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Elysium City. Recreación.

Elysium City. Recreación.

Mario Martín Gijón

Mario Martín Gijón

El fallo, hace ahora un par de semanas, del Tribunal Superior de Extremadura, anulando el decreto que aprobaba el proyecto de Elysium City con el argumento principal de que faltan informes ambientales previos, nos devuelve a una situación que los extremeños conocemos demasiado: proyectos grandilocuentes de los que se habla durante años, y que se quedan en agua de borrajas, con la consiguiente desilusión de muchos y la sensación, sobre todo, de tiempo perdido haciendo el tonto.

En estas páginas ya expresé alguna vez mi escepticismo sobre ese macroproyecto de hoteles y campos de golf que parecía más adecuado para Florida o algún emirato del Golfo Pérsico que para una región a la que se ha dado en llamar la Siberia extremeña, con exageración que nunca me ha gustado. España no es Estados Unidos, para que, como Las Vegas en medio de un desierto de Nevada, surja de la nada una ciudad llena de luces y tragaperras.

Ya fracasó el proyecto de Eurovegas, en una localización más favorable, al lado de Madrid, y parecía un delirio que se empeñaban en vendernos: que una de las comarcas más desfavorecidas de Extremadura, de repente, iba a convertirse en una Ibiza del interior, creando, decían, 56.252 puestos de trabajo directos (sorprendente exactitud), es decir, mucho más que la población con la que cuentan actualmentesumadas las comarcas de la Siberia y Cijara.

El nombre del proyecto evoca el paraíso de los griegos, y también la película Elysium, con Matt Damon y Jodie Foster, ambientada en el año 2154 y en la que los ricos del mundo huían de un mundo contaminado en unaestación especial llamada Elysium.

Uno se imagina al tal Nunchera como un Lyle Lanley, el personaje de Los Simpsons que lograba colocarles a los habitantes de Springfield un desastroso monorraíl, a base de su buena labia y una canción pegadiza

Los principales promotores del proyecto eran Francisco de Borbón, duque de Sevilla y pariente del rey emérito, y Francisco Nunchera, empresario con deudas en Hacienda, y antes de presentar el proyecto hace unos años, crearon una sociedad llamada Elysium City Panamá S. A. Detalles así dan ya muy mala espina, y uno se imagina al tal Nunchera como un Lyle Lanley, el personaje de Los Simpsons que lograba colocarles a los habitantes de Springfield un desastroso monorraíl, a base de su buena labia y una canción pegadiza.

Resulta con todo triste que, pese a todo, no se hayan hecho las cosas de otra manera, y que se haya repetido, con variantes, la historia de Valdecañas (un proyecto seguramente mucho mejor fundamentado), con una denuncia de Ecologistas en Acción (parece que en Extremadura están muy activos, y muy pasivos en otras regiones) y al final una gran señal de stop que cierra el camino a ese proyecto. Extremadura parece la tierra de los proyectos que se anuncian y nunca llegan, y no me extraña que Rafael Chirbes hablara, en sus diarios, de «la estática Extremadura», él, que vivió doce años en Valverde de Burguillos (y me resulta un tanto escandaloso que nunca se nos hablara de él a los estudiantes de Filología en Cáceres, y que me tuviera que enterar de su existencia en Alemania, donde era ya traducido y apreciado), y que contraponía ese estatismo a la agitación febril y destrucción medioambiental de su Comunidad Valenciana.

Ni tanto, ni tan calvo. Si finalmente no se lleva a cabo ese proyecto (que quizás, con unas dimensiones más modestas, podría realizarse y sería compatible con el respeto al medioambiente), debería darse una alternativa a pueblos como Castilblanco, que a mediados del siglo XIX tenía más de dos mil habitantes, y hoy tiene menos de mil; Alia, que en 1950 tenía 5.500 habitantes y ahora menos de 800, Helechosa de los Montes, con 2.300 en 1950 y unos 600 a día de hoy, o Tamurejo, de mil a doscientos en el mismo periodo.

De lo contrario, la mayor parte de Extremadura se convertirá en una gigantesca ZEPA, y nosotros, si lo permitimos, en unos ‘zeporros’ que se merecen lo que tienen.

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