ni se afanan ni hilan. Miremos los cuervos que ni siembran ni siegan ni tienen despensa ni granero. No seamos manantiales sin agua o sal insípida. Vamos a portarnos como hijos de la luz, que nuestra ira no dure más allá de la puesta de sol y tengamos presente que si la raíz está sana también lo estarán las ramas.

Lo que sembramos no es la planta entera que ha de nacer sino un simple grano de trigo.

Lloremos con los que lloran. Quien quieras que seas y pienses como pienses abre tu corazón pues una estrella difiere de otra incluso en resplandor.

Vamos finalmente a ponernos las nubes por vestido y los nubarrones por pañales; las gotas de rocío por pendientes cual topacio de Etiopía. Hazme saber de ti desde Oriente, que tenga yo como el árbol una esperanza y que, aunque me corten por la mitad vuelva yo de nuevo a retoñar.

*Periodista

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