Espectráculos

La otra China

Mario Martín Gijón

Mario Martín Gijón

El 2024 va a ser un año de elecciones en países tan relevantes, por distintas razones, como la India, Estados Unidos, Rusia, Irán o Venezuela, pero se abrieron con los comicios en un país reconocido solo de manera oficiosa por muchos, como es la República de China, más conocida como Taiwán, en sempiterno conflicto latente con la enorme República Popular de China. Finalmente se cumplieron la predicciones de las encuestas y hubo continuidad, con la victoria de Lai Ching-te, del Partido Democrático Progresista, que sucederá a la presidentaTsai Ing-wen, que hagobernado el país los últimos ocho años. El triunfador se impuso con siete puntos de distancia al candidato del Kuomintang, Hou Yu-ih, alcalde de Taipéi, y partidario de tener relaciones más conciliadoras con China.Con ello se confirma que este pequeño país, de una extensión más pequeña que Extremadura, y 24 millones de habitantes, seguirá manteniendo una posición desafiante ante su colosal vecino, de 1.412 millones de personas. 

Salvo que haga de ello su oficio, uno no puede interesarse por igual por el devenir político de todos los países del mundo, y al final siente interés, sobre todo, por los países que de alguna manera han pasado por su biografía. En mi caso, estuve en Taiwán varias semanas durante el verano de 2014 (tan exótico debía de resultar el destino que un compañero de departamento me preguntó varias veces qué tal me había ido por Tailandia, aunque yo le corrigiera una y otra vez), con una beca llamada Taiwan Fellowship, concedida por el gobierno de Taiwán para investigaciones relacionadas con Taiwán o, también, con China. Todo un signo de apertura, pues en la gran China no hay nada similar. La aproveché para indagar sobre el legado de Manuel Bayo, poeta y dramaturgo valenciano que emigró a Taiwán para trabajar en la Universidad Fu-Jen, donde montó un grupo de teatro y llevó a cabo una importante labor de mediación cultural entre lo chino y lo español. Pero en el breve tiempo que estuve allí coincidí con becarios de sitios tan distintos como Polonia, Estados Unidos, Austria o Paraguay. 

En el rastreo de las huellas de Bayo me ayudó el profesor José Ramón Álvarez, que había sido colega y amigo suyo, y que me llevó a sitios tan pintorescos como un albergue de religiosos retirados, donde pude hablar con el padre Mateos, extremeño de Cilleros, que tenía 94 años (murió al año siguiente), aunque no era el más anciano, pues le superaba el padre Rábago, gallegode 97 años (murió hace poco, a los 105 años). Me enseñaron su biblioteca, con libros del siglo XVII, y es que no hay que olvidar que la Isla de Formosa, como la bautizaron los portugueses, formó parte del Imperio españoldurante varias décadas, antes de que se laarrebataran los holandeses (y a estos luego los chinos). Aún se mantiene en pie el Fuerte de Santo Domingo, donde ondea la bandera española junto a la holandesa, y que es una atracción turística. 

Batallitas aparte, mi estancia allí coincidió con un momento crucial en las relaciones entre la gran y la pequeña China, pues por entonces se desató en Hong Kong la llamada Revolución de los Paraguas, seguida con gran atención desde Taiwán. Por entonces gobernaba el Kuomintang, y China y Taiwán se beneficiaban mutuamente de las buenas relaciones. Incluso corría el rumor, no sé si leyenda urbana, de que los chinos estudiaban el sistema político de Taiwán para aplicarreformas democratizadoras en China. Las cosas, obviamente, siguieron otro camino: ya se sabe que, cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar, y a los taiwaneses, el sometimiento de Hong Kong y el enterramiento de la idea de “un país, dos sistemas”, les hizo distanciarse de un país con el que comparten lengua y una culturade cinco milenios. 

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